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Sin la migración el fútbol queda fuera de lugar

Dicen que la Eurocopa es como “una Copa del Mundo sin Argentina y Brasil”, y quizá tengan razón. La migración ha hecho que este torneo sea, más que continental, un evento global. Sin movimiento humano, varias de las escuadras se habrían quedado sin la mitad de sus once iniciales. Otra prueba de que la migración trae sus beneficios.

Camilo Gómez Forero
09 de julio de 2021 - 02:00 a. m.
Dicen que la Eurocopa es como “una Copa del Mundo sin Argentina y Brasil”, y quizá tengan razón. La migración ha hecho que este torneo sea, más que continental, un evento global. Sin movimiento humano, varias de las escuadras se habrían quedado sin la mitad de sus once iniciales. Otra prueba de que la migración trae sus beneficios.
Dicen que la Eurocopa es como “una Copa del Mundo sin Argentina y Brasil”, y quizá tengan razón. La migración ha hecho que este torneo sea, más que continental, un evento global. Sin movimiento humano, varias de las escuadras se habrían quedado sin la mitad de sus once iniciales. Otra prueba de que la migración trae sus beneficios.
Foto: AFP - LAURENCE GRIFFITHS

¿Qué sería del fútbol sin la migración? Para responder a esta pregunta nos pusimos en la ardua tarea de analizar los perfiles de los 622 jugadores que participaron en la Eurocopa de este año. No era algo fácil, pues la información que requerimos de muchos de los deportistas no estaba en línea. No solo necesitábamos saber su lugar de nacimiento, sino también de dónde venían sus padres para tener una fotografía más clara.

Elegimos la Euro no solo porque la migración ha sido históricamente más amplia allí que en Suramérica, donde se desarrolla a la par la Copa América este año, sino porque desde la década pasada el debate en torno a los migrantes se ha calentado y los discursos xenófobos se han fortalecido en el Viejo Continente. Esperábamos demostrar que el fútbol sin la migración sería muy diferente, así como cada cosa que nos rodea en el día a día. Y, en efecto, esa fue la conclusión.

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Con los datos analizados encontramos que por lo menos un tercio de los jugadores que participaron en la Euro pudieron jugar para un equipo diferente al que representaron en este torneo, bien sea porque son hijos de matrimonios mixtos, porque adquirieron una segunda nacionalidad tras vivir un período en un país, pero sobre todo porque son hijos o nietos de personas que migraron por trabajo, huyendo de conflictos o por las condiciones del poscolonialismo, como es el caso francés.

Sí, me imagino que los seguidores del fútbol, ya desde el título de este texto, se estaban haciendo una imagen en la cabeza de la selección de Francia. Y es que la escuadra de los últimos campeones del mundo estaba compuesta en 2018 por un 87 % de migrantes o hijos de migrantes, provenientes principalmente de África, en donde los franceses tuvieron varias colonias. Por otro lado, ni siquiera Antoine Griezzmann, el “principito” rubio de ojos azules, es de origen francés: su abuelo fue portugués y su padre es de origen alemán.

En esta Eurocopa hubo por lo menos 50 jugadores con herencia africana de países como República Democrática del Congo, Ghana, Argelia, Camerún, Guinea, Malí, Angola, Togo, Nigeria e incluso Eritrea. De ellos, varios defendieron los colores de Francia, como es el caso de Presnel Kimpembe, de padre congoleño y madre haitiana; N’Golo Kante, cuyos padres son de Malí; Paul Pogba, de padres de Guinea; Corentín Tolisso, de padre togolés, y la estrella del equipo, Kyliean Mbappé, de padre camerunés.

Claro, los jugadores nacieron en Francia, pero sus padres viajaron allí desde las colonias francesas. Es interesante ver cómo se da el movimiento en un corredor de migración colonial. No solo hay deportistas con herencia africana (antiguas colonias) que son parte del equipo colonizador (Francia), sino que hay otros nacidos en territorio francés que deciden jugar para seleccionados como el de Marruecos, Argelia y Senegal.

Sobre la presencia de jugadores con herencia africana en equipos europeos hay que hacer un pequeño paréntesis. Para Wycliffe W. Njorari, profesor de la Universidad de Texas, esto puede contribuir a la aceptación del multiculturalismo cuando las selecciones ganan. Pero cuando se pierde, los de herencia africana pueden ser el foco de insultos.

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“Cuando las cosas iban bien me llamaban Romelu Lukaku, el delantero belga. Cuando no iban bien, me llamaban Romelu Lukaku, el delantero belga de origen congoleño”, destaca el delantero del conjunto belga.

El caso de Mario Balotelli, de padres ghaneses, es otro buen ejemplo. Fue quizás el primer jugador negro en la escuadra italiana, y eso le valió el acoso de los hinchas italianos con cantos como “no existe un italiano negro”. El abuso continuó a pesar de sus contribuciones al equipo. “No estoy diciendo que soy diferente de otros jugadores que reciben el mismo abuso, los ruidos de mono. Pero el problema es que soy italiano”, dijo Balotelli en 2019. “Nunca será completamente italiano”, señaló Luca Castellini, el líder de una barra brava local. Moise Kean, italiano padres marfileños, enfrenta el mismo problema.

Para el profesor Njorari, las actitudes nacionalistas se vuelven más complejas a medida que los equipos continúan diversificándose. Hacer campaña en tal diversificación, como intentan algunas organizaciones inglesas, puede ayudar a que los ciudadanos se enorgullezcan de su condición de país multicultural.

Por otro lado, no hay que dejar de denunciar los peligros del corredor migratorio que conecta a Europa con África. Según el libro El sistema mágico: futbolistas africanos y la trata moderna de esclavos, hay estafadores que se hacen pasar por agentes de fútbol pero que en realidad operan en redes de tráfico de personas y se aprovechan de los jóvenes africanos con sueños de ser futbolistas en el viejo continente. Estos los traicionan y a veces los dejan a la deriva con el riesgo de morir en el corredor o de caer presos en el camino. Cada esquina de este deporte está marcada por la migración, por sus beneficios y por sus desafíos y problemas. Fin del paréntesis.

Hay otros casos también muy dicientes sobre la influencia de la migración en el fútbol. Nuestro favorito en esta búsqueda fue el de Inglaterra, no solo porque es el finalista, sino por todo el debate de los últimos cinco años en torno al Brexit, la campaña antimigración de los políticos locales y, en particular, por todo el escándalo con la generación Windrush en 2018.

Los Windrush son un grupo de miles de ciudadanos que migraron de países caribeños, como Jamaica, en respuesta a la convocatoria que hizo Londres al final de la Segunda Guerra Mundial para trabajar en la reconstrucción de las viviendas bombardeadas por la Alemania nazi. Quienes respondieron al llamado asentaron sus vidas en Reino Unido, como les ofrecieron, y no volvieron a sus países de origen. Sin embargo, luego fueron olvidados y nunca se legalizó su estatus migratorio. En 2018 se pretendía aumentar la deportación de estos ciudadanos, lo que reveló la pesadilla de toda esta generación y el engaño al que los había sometido Reino Unido.

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Pero volvamos a la pelota: no se puede desconocer la contribución de esa generación Windrush al éxito de la selección inglesa hoy. Seis de los seleccionados por el técnico Gareth Southgate tienen herencia caribeña: Kyle Walker, Tyrone Mings, Jadon Sancho, Kalvin Phillips, Raheem Sterling y, el más importante, Marcus Rashford, una de las estrellas del equipo. Pero no solo el Caribe está presente en la escuadra de “Los tres leones”, sino también Irlanda, donde no están muy felices por el avance de Inglaterra a la final debido a la enemistad entre ambas naciones. Según la organización Best for Britain, 13 de los jugadores de Inglaterra (la mitad) tenían la posibilidad de jugar para otra nación.

El Museo de la Migración de Reino Unido, que hizo una campaña respecto al tema con el lema #FooballMovesPeople (El fútbol mueve personas), fue más agudo respecto a esta cifra: sin jugadores con al menos un padre o abuelo nacido en el extranjero, el once inicial de Inglaterra se reduciría a solo tres jugadores. Detrás de cada deportista hay una historia de migración. “La diversidad nos hace más fuertes”, contestó al mensaje el alcalde de Londres, Sadiq Khan. Y ciertamente los hizo más fuertes. Gracias al talento de Harry Kane, cuyo padre es irlandés, este domingo podrán disputar la final.

“El equipo final de Southagate, junto con los que enarbolan la bandera de Escocia y Gales, son excelentes ejemplos del legado positivo de la inmigración al Reino Unido. Nuestros equipos nacionales, nuestro servicio de salud, nuestras granjas y nuestro ejército son solo algunas de las instituciones que se benefician enormemente de la inmigración. Aquellos que buscan crear un entorno hostil para los migrantes y sus descendientes deben considerar que, incluso más allá de la crueldad de sus planes, es probable que estén negando al Reino Unido el talento a futuro”, dijo Naomi Smith, directora ejecutiva de Best for Britain.

Lo que dice Smith es clave: hay personajes, como la secretaria del Interior, Priti Patel, que están promoviendo cambios hostiles en las leyes migratorias con los que el talento extranjero y migrante tiene menos oportunidades en el país. En palabras más simples: si las propuestas de Patel se hubieran instalado hace dos décadas, esta selección de fútbol no habría gozado de los talentos caribeños que tiene hoy y, probablemente, no hubiera llegado a la final. La migración es positiva.

En la misma línea de Patel, hay otras naciones que están promoviendo reformas hostiles contra los migrantes sin reconocer los beneficios que el talento de estos les ha traído a sus países. Y claro, seguimos hablando de fútbol -lo más importante dentro de lo que es menos importante-, pero pongamos en perspectiva, como decía Smith, todos los aportes que hacen los migrantes en distintos campos.

Miremos dos casos de Dinamarca: el danés Yussuf Poulsen le anotó a Bélgica a los 99 segundos el que fue el segundo gol más rápido en la historia del torneo, hace solo unas semanas. Su padre, de Tanzania, trabajaba en un barco de contenedores que navegaba de África a Dinamarca. El otro caso es el de Nadia Nadim, quien nació en Afganistán y escapó a Dinamarca con su madre y hermanas luego de que los talibán mataran a su padre. En condición de refugiada tuvo una segunda oportunidad en la vida y hoy se convirtió en la estrella de la selección danesa. Pero además Nadim destaca por su labor humanitaria: logró dominar 11 idiomas y se formó como cirujano en la Universidad de Aarhus. Dinamarca era conocida por su gran trabajo para integrar a los migrantes y refugiados, y ha tenido muchas alegrías a partir de esta población.

Sin embargo, desde 2018 todo ha cambiado: el gobierno socialdemócrata danés, de tinte conservador, ha dificultado el proceso de asilo y está forzando a los refugiados sirios a regresar a su país, porque supuestamente “ya es un lugar seguro”. No leen noticias, por lo visto. Dinamarca ya no es el paraíso liberal que era para los migrantes, por lo que historias como las de Poulsen y Nadim, particularmente, podrían recordarles lo que se puede lograr con la integración.

Desde cada selección se puede dar un ejemplo. Italia, reticente a los migrantes hoy, se ha enriquecido del talento brasileño y sudamericano desde hace un siglo, incorporando jugadores para fortalecer su escuadra. De hecho, ese fue el plan de Mussolini para ganar la Copa del Mundo de 1934: llevar jugadores de Argentina y Brasil para volverse “invencible”. Y lo consiguió. La migración de jugadores fue constante hasta la década de 1960. Ahora Italia lo volvió a hacer nacionalizando a tres de los siete brasileños que juegan en la Euro. Antes de terminar, no olivdemos que hay deportistas nacidos en Alemania que juegan para Turquía y turcos que juegan para Alemania. Los corredores están abiertos por lado y lado. ¿Y en América?

También tenemos ejemplos de este lado: el centrocampista Erwin Junior Sánchez, que viste los colores de Bolivia, nació en Portugal, y sus compañeros Jaime Cuéllar y Adrian Jusino nacieron en España y Estados Unidos, respectivamente. Gianluca Lapadula nació en Turín, pero juega para Perú, en donde también juega Santiago Ormeño, a pesar de que nació en México. Hay argentinos naturalizados en Ecuador (Hernán Galíndez y Damián Díaz) que recibieron críticas de los ecuatorianos. También hay un inglés jugando para Chile (Ben Brereton).

Y no olvidemos que los abuelos de Édinson Cavani migraron a Uruguay, en donde hoy él es la estrella. Sobre Colombia hay que decir que dos de los jugadores del subcampeonato de la Copa América de 1975 fueron nacionalizados: Hugo Horacio Londero (argentino) y Nelson Silva Pacheco (uruguayo).

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Y ahora que la migración venezolana está por todo el continente, no es de extrañar que cada vez veamos más venezolanos en las ligas de América Latina o incluso formando parte de los equipos nacionales. Tres venezolanos con doble nacionalidad fueron convocados para la selección de Colombia de baloncesto en 2020, mientras que la selección de Colombia de béisbol contaba con ocho venezolanos en 2017. Por otro lado, la Liga de fútbol colombiana cerró 2020 con la participación de 20 venezolanos repartidos en nueve equipos.

La migración enriquece al fútbol, y a la vida misma, y por eso mismo hay que derrumbar las políticas migratorias hostiles, como las que impulsa Patel en Reino Unido, quien curiosamente fue la primera en celebrar el paso de Inglaterra a la final. Sin los migrantes no habría sido posible, secretaria.

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Ewar(6960)09 de julio de 2021 - 01:27 p. m.
Patel, deber ser originaria de India, ese apellido es tan común allá como lo es Smith en Inglaterra. No hay cuña que más apriete que la del mismo palo.
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