De Turbay, Belisario y otras movidas matrimoniales

A propósito del anuncio del papa de abreviar el proceso de anulación del matrimonio católico, la historia de dos expresidentes y sus esposas, así como de colombianos del común.

Catalina González Navarro
10 de septiembre de 2015 - 09:03 p. m.

En los altos círculos sociales y políticos colombianos, los segundos matrimonios de los presidentes Julio César Turbay y Belisario Betancur siempre fueron tema de pasillo. Que pusieron su poder al servicio de la anulación de sus primeras nupcias, que las segundas pudieron ser ilegales o que por ser exjefes de Estado el Vaticano les arregló el problema saltándose las solicitudes de colombianos del común.

A propósito del anuncio del papa Francisco, esta semana, de agilizar los trámites de anulación del matrimonio católico, El Espectador estableció con fuentes romanas y de la curia colombiana que los dos casos sí fueron analizados en la Santa Sede con prioridad y las decisiones, directas o indirectas, terminaron favoreciéndolos.

Caso Turbay

El divorcio más emblemático es el de Turbay, presidente de Colombia entre 1978 y 1982. Se había casado en 1948 con Nydia Quintero, con quien tuvo cuatro hijos: Julio César, Diana (secuestrada por Pablo Escobar y muerta durante un fallido rescate), Claudia y María Victoria. Sin embargo, en 1983 se separaron y en 1986, abogados del expresidente acudieron al Tribunal Eclesiástico para pedir la anulación del primer matrimonio, basados en una figura del derecho canónico sobre consanguinidad.

La demostración de que Nydia Quintero era su sobrina le permitió agilizar el proceso, que fue a consulta a la curia romana antes de lograr la anulación pontificia en 1986, con el visto bueno de la Secretaría de Estado del entonces papa Juan Pablo II. En abril de ese año, Turbay anunció en una recepción de la alta sociedad bogotana que se casaría el 25 de junio con Amparo Canal, viuda de Rodríguez por la Iglesia. Los papeleos Bogotá-Roma y viceversa llevaron a que finalmente se casaran el 4 de septiembre de ese mismo año, nada menos que en la Nunciatura Apostólica, siendo nuncio su amigo Angelo Acerbi. La ayuda de este obispo y la de otros altos contactos religiosos y diplomáticos en el Vaticano resultó definitiva. Luego, Turbay fue embajador de Colombia ante la Santa Sede entre 1987 y 1989. El presidente murió en 2005. Doña Nydia, a su vez, volvió a casarse también, con el entonces designado presidencial Gustavo Balcázar Monzón, en marzo de 1984.

Aunque consultada por este diario doña Nydia, reconocida por su labor social desde la Fundación Solidaridad por Colombia, no quiso referirse al caso, documentos a que tuvo acceso El Espectador precisan que la “dispensa por cercanía de sangre” se contempla en el mundo católico desde que los canonistas del siglo XIII diferenciaron los niveles de consanguinidad entre los parentescos políticos y los consanguíneos, instituyendo el impedimento de consanguinidad en el que incurrió Turbay al casarse con su sobrina, decisión muy comentada a nivel social en la conservadora Colombia de los años 40, porque se trataba de una mujer de buena familia, formada en La Presentación de Neiva y con las Dominicas Terciarias de Funza, que se casó a escondidas con su tío en la iglesia de Santa Teresita de Bogotá. Entonces el amor fue más fuerte que el qué dirán y en los años 80, paradójicamente, esa situación fue la que le permitió al dirigente político la dispensa para casarse de nuevo, por tradición no tan factible para ciudadanos del común.

Los papas siempre la concedieron a familias de la realeza. Ejemplos: Isabel II de España y Francisco de Asís de Borbón (dobles primos hermanos, pues sus padres y madres eran hermanos), Fernando VII y dos de sus esposas (María Antonia de Borbón e Isabel de Braganza), Alfonso XII y María de las Mercedes, a quienes el pueblo les cantaba “se casa el rey/ con su primita hermana/ mira qué ley”. Alfonso XII luego utilizó la misma dispensa para casarse con María Cristina. No fue tan fácil para Enrique VIII y de sus discusiones con la Iglesia católica surge la anglicana, más flexible en ese tipo de situaciones. Hasta la princesa Carolina de Mónaco fue favorecida desde Roma con anulación matrimonial.

El tema incluso es parte de la literatura por cuenta del hoy nobel Mario Vargas Llosa, quien contó en La tía Julia y el escribidor, basándose en la reacción familiar a su matrimonio con Patricia Llosa: “Cuando la tía Julia (Urquidi) y yo nos divorciamos, hubo en mi dilatada familia copiosas lágrimas, porque todo el mundo la adoraba. Y cuando, un año después, volví a casarme, esta vez con una prima, el escándalo familiar fue menos ruidoso que la primera vez (consistió sobre todo en un hervor de chismes). Eso sí, hubo una conspiración perfecta para obligarme a casar por la Iglesia, en la que estuvo involucrado hasta el arzobispo de Lima (era, por supuesto, pariente nuestro), quien se apresuró a firmar las dispensas autorizando el enlace”. El novelista ahora afronta un proceso de divorcio de su prima Patricia Llosa, luego de 50 años de matrimonio, para casarse con Isabel Presley.

Caso Betancur

Belisario Betancur, presidente de Colombia entre 1982 y 1986, se casó con Rosa Helena Álvarez Yepes, también de origen paisa, el 21 de enero de 1946 en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Medellín. De ese matrimonio nacieron sus hijos Beatriz Helena, Diego y María. La exprimera dama falleció en 1998 y el exjefe de Estado se volvió a casar por lo católico el 20 de octubre de 2000. Surgió la pregunta: ¿Cómo lo hicieron, si su nueva esposa, la artista venezolana Dalita Navarro, había estado casada?

El proceso de anulación matrimonial de ella fue más fácil que el de Turbay, pero, según las fuentes consultadas, el principal argumento fue demostrar que la primera vez que se casó lo hizo obligada por su madre. Allegados al proceso dijeron que la cercanía de Betancur a las curias colombiana e italiana ayudó. Él, además de político, es un intelectual tan respetado que es miembro de número de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, órgano consultivo del papa.

La señora Navarro no entró en detalles, pero le explicó a El Espectador: “Mi proceso fue rápido. No recuerdo cuánto fue, pero era lo que mandaba la ley de la Iglesia católica. Yo no tuve que esperar tanto, porque el matrimonio había sido como 35 años antes y ya estaba olvidado”.

Según su opinión, “gracias al anuncio del papa se va a agilizar este tipo de trámites que son importantes. Las parejas deben ser muy sinceras, honestas y decidir, si no se llevan bien, ¿para qué seguir juntos?”.

El matrimonio Betancur-Navarro fue uno de los eventos sociales de 2000 en el Museo del Chicó, en presencia de la dirigencia política, incluidos los expresidentes Alfonso López Michelsen, César Gaviria y Ernesto Samper y sus esposas, y empresarios colombianos. La ceremonia fue oficiada por monseñor José Miguel Huertas y una presentación de la cantante de ópera Martha Senn selló la celebración. La cena estuvo a cargo del chef Harry Sasson.

El expresidente no quiso hablar de su historia matrimonial, pero la forma en que él y Dalita lo asumieron queda reflejada en una anécdota del Hay Festival de Cartagena, en 2007. Los dos se encontraron con le exesposo de ella, el periodista venezolano Teodoro Petkoff, entonces director del periódico Tal Cual y uno de los principales líderes de la oposición de ese país. Belisario le preguntó a Teodoro ellos dos qué venían siendo a nivel de familiaridad y la respuesta de todos fue una carcajada.

El pronunciamiento del papa

Un proceso largo y tortuoso, eso era lo que debían afrontar las parejas católicas para poder efectuar la nulidad de su matrimonio ante la Iglesia y poder contraer nupcias canónicas de nuevo.
 
Sin embargo, esta semana el papa Francisco anunció que el proceso sería más rápido, eficaz y gratuito, por lo que sólo se necesitaría una sola sentencia, y no dos, como en la actualidad, es decir, un único juez bajo la responsabilidad del obispo será el encargado de sentenciar la nulidad.
 
Los detalles se establecerán en la tercera semana del sínodo que se realizará en octubre en Roma y en la que se tratarán los procesos de la familia, entre ellos los matrimoniales. Allí el santo padre y los padres sinodales establecerán las normas del derecho canónico a reemplazar.
 
La medida comenzará a regir el próximo 8 de diciembre en todo el mundo y se espera que, según las indicaciones del sumo pontífice, sea gratuito.
 
El caso de Laura Acuña

En 2010 Jesús Hernán Orjuela, más conocido como el padre Chucho, fue el encargado de darles la bendición a la presentadora de farándula Laura Acuña y a Rodrigo Kling, quienes se juraron amor en una ceremonia católica en Miami, Estados Unidos.
 
Hasta que la Iglesia los separe
El Espectador consultó a sus lectores sobre su experiencia, estas son algunas de las historias. 

“Si uno no tiene dinero, no puede anularlo”

Nosotros nos conocimos en Bogotá. Fuimos novios un año y nos casamos en 2002 en Medellín, porque nuestras familias son de allá. El matrimonio duró dos años. Parecíamos estar bien hasta que él me contó que estaba con otra persona que también estaba casada. Así fue como en 2004 le dije que nos separáramos, hicimos el proceso civil y un año después hice los acercamientos para la nulidad católica. El abogado me hizo preguntas incómodas, hice mi relato y nunca prosperó.
De antemano me dijeron que una infidelidad no da pie a una anulación y me dijeron que tenía que demostrar otra causal, como que en el momento en que nos casábamos éramos inmaduros.
 
Mientras tanto mi familia en Medellín averiguó cómo podía hacer el proceso y me explicaron. El costo era de $10 millones aproximadamente. Yo no tenía el dinero, se lo comenté a mi expareja y él me dijo que tampoco, así que nunca iniciamos la anulación, porque me di cuenta de que si uno no tiene dinero no puede anularlo.
He hablado con muchos sacerdotes y les cuestiono por qué la Iglesia perdona a una persona que mata a otra y a mí no me perdona que me haya equivocado  en mi primer matrimonio. En pocos días mi hija de 10 años va a hacer la primera comunión y yo no voy a poder comulgar. ¿Qué ejemplo le puedo dar?”.
 
“Fue un tiempo justo”
 
“Los dos somos de Antioquia, estudiábamos en el mismo colegio y empezamos a ser novios a los 17 años. Así estuvimos casi cinco años. Terminamos y a los dos años volvimos. Por la tradición de las familias nos casamos por la Iglesia en octubre de 2004. El matrimonio duró dos meses, nos separamos en diciembre. Y comenzamos el proceso de nulidad, que duró cuatro años. Quería hacerlo para volver a casarme católicamente y también por orgullo, para no tener ningún vínculo con la otra persona.
 
Aunque iba cuatro veces al año a una especie de confesión, nunca tuve que ver a mi expareja en el Tribunal Eclesiástico. Una vez le dije al padre que yo me quería casar de nuevo y el 8 de octubre de 2008 me notificaron la anulación, que dice: ‘Se puede volver a contraer nupcias canónicas si así lo desea’. Para muchas personas puede ser muy largo, pero para mí fue un tiempo justo”.
 
“Debo pagar US$1.500”: Juan Guillermo Gallego
 
“Yo vivía en Estados Unidos y ella en Colombia; tuvimos una relación de lejos. Nos comunicábamos por teléfono y cartas. Eso era emocionante porque era un gran esfuerzo para mantener la relación. Una vez viajé allá y estuve tres meses con ella. Duramos 18 meses de novios y nos casamos. No alcanzamos a cumplir los 10 años. Durante año y medio estuvimos viviendo en la misma casa, pero ya no como pareja. Hace ocho años nos separamos. Comencé el proceso de nulidad ante la Iglesia hace un mes. En Estados Unidos funciona igual que en Colombia, son dos instancias. En mi caso debo pagar US$1.500 para los honorarios, más US$100 del formulario. El proceso puede durar un año si no hay complicaciones”.
 
“Su nulidad es una de las más fáciles”: John Bernal
 
“El 28 de noviembre de 1995 nos casamos; la relación terminó el 19 de diciembre del 2000. A los cuatro años decidí anular el matrimonio, porque yo soy laico comprometido y la gente me empezó a cuestionar por no haberlo hecho. Mi proceso fue rápido. Llamé al Tribunal Eclesiástico en Bogotá, hablé con el padre y me explicaron el proceso. Conseguí una abogada, diligencié el formato en el que uno narra la historia y encontró que tenía una causal de forma: mi sacerdote oficiaba en un pueblo cerca de Bogotá, y vino a la ciudad a casarme. El matrimonio quedó registrado en ese pueblo, pero no en la iglesia de Las Nieves, donde me casé, y esta no era su jurisdicción. El sacerdote me dijo: ‘Su nulidad es una de las más fáciles’. Sólo tuve que pagar la consulta de la abogada, que fueron $30.000, y la caución mínima, que era un salario mínimo. Mi proceso sólo tuvo una instancia y no fueron necesarios los testigos”.
 
“Mi historia es corta, como lo fue mi matrimonio”
 
“Nosotros nos conocimos en 1987, duramos un año de novios. Ella quedó embarazada y tuvimos una bebé, pero su familia no me dejaba ver a mi hija. Yo tenía 18 años y ella 15, así que no nos podíamos casar. En diciembre de 1988, cuando ella cumplió 16 años, nos casamos en la iglesia del 20 de Julio. Mi papá nos dio una casa para vivir de manera independiente, pero sólo convivimos dos meses. En febrero de 1989 nos separamos. Cuando deseé iniciar el proceso hicimos la separación de bienes. Y al pedir el trámite ante la Iglesia encontré varias limitaciones. Tenía que registrar civilmente el matrimonio, pues no lo habíamos hecho y ya no deseábamos hacerlo después de separados. Además debía llevar pruebas para sustentar la situación y asesorarnos de un abogado canónico. Ese proceso duró seis meses. Tengo una nueva relación, un hijo de 19 años y otro de 9, ya no quiero volverme a casar, pero me siento excluido de la Iglesia y mi hijo menor me pregunta por qué no comulgo. Según la Iglesia, las personas que vivimos en unión libre no tenemos derecho a la comunión. Sólo por eso me gustaría anularlo”.
 
Un caso en Perú en el que otorgaron la nulidad pero no se pueden volver a casar
“Vivo en Lima, Perú. Mi matrimonio duró 3 años hasta que mi exesposo me pidió el divorcio. El civil fue muy rápido, aquí se tramitan por la Municipalidad. Luego de firmar acuerdos para la tenencia y manutención de nuestra hija se procedió al proceso de divorcio que no tardo más de dos meses, mientras que el Proceso de Nulidad del matrimonio religioso tardó 4 años.

Pagué 2.500 soles, porque conseguí un beneficio de reducción de costos a través de una solicitud, donde hice constar que en ese momento no tenía trabajo. Esa solicitud me costó 50.00 soles.

El Tribunal eclesiástico me designó el abogado defensor de mi causa, al que solo vi una vez para resolver algunas preguntas sobre el cuestionario resuelto anteriormente. Fue una charla breve y concisa.

Nos otorgaron la nulidad matrimonial pero la sentencia indica que no estamos libres de contraer nuevo matrimonio religioso a menos que ambos nos sometamos un peritaje psicológico. Se trata de unas citas con la psicóloga del Tribunal eclesiástico.

En el tiempo que transcurría el proceso de nulidad matrimonial yo estaba muy agradecida de que la iglesia católica brindara esta posibilidad, sobre todo para quienes tenemos una razón fuerte para encontrar que el matrimonio es nulo, y poder contraer matrimonio frente a Dios nuevamente. Pero ahora no y decidí renunciar a esta iglesia”.

Las nulidades en Colombia

1.400 solicitudes llegaron durante 2014 al Tribunal Eclesiástico en Colombia.

1.300 se fallaron, el 98% fueron afirmativas y el 2% restante fueron negativas en segunda instancia.

 
 
cgonzalez@elespectador.com 
 

Por Catalina González Navarro

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