La violencia no da tregua en Nigeria

Cerca de dos millones personas han abandonado sus casas en los últimos nueve años por cuenta de un conflicto que parece no tener fin. A pesar de la ayuda humanitaria, miles de nigerianos tienen dificultades para encontrar comida, agua y refugio.

Redacción Internacional*
14 de enero de 2019 - 09:45 p. m.
Habitantes de un campo para desplazados en Bama, una localidad en el nororiente de Nigeria. / Cortesía Médicos Sin Frontera
Habitantes de un campo para desplazados en Bama, una localidad en el nororiente de Nigeria. / Cortesía Médicos Sin Frontera
Foto: Natacha Buhler/MSF - Natacha Buhler

Maryam Sofo es una mujer de 80 años que vive en un campo para desplazados en Bama, una localidad en el nororiente de Nigeria. Hace dos años tuvo que huir con su familia de la ciudad de Banki, cerca de la frontera con Camerún, después de que los frecuentes ataques armados pusieran en grave riesgo sus vidas. Con grandes dificultades debido a las complicaciones propias de su edad, Maryam llegó a Bama en noviembre de 2018, y aunque encontró un espacio para mantenerse a salvo de la violencia que vive ese país africano, pronto se dio cuenta  que allí la vida no sería mucho más fácil.

“La situación acá es preocupante”, dice Maryam. “Llegué unos días después de la distribución de comida y artículos de socorro que se llevó a cabo en el campo. Desde entonces no han vuelto a pasar. No tengo comida, ni cobija, no hay un bidón para recoger el agua, no hay alfombra ni algo para dormir. Todo lo que tengo en este mundo es la ropa que cargo en mi espalda”, afirma con desconsuelo.

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Para Maryam, como para los casi dos millones de nigerianos que fueron forzados a dejar sus casas en los últimos nueve años, el único cambio significativo con la llegada de la estación seca es un incremento en la violencia y la inseguridad, haciéndolos más vulnerables. Además de perder sus hogares, varios han visto morir a miembros de sus familias y sobrevivido a los ataques violentos de los grupos que se disputan esos territorios. Confinados en los campos, sus posibilidades son extremadamente limitadas y dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir.

“La gente ha estado varada en los campos por años”, dice Luis Eguiluz, Jefe de Misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Nigeria. “Tienen poca libertad para moverse fuera de los campos, lo que les impide mantenerse por sí solos, y les da pocas posibilidades de regresar a sus casas por el conflicto continuo”. A pesar de la dependencia de la gente de la ayuda en los campos, no hay suficiente para todos. “La asistencia humanitaria es insuficiente y no cubre todas sus necesidades en términos de salud, agua, refugio y protección”, dice Eguiluz. “En Gwoza hemos visto que la distribución de comida se ha reducido; en Pulka, el suministro del agua es inadecuado y 4.000 personas están en campos de tránsito esperando ser alojadas en los albergues. Pasa lo mismo en Bama, donde las personas recién llegadas a veces duermen debajo de los árboles o tienen que compartir albergues comunales con otras 70 personas durante varios meses”. 

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Las malas condiciones de vida en los campos y la escasez de ayuda han provocados una serie de emergencias médicas, incluido un reciente brote de cólera. “MSF ha tenido que incrementar sus actividades en Maiduguri y en otras ciudades de Borno y Yobe en respuesta al brote de cólera declarados por el Ministerio de Salud en septiembre de 2018”, dice el doctor Louis Vala, coordinador médico de MSF en Nigeria. “Solamente en 2018, MSF trató más de 8.000 pacientes enfermos de cólera y vacunó a 332.700 personas contra esta enfermedad”.

A inicios de enero de 2019, MSF también intervino en Maiduguri para apoyar a los desplazados más recientes, proporcionándoles servicios médicos, cobijas y jabones, y construyendo letrinas. De hecho, más de 8.000 personas llegaron a esta ciudad en un par de semanas, después de huir del creciente conflicto en el norte del estado de Borno. “La intensidad de la crisis y las consecuencias humanitarias no han disminuido”, dice Eguiluz, “mientras muchas personas que necesitan ayuda no la están recibiendo”.

“La emergencia en el nororiente de Nigeria está lejos de terminar. Las cifras nutricionales que encontramos en Bama en septiembre de 2018 no son muy diferentes, si no peores, que cuando se hizo público el crítico estado nutricional de la población de Borno, hace un par de años”, dice Eguiluz. “Ahora no es momento de reducir la asistencia humanitaria de emergencia en Borno. La gente está dependiendo casi que únicamente de la ayuda para sobrevivir y actualmente estas necesidades básicas siguen sin ser satisfechas. La población sufre a diario las consecuencias del conflicto y es vital garantizar que ellos tengan al menos asistencia básica, especialmente en las áreas por fuera de Maiduguri”, concluye.

*En alianza con Médicos Sin Fronteras

Por Redacción Internacional*

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