Malí, al borde del abismo

Un ataque yihadista deja más de 25 soldados muertos en Malí. La arremetida contra las fuerzas armadas, la más grave de los últimos años, también dejó 60 desaparecidos en este país, que lleva mucho tiempo sumido en un conflicto de dimensiones internacionales. ¿Qué está pasando aquí?

Marta Moya Domínguez
02 de octubre de 2019 - 07:15 p. m.
Ibrahim Boubacar Keita, presidente de Malí, durante la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York. / AFP
Ibrahim Boubacar Keita, presidente de Malí, durante la Asamblea de Naciones Unidas en Nueva York. / AFP

El terrorismo yihadista vuelve a atacar a Malí. El país del occidente africano vivió el pasado lunes uno de los peores ataques de los últimos años provocado por el fundamentalismo islámico, que comenzó una ofensiva coordinada por grupos radicales que han dejado hasta la fecha más de 40 muertos -25 de ellos soldados de las Fuerzas Armadas Malienses (FAMA) y 15 terroristas- y unos 60 soldados desaparecidos, los cuales se desconoce si pueden estar secuestrados por los yihadistas.

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Los ataques tuvieron lugar en la madrugada del lunes en los cuarteles militares de Boulkessy y Mondoro, cerca de la frontera con Burkina Faso. El objetivo era atacar a las FAMA y al G5, una alianza militar formada por Mauritania, Malí, Níger, Burkina Faso y Chad. Pese a que todavía ningún grupo ha reclamado la autoría del atentado, las sospechas se centran en Ansarul Islam, agrupación activa en Malí y Burkina Faso y cercano al predicador Amadou Koufa, un peul -pueblo nómada del Sahel- maliense que en los últimos años ha ejercido una oposición voraz al gobierno de Ibrahim Boubacar. De hecho, según un primer comunicado emitido por el G5, este sería el grupo terrorista que habría perpetrado la masacre.

En la noche del martes el gobierno maliense pudo retomar el control de los cuarteles afectados, sin embargo, no consta ninguna detención entre los atacantes, que habrían logrado huir. Ahora, las Fuerzas Armadas Malienses y el ejército burkinabé han iniciado una búsqueda, ayudados por soldados franceses de la fuerza Barkhane, desplegada en la región del Sahel para ayudar a combartir el auge del terrorismo en la región en los últimos años.

¿Qué pasa en Malí? Un conflicto de años

Malí sufre una situación grave. Las continuas amenazas a su seguridad suceden desde el golpe de Estado del 22 de marzo del 2012 por parte de un grupo de militares en protesta por la falta de medios para combatir a los rebeldes. Amadou Haya Sanogo, el líder del golpe, depuso a Amadou Toumani Touré, el entonces presidente de la República, y acabó cediendo el poder a Dioncouda Traoré, presidente de la Asamblea Nacional en esos días.

De aquel golpe se beneficiaron grupos tuareg (tribus del desierto) rebeldes -enfrentados de manera intermitente con el gobierno de Bamako desde la guerra de independencia en 1960-, que, apoyados por células terroristas, lograron hacerse con el control del norte del país durante diez meses. El MNLA, un movimiento político-militar que integraba a estos rebeldes, declaró su independencia en el norte del país el 6 de abril de 2012, tomando ciudades estratégicas como Tombuctú, Gao o Kidal.

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El 27 de mayo de ese mismo año, el grupo salafista tuareg Ansar Dine, asociado con Al Qaeda, se levantó en armas y dejó a un lado su objetivo de la independencia para tratar de imponer la ley islámica en todo el país. Un mes más tarde se produjo un enfrentamiento entre islamistas y tuaregs moderados que se saldó con 20 víctimas mortales y con la toma del control de la ciudad de Gao por parte de los radicales. De este modo, las facciones islamistas radicales se impusieron sobre el bando rebelde.

A finales de 2012, el Consejo de Seguridad de la ONU, a sugerencia del entonces presidente francés François Hollande, aprobó por unanimidad el despliegue de una misión internacional en el país dado el cariz violento que había adquirido tras las ofensivas islamistas radicales, lo que provocó que tanto el MNLA como Ansar Dine anunciaran su disposición a negociar con el Gobierno de Bamako. Sin embargo, durante enero de 2013 continuaron su avance y fue entonces cuando, ante la amenaza de que los radicales alcanzaran la capital, Traoré pidió ayuda a Francia y entonces llegaron las primeras tropas galas al terreno, quienes ayudaron al Ejército maliense a frenar las ofensivas yihadistas.

Los yihadistas fueron ‘expulsados’ en 2013 gracias a una intervención militar internacional encabezada por Francia, sin embargo, hay zonas de Malí, sobre todo en el norte y el centro, que escapan del control estatal, por lo que en los últimos años los grupos terroristas han seguido actuando sin descanso.

Francia y Malí, aliados históricos

Francia y Malí guardan un pasado común. El país africano fue colonia francesa hasta 1960. Ambos países tienen una estrecha relación que se ha mantenido firme desde la independencia del Malí. Es por ello que Francia considera como propia cualquier amenaza de seguridad en el Sahel, donde tiene grandes intereses económicos y donde además viven miles de sus ciudadanos.

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Además, desde París se quiere evitar que el norte de Malí se convierta en un búnker terrorista, lo que podría aumentar las probabilidades de que esos ataques llegaran a Francia, por lo que desde el estallido de la crisis institucional y de seguridad en el año 2012, desde el Ejecutivo francés se han doblado los esfuerzos para contener el riesgo de atentados yihadistas en el territorio.

Un reciente informe del International Crisis Group (ICG), un centro de pensamiento con sede en Bruselas, señaló que “Mali es tan inestable que todos los escenarios son posibles, incluyente un nuevo golpe militar y un brote de violencia. Si las autoridades transicionales no logran imponer el orden y reconquistar el norte, el caos permitirá que el extremismo religioso se extienda y que la violencia terrorista sobrepase las fronteras de Mali”.

Denuncias contra FAMA

Al mismo tiempo que se conoce el balance de uno de los ataques más mortíferos del yihadismo en Malí, la organización Human Rights Watch, denunció a las Fuerzas Armadas Malienses (FAMA) por las condiciones de detención de algunos sospechosos en las que hubo al menos cuatro ocasiones amputaciones de sus extremidades.

Un comunicado emitido este miércoles por HRW-Sahel reclama al Ministerio de Defensa que adopte "estándares internacionales de tratamiento de prisioneros y acabe con prácticas abusivas equiparables a tortura o trato inhumano".

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La organización estadounidense realizó una investigación entre 2018 y 2019, entrevistó a 33 exprisioneros, casi todos con cicatrices en muñecas, codos y tobillos, que habían sido acusados de ayuda o complicidad con los grupos yihadistas.

Casi todos ellos testificaron haber sido atados y amordazados con gran presión sobre sus extremidades y durante horas e incluso días, hasta el punto de que al terminar sus interrogatorios sus manos o sus pies estaban ennegrecidos y hubo que amputarlos en cuatro ocasiones, quedando el resto con graves dolores crónicos o insensibilidad en sus miembros.

El ministerio de Defensa maliense ha respondido a HRW diciendo que está al corriente de las acusaciones, que está investigando al menos un caso y que ha abierto un programa de entrenamiento para los soldados sobre buenas prácticas con los detenidos.

 

 

 

 

 

 

Por Marta Moya Domínguez

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