Confesión de Messi con el papa Francisco

El sumo pontífice argentino y el mejor jugador de fútbol del mundo se reunieron en el Vaticano. Este es un relato de ficción inspirado en ese encuentro.

Nelson Fredy Padilla Castro, editor dominical de El espectador
14 de agosto de 2013 - 09:28 a. m.
El Papa Francisco y Messi, durante su reunión del martes en el Vaticano.
El Papa Francisco y Messi, durante su reunión del martes en el Vaticano.

Su santidad, mi mayor deseo es que me confiese.
Claro, hijo mío, pero llamame con confianza padre Francisco. Haber, contame tus pecados.
Messi: ¿Qué padre?
Francisco: Que me compartás tus pecados.
Messi: Ah, es que no recordaba cómo es esto, pero mi mamá me recomendó que lo hiciera ante usted como cuando era niño y me llevaba a la iglesia en Rosario.
Francisco: ¿Qué pecados querés confesar?
Messi: Mastico demasiado chicle y escupo todo el día, sobre todo en los partidos. A Mourinho le escupí los zapatos.
Francisco: eso puede ser mala educación, no un pecado de confesión. Aquí entre nos, lo de ‘Mou’ te lo banco.
Messi: Le dedicaba demasiado tiempo a los juegos de vídeo pero ya estoy dejando el vicio.
Francisco: Con eso tené cuidado, porque se puede volver una adicción como la pornografía.
Messi: De esas revistas no he vuelto a ver, ahora soy casado, padre.
Francisco: Entiendo. ¿Qué más culpas te atormentan?
Messi: Duermo demasiado y hago mucha pereza.
Francisco: Debés dormir sólo lo necesario para mantenerte en forma, lo importante es que no entrés a la cancha medio dormido.
Messi: Sí, padre. Prometo acortar las siestas y dejar las broncas.
Francisco: ¿A qué te referís?
Messi: A decir malas palabras en los entrenamientos a los compañeros y en los partidos para ofender a los del otro equipo.
Francisco: Sí, eso está mal aunque es propio de tu laburo y más si le metés huevos, perdón, si eres comprometido con tu profesión.
Messi: ¿No está mal una que otra patada para defenderse de animales como Pepe, o para sacarme la bronca contra una valla?
Francisco: Eso es de humanos, hijo. Dejame preguntarte: ¿Es verdad que intrigás en el vestuario. Que la salida de ‘Ibra’ del Barca fue por tu culpa?
Messi: Sí, padre. Es que yo necesito que el Barca labure para mí. Eso lo saben Iniesta, Xavi y ahora Neymar.
Francisco: Es comprensible.
Messi: Claro que a veces me siento culpable, padre; me siento el dios del fútbol y mi cucha me dice que tenga cuidado con la vanidad.
Francisco: Sí, hace muy bien Celia en recordártelo. No debés sentirte Dios, es pecado, pero tené en cuenta que por algo él nos escogió y nos bendijo para estas misiones. Otra cosa es que jugués como los dioses, entonces serás recompensado.
Messi: ¿Haber estado con malas mujeres en Puerto Madero es pecado mortal?
Francisco: No, pero controlá la lujuria porque vivís en un mundo de tentaciones y los periodistas están listos a dejarte en evidencia.
Messi: ¿Las fotos que he hecho en ropa interior están mal a los ojos de Dios?
Francisco: No, pero no me gustaron las de Dolce & Gabanna porque salís con imágenes religiosas de fondo.
Messi: Perdóneme, padre. Es que a veces entre más tenés más se ambiciona; más dinero, mejores carros.
Francisco: Eso es grave. Fijate que yo me acostumbré a vivir con lo justo. Ni me he comprado zapatos nuevos a pesar de que soy papa y me han ofrecido trono, carros y hasta los ostentosos zapatos rojos que usaba Benedicto XVI.
Messi: Confieso que yo hago lo contrario: compro ropa de moda todos los días, cambio de auto cada mes.
Francisco: Aunque te lo merecés no debés volverte vano y materialista.
Messi: ¿Como Maradona?
Francisco: Sí, aunque aprendé de la fuerza y el talento que Diego tuvo para llevarnos a ser campeones en México 86.
Messi: Eso traté de hacer en Sudáfrica, pero las cosas no se dieron.
Francisco: Diego sufrió antes de ser campeón. Sigue creyendo en ti y en tus capacidades. Fijate: yo era un simple obispo y llegué a ser el primer papa latinoamericano.
Messi: Pero Diego consumía drogas y es amigo de Fidel Castro, que es ateo.
Francisco: Fidel no importa porque es un comunista arrepentido, eso le dijo a Benedicto XVI, lo importante es que vos no te metás con las drogas.
Messi: No, santo padre. Dios me libre, pero no faltan las tentaciones.
Francisco: ¿Cómo es eso de que no pagás impuestos?, según leí.
Messi: Santo padre, perdóneme. Confieso que soy codicioso y evado impuestos. Por eso ahora en septiembre debo presentarme ante un juez en España.
Francisco: Esos son pecados graves, hijo mío. Prometeme que vas a cambiar. Pagarás tus impuestos cumplidamente. Si tenés problemas en España te ofrezco el IOR (banco Vaticano) para lo que necesités y pensá más en los pobres, aunque sé que ayudás en Rosario.
Messi: Se lo juro.
Francisco: No jurés que es pecado.
Messi: ¿Qué penitencia me impone?
Francisco: que des limosna, diezma para el Óbolo de San Pedro.
Messi: ¿Qué es eso, padre?
Francisco: los días en que se recolecta dinero para la iglesia católica en todo el mundo con destino a Roma.
Messi: Ah, lo haré. ¿Cuántos millones?
Francisco: Lo que tu corazón te indique. Puedes hacerlo a través de la página de internet del Vaticano.
Messi: ¿Alguna penitencia más?
Francisco: Lee la Biblia, la parábola del hijo pródigo, para que la pongás en práctica y te quieran más en Argentina.
Messi: Es que no me gusta leer, lo confieso.
Francisco: Haz el deber y nunca pongás tus ojos en ‘La Puta de Babilonia’.
Messi: No, padre, yo no he tenido nada que ver con esa mala mujer.
Francisco: No es una mujer. Es como llamaba la iglesia Martin Lutero y de ahí tomó el nombre un tal Fernando Vallejo, un anticristo.
Messi: ¿Como Mourinho?
Francisco: Sí. Condenable a los ojos de Dios. Además, es colombiano pero vive en México y dice que los jugadores de fútbol y los hinchas somos unos idiotas.
Messi: Dios me libre de esos falsos profetas.
Francisco: Algo personal, hijo: prometeme que vas a ser campeón del mundo y goleador en el Mundial de Brasil y dedicame un gol importante. Perdoná la emoción, sólo prometeme que vas a intentarlo, claro, por la gloria del Señor y de nuestro país.
Messi: Jurado, padre.
Francisco: ¡Que no jurés! Más bien rezá el rosario cada noche como te enseñaron en casa y antes de cada partido para que la rompás.
Messi: Sí, padre. Yo me encomiendo antes de los partidos y si usted me ve en la tele siempre le dedico los goles a Dios y ahora también a Thiago.
Francisco: Sí, claro que te he visto. Ahora no me queda tiempo para la tele. Aquí mandé grabar los partidos del Barca y de San Lorenzo y no he podido verlos porque tengo que atender a mucha gente, como ahora a vos y a las selecciones de Argentina e Italia. Pero como sigo siendo socio de San Lorenzo me mandaron la remera marcada: “Papa Francisco. Rezamos por vos, rezá por nosotros”. Y así lo hago.
Messi: ¿Y recibió la mía padre?
Francisco: Si, hijo mío. La azulgrana con tu autógrafo la tengo bajo triclave.
Messi: ¿Bajo qué?, padre.
Francisco: Una seguridad especial que manejamos aquí en el Vaticano, aunque ya no muy confiable porque hasta el mayordomo del papa anterior la violó. Por eso yo mismo cargo la llave de mi baulito.
Messi: Si quiere le mando una caja fuerte como las que tengo en casa, padre.
Francisco: No hay necesidad, hijo. Acordate de lo que acabamos de hablar.
Messi: Sí, perdón, ser más humildes. Pero yo veo a su santidad en papamóvil Mercedes Benz, en helicóptero y avión.
Francisco: Son cosas de la iglesia Católica, de haber aceptado las llaves de Pedro.
Messi: ¿Llaves de cuál Pedro?
Francisco: Las llaves del cielo de San Pedro, el apóstol que asumió el compromiso de guiar a los hombres.
Messi: Perdón, padre. Es que ahora vivo día y noche pensando en seguridad para todo lo que tengo. En algún momento pensé que era malo tener escoltas armados y usted también tiene.
Francisco: No debería ser así, pero el mundo está lleno de peligros, más para personajes como nosotros. Que dios nos proteja, especialmente a ti.
Messi: Confieso que por eso no a todos los fans que piden fotos y autógrafos se los doy. Me da miedo.
Francisco: Lo mismo me pasa cuando salgo a saludar a los fieles a la plaza de San Pedro. Claro que me preocupa más enderezar el camino de esta iglesia.
Messi: ¿Alguna penitencia más?, padre.
Francisco: Ir a misa todos los domingos.
Messi: Los domingos y los sábados no puedo, padre, porque laburo.
Francisco: Perdón, lo olvidaba. Entonces los lunes.
Messi: Bueno, padre.
Francisco: Ayudame con el equipo del Vaticano. Los vi jugar esta semana y son perversos.
Messi: Haré lo que pueda aconsejándolos, padre, pero no pida milagros. ¿Algo más?
Francisco: La última: Cuando vengás a Roma traeme autografiada una camiseta tuya de la selección. Tengo una firmada por Del Potro, que vino el otro día, pero la que vale es la diez tuya, con las dos estrellas. A cambio, te doy uno de mis libros firmados.
Messi: Bueno, padre, para ponerlo de adorno en casa.
Francisco: Otra cosa: recuerda que la confesión es un sacramento secreto del que no se le cuenta a nadie, en especial a los periodistas que te esperan afuera.
Messi: Tranquilo que a los periodistas yo no les digo casi nada.
Francisco: Te creo, hijo. Me voy a preparar la homilía de mañana y a repasar el inglés con el que no he podido.
Messi: Lo entiendo, padre. Yo ni siquiera he aprendido catalán. La bendición, padre.
Francisco: La bendición, hijo mío. Todas mis oraciones estarán dirigidas a que te vaya bien en Brasil.
Messi: Y en España con lo del juez.
Francisco: Sí, por supuesto, hijo. Ve con Dios. Quedás libre de culpa.

Por Nelson Fredy Padilla Castro, editor dominical de El espectador

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