De Cucunubá a Milán, un sueño campesino hecho realidad en la moda

La ancestral ruana de lana se apresta a conquistar las principales pasarelas de Colombia y el mundo.

Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar
24 de noviembre de 2014 - 06:30 p. m.
De Cucunubá a Milán, un sueño campesino hecho realidad en la moda

Campesinos del Valle de Ubaté llevan años hilando ideas y entrelazando sueños, para llevar sus productos, especialmente la ruana, a las principales pasarelas del mundo.

En Cucunubá, un pueblo colgado del altiplano cundiboyacense, los campesinos conservan una ancestral tradición, legado presumiblemente de sus antepasados, los chibchas, como es la de confeccionar sus propias prendas. Este oficio, transmitido por generaciones enteras viste a sus pequeños con vestidos de lana y ellos, atónitos, ven cómo sus mayores entrecruzan los hilos en el telar, formando esos paños típicos de la región que han empezado a deslumbrar a lejanos modistos. Un oficio de arraigo que busca ganar un puesto en los más importantes eventos de la moda. Hoy esas maravillas telares vuelan cruzado el Atlántico a pasarelas internacionales.

El nombre de Cucunubá, ‘La niña bonita del Valle de Ubaté’, no fue concebido al azar: este municipio es un hermoso pueblo con todas sus casas pintadas casi del mismo color y una plaza central en donde se reúnen los artesanos, a dar pausa a su jornada laboral y entretanto arañar nuevas ideas para que sus productos tengan el sello propio de exportación. 

La tradición telar chibcha se ha esparcido en otros municipios como Sopó, Ubaté, Susa, Guachetá, Tausa, Tabio, Carmen de Carupa, donde se asentaban los indígenas hace más de 500 años. Allí, los campesinos empiezan a tejer desde que sus padres consideran que están listos para ejercer el saber ancestral de la región: extraer meticulosamente el pelaje de las ovejas, envolver la lana obtenida y finalmente, tejer y plasmar toda su creatividad en ruanas, cobijas, bufandas, gorros, guantes, cubiertas para muebles, y todo tipo de productos que puedan confeccionarse a partir de la lana de las ovejas, que también son criadas en las praderas cercanas a sus casas de habitación.

Hace 15 años, Tulio Efraín Alonso, de 58 años, perdió la vista en un accidente; sin embargo, jamás ha dejado de imaginar en su cabeza nuevas creaciones que ha plasmado en los trabajos de lana. Teje con lo que imagina en su mente y con lo que le dejó esa imborrable huella de su tradición. No hay habitante de Cucunubá que no sepa de él, como ejemplo de vida y como emblema de los artesanos del municipio. Vive en una de las casas típicas del lugar, con su esposa, su hija y su nieto y trabaja en un modesto taller construido por él mismo y que le ha dado todo lo necesario para vivir.

‘‘Nosotros alcanzamos a educar a nuestros hijos con nuestro trabajo del telar y de la artesanía. Yo compré este lote e hice esta casa gracias a esta tradición tan bonita’’, afirma Tulio refiriéndose al vital oficio que heredó de sus padres.

Tulio, quien hila la lana con ayuda de su esposa y su nieto de 3 años, teje los productos a pesar de su discapacidad visual. Manifiesta que su labor ‘‘es una cosa muy bonita y especial porque uno trabaja desde la casa y no está expuesto al sol ni al agua’’. Trabaja desde que el alba se asoma por uno de los montes del municipio, hasta bien entrada la noche. De esta forma, la labor se ha convertido más en una pasión y en una búsqueda constante de honrar y conservar la tradición tejedora.

De los telares cucunubenses a las pasarelas del mundo

Carolina Robayo, Julia De Rodríguez, María Luisa Ortiz, Juan Pablo Socarras, Ángel Yañez y María Clara Restrepo, la creadora de la marca Rohka, que trabaja en Milán hace 20 años, son los artistas colombiano más conocidos en el mundo de la moda. Han sorprendido al mundo en sus pasarelas, con prendas diseñadas a base de la lana cucunubense y de los trajes típicos de los campesinos de la región.

En sus diseños, han hecho una reinterpretación de la ruana, combinándola con otros tejidos y materiales como cuero y estampados. William de Jesús Contreras, el artesano que más ha contribuido a esta internacionalización, lleva 20 años haciéndolo de la mano de la Fundación Compartir, que los capacita y provee de materiales, talleres y tiendas para fortalecer y dar a conocer su labor. Dice llevar en sí un orgullo enorme al ver que sus tejidos, fusionados con otros materiales, son admirados en las pasarelas internacionales.

‘‘Me siento orgulloso de ser artesano cucunubense, de tradición, de llevar este oficio de generación en generación. Me siento orgulloso de trabajar con diseñadores, porque de la mano de un artesano y un diseñador pueden salir muchas cosas. Nosotros no tenemos que envidiarle a una pasarela de Cali, d Medellín, Bogotá… ni de Milán’’.

Dificultades de cultivar la tradición

El auge de las nuevas tecnologías ha hecho que la última generación de campesinos de Cucunubá modifique su comportamiento, pero familias como las de Tulio han tenido la dedicación para preservar el oficio, símbolo de la región.

‘‘Yo le enseñé muy bien a mi esposa y a dos de mis cuatro hijos a tejer y hacer todo el proceso. Quisiera enseñarle a otros niños y jóvenes el oficio, para que no se acabe’’, asegura Tulio sobre la preservación de esta tradición a las nuevas generaciones de la región.

Otro de los aspectos preocupantes, aparte del poco interés de las nuevas generaciones en seguir cultivando la tradición, es la fuerte competencia venida con las fibras sintéticas y la producción de países como Ecuador y China.

William reafirma ese temor con nostalgia y preocupación ‘‘se ha acabado el comercio acá en Cucunubá, muchos artesanos se han retirado por la imposibilidad de competir. Por eso llevamos lo que fabricamos a Bogotá, pero festivales como Festilana, realzan y recuperan esa labor. Se le llena a uno el corazón de alegría al ver que del paño que uno hace, sacan en una pasarela un gabán o un vestido’’.

Al margen de estas preocupaciones, los artesanos están convencidos que la lana tiene otras propiedades. Incluso creen que en sus telares se concibe el truco para la longevidad y la cura para una variedad de enfermedades.

Retirar la lana de una oveja no es tarea fácil, mucho menos si se hace en un récord de 17 minutos como lo realiza Ángel Rodríguez, y sin herir al ovino. Él está seguro que esa lana, ha sido usada para tejer fundas de licores en Alemania, construir aislantes térmicos en Estados Unidos y hasta para la protección de algunos astronautas en sus viajes estelares.

‘‘Mi abuelo murió de 120 años, mi familia ha muerto alrededor de los 90 años hacia arriba y la mayoría de habitantes de Cucunubá mueren después de los 70, porque ellos en su juventud tuvieron la oportunidad de posar sobre sus hombros una ruana de pura lana y además consumieron la carne de los ovinos’’, señala Ángel.

Afortunadamente, los campesinos del altiplano cundiboyacense no han perdido la esencia de esa tradición legada de sus ancestros, y tienen la oportunidad de seguir tejiendo, buscando un sitio en las principales pasarelas,  sin"envidiarle nada ni a Milán’’.

Por Felipe García Altamar / fgarcia@elespectador.com / @FelipeAltamar

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