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Diez años del mayor caso de pederastia en Portugal

Pese a la condena de seis personas el caso aún plantea interrogantes.

EFE
01 de diciembre de 2012 - 11:39 a. m.
Foto: Archivo Particular
Foto: Archivo Particular

El mayor caso de pederastia conocido en Portugal, el de la Casa Pía, fue destapado hace diez años y se convirtió en un escándalo de grandes proporciones que, pese a la condena en firme de seis personas, aún plantea interrogantes.

Miles de horas de juicio, medio centenar de sesiones frente a los magistrados, cerca de un millar de testigos y un proceso recogido en un sumario de 66.000 páginas dan una idea de la magnitud del suceso, que sacudió los cimientos de la sociedad lusa y del que todavía faltan por esclarecer algunos puntos.

La Casa Pía es una entidad benéfica con larga historia en Portugal. Fue creada en 1780 y actualmente proporciona educación a más de 3.000 niños y jóvenes huérfanos y sin recursos de hasta 22 años, para lo que recibe ayudas públicas por valor de unos 38 millones de euros.

Bajo el propósito inicial de prestar asistencia a los más desfavorecidos, la institución acabó sin embargo por acoger en su seno una larga serie de abusos sexuales -se llegó a hablar de hasta un centenar de víctimas- que salieron a la luz tras ser publicados en varios medios.

Declaraciones contradictorias de los principales acusados, robos de documentos custodiados por la policía, amenazas a testigos y víctimas, así como chuzadas telefónicas a algunas de las principales autoridades del país jalonaron un proceso polémico que por momentos adquirió tintes casi cinematográficos.

La relación de políticos, estrellas de la televisión, diplomáticos y miembros de la propia Casa Pía con los casos de pederastia le otorgó también gran atención mediática, y varias televisiones compitieron entonces por presentar a antiguos alumnos que denunciaran los abusos.

El caso afectó al Partido Socialista después de que su diputado Paulo Pedroso, antiguo ministro y en ese momento "delfín" del entonces secretario general del partido, Eduardo Ferro Rodrigues, fuera inicialmente acusado.

Aunque permaneció en prisión preventiva durante casi cinco meses, Pedroso ni siquiera fue incluido entre los procesados, y su detención alimentó diversas tesis que relacionaron la política con el caso.

El juicio se sustentó en las más de 600 acusaciones que pesaban sobre Carlos Silvino, chófer y antiguo alumno de la Casa Pía, quien dijo haber sido violado por profesores y estudiantes de la institución cuando era menor y reconoció haber servido de intermediario años más tarde para facilitar más abusos.

Silvino también fue pieza clave para llevar ante el juez al resto de acusados, aunque cambió en varias ocasiones su testimonio.

Finalmente se consideró probada la culpabilidad del presentador de televisión Carlos Cruz -toda una estrella de la época-, el diplomático Jorge Ritto, el abogado Hugo Marcal, el médico Joao Ferreira Diniz, el ex director adjunto de Casa Pía Manuel Abrantes y la única mujer, Gertrudes Nunes.

En respuesta a preguntas, la actual presidenta de la institución benéfica, Cristina Fangueiro, reconoce las "repercusiones negativas" que tuvo el proceso para la imagen de la Casa Pía, que una década después sigue intentando superar ese estigma.

El caso de pedofilia "marcó una nueva fase en la vida de la institución", que desde entonces ha "alterado procedimientos" y ha formado a sus trabajadores para detectar cualquier tipo de abuso, según Fangueiro.

Pese al tiempo transcurrido lo ocurrido en el seno de la Casa Pía no se olvida en Portugal y sale periódicamente a la luz, en la mayoría de ocasiones con pequeñas novedades que refuerzan la creencia popular de que quedan aún cabos sueltos.

El último ejemplo se produjo hace dos semanas, cuando una de las víctimas de los abusos sexuales afirmó que las acusaciones no pasaban de ser "una broma" y que recibieron dinero por implicar a figuras políticas de renombre.

La propia Justicia lusa revisó en febrero tres de las seis sentencias de condena emitidas en 2010 y permitió la salida de la cárcel del abogado Hugo Marcal, además de reducir la pena de prisión a Silvino y a Carlos Cruz.

Víctimas, imputados y periodistas también se han encargado de recordar lo ocurrido con la publicación de varios libros sobre un caso que todavía sigue vivo en la memoria de los portugueses. 

Por EFE

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