La débil recuperación de América Latina

Análisis del codirector del Banco de la República de Colombia y presidente del Comité de Políticas de Desarrollo del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.

El Espectador
24 de enero de 2019 - 12:00 p. m.
José Antonio Ocampo, codirector del Banco de la República.  / Cortesía.
José Antonio Ocampo, codirector del Banco de la República. / Cortesía.

América Latina llegó al final de su quinto año consecutivo de crecimiento económico anémico. Entre 2014 y 2018, el PIB regional creció un 0,5 % en promedio, a un ritmo más lento que durante los primeros cinco años de la crisis de la deuda latinoamericana (1981-85) y los cinco que siguieron a la crisis financiera asiática de 1997 (1998-2002). Se puede decir que América Latina ha sufrido una “media década perdida”.

América Latina llegó al final de su quinto año consecutivo de crecimiento económico anémico. Entre 2014 y 2018, el PIB regional creció un 0,5 % en promedio, a un ritmo más lento que durante los primeros cinco años de la crisis de la deuda latinoamericana (1981-85) y los cinco que siguieron a la crisis financiera asiática de 1997 (1998-2002). Se puede decir que América Latina ha sufrido una “media década perdida”.

Mientras algunas economías pequeñas han logrado tasas de crecimiento anual que superan el 4 % —Panamá, República Dominicana y, en menor medida, Bolivia y Paraguay—, las grandes economías de América Latina han experimentado dificultades. Venezuela, en particular, ha sufrido no solo el colapso más agudo de ninguna economía latinoamericana en la historia, sino también la hiperinflación más grave. (Otras cinco economías latinoamericanas han padecido hiperinflación en el pasado).

Luego está Argentina, que en 2018 enfrentó una crisis monetaria, una corrida contra el peso y una inflación de dos dígitos, y tuvo que asegurar un rescate del Fondo Monetario Internacional por un total de más de $57.000 millones, el más grande que el FMI ha desembolsado, para ayudar a apuntalar sus finanzas. En los últimos cinco años, Brasil también sufrió su recesión más profunda, de la que está emergiendo muy lentamente. México, por su parte, ha mantenido un registro de crecimiento mediocre durante décadas.

Incluso los que tuvieron un desempeño relativamente fuerte en el pasado, como Chile y Colombia, han luchado con un lento crecimiento económico en los últimos cinco años. Perú, que se destacó entre las economías grandes y medianas del mundo por su sólido desempeño a principios del siglo XXI, no ha podido recuperar el fuerte crecimiento.

La buena noticia es que las perspectivas económicas de América Latina parecen estar mejorando, aunque la recuperación será lenta. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU ha proyectado recientemente una tasa de crecimiento promedio de 1,7 % para 2019, medio punto porcentual menos que lo que el FMI había proyectado en octubre y que redujo a 2,0 % esta semana, todavía en el rango optimista.

Aunque se espera que la recuperación de Brasil continúe, el crecimiento se verá limitado por la necesidad de abordar los desequilibrios fiscales, mientras el crecimiento de México seguirá siendo lento. En ambos países, los grandes cambios políticos que acompañan a sus nuevos presidentes generan obvias incertidumbres.

Las economías grandes y medianas que obtendrán mejores resultados son Perú, Colombia y Chile, posiblemente en ese orden, aunque sus tasas de crecimiento seguirán siendo mucho más bajas que durante el auge de las materias primas de 2004-2013. Los de peor desempeño serán Argentina, donde continuará la recesión, y Venezuela, que no muestra signos de escapar de su difícil situación a corto plazo.

La debilidad de la recuperación de América Latina es en parte resultado de un entorno internacional poco favorable. El crecimiento se está desacelerando en los principales países desarrollados, así como en China. El proteccionismo está en aumento, con Estados Unidos y China en una intensa guerra comercial cuyas consecuencias se transmitirán a América Latina principalmente a través de la desviación del comercio.

Además, los precios de las materias primas, que comenzaron a recuperarse en 2016 de su colapso en años anteriores, han vuelto a caer en los últimos meses. Los precios del petróleo, que aumentaron considerablemente, alcanzaron su punto máximo en octubre y han caído desde entonces.

Finalmente, los flujos de capital se han desacelerado, mientras sus costos han aumentado debido al aumento de las tasas de interés en Estados Unidos —en una tendencia que probablemente continuará— y al aumento de los márgenes de riesgo. Afortunadamente, como he argumentado anteriormente, no hay signos de una “interrupción súbita” en el financiamiento externo, lo que provocó una catástrofe durante la crisis de la deuda de la década de 1980 y después de la crisis financiera asiática de 1997.

La solución a los problemas económicos de los países latinoamericanos radica en reformas profundas, aunque no necesariamente en reformas de mercado, que tienen en las últimas décadas un historial relativamente pobre en términos de generar rápido crecimiento. Enttre 1950 y 1980, cuando América Latina experimentó una rápida industrialización, la tasa de crecimiento promedio fue del 5,5 % anual. Sin embargo, desde 1990, después de la crisis de la deuda de la década de 1980, la región ha logrado un crecimiento anual de tan solo el 2,8 %.

La rápida y prematura desindustrialización que ha experimentado América Latina desde la década de 1980 es clave para entender esta situación. De hecho, la desaceleración a largo plazo más significativa se ha producido en Brasil y México, las dos economías más grandes de la región y las que aportaron las principales historias de éxito de la industrialización.

Ante esto, América Latina debe buscar reformas que apoyen la producción industrial, incluso mientras continúa explotando su fuerte ventaja comparativa en recursos naturales, una ventaja que ha propiciado unos lazos cada vez más estrechos con China. Dichas reformas deberían incluir una mayor inversión en infraestructura, que, según CAF —el Banco de Desarrollo de América Latina—, actualmente representa aproximadamente la mitad de lo que necesita la región.

En un momento de rápido cambio tecnológico, América Latina también necesita invertir mucho más en investigación y desarrollo. La Unesco informa que la región actualmente gasta solo alrededor del 0,7 % del PIB en I+D, en comparación con el 2,1 % en Asia oriental y el 2,4 % en países de ingresos altos (OCDE).

Finalmente, América Latina debe consolidar sus procesos de integración regional. Sin duda, ha habido algunos éxitos, especialmente la Alianza del Pacífico, con Chile, Colombia, México y Perú como miembros de pleno derecho. La integración centroamericana también ha hecho un progreso constante. Pero los dos mayores proyectos de integración suramericanos, Mercosur y la Comunidad Andina, no han logrado últimamente salvar las divisiones políticas entre sus miembros.

Con el enfoque correcto, América Latina podría mejorar considerablemente sus perspectivas económicas, evitando potencialmente otra media década perdida. La pregunta es si reunirá la voluntad política para tomar las medidas necesarias.

* Los puntos de vista aquí expresados no representan los del Banco de la República ni de su junta directiva.Copyright: Project Syndicate, 2018.www.project-syndicate.org.

Por El Espectador

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