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El tormento de los adolescentes

La poca confianza en los profesores, la escasa comunicación con los padres y el mal uso de las redes sociales están llevando a que los jóvenes pierdan el rumbo.

Redacción Vivir
14 de septiembre de 2014 - 02:00 a. m.
/ 123rf
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“Durante 20 años he escuchado a los estudiantes que ven en mí un confidente y que me comentan todos los días lo que los atormenta, las inseguridades que tienen y, algunos, el desasosiego que sienten frente a la vida. Pero un día pensé en que no sólo quería llegar a los jóvenes cercanos a mi lugar de trabajo, sino que quería influir a muchos otros”, dice Antonio Ortiz, docente y escritor de Mal educada: la historia de una generación perdida y de La extraña en mí.

Son dos libros que han batido récords en ventas, pero que además se han convertido en un referente para los adolescentes y sus familias. Ambos son historias basadas en hechos reales, que narran la vida de jóvenes que han perdido el rumbo porque sus familias están desestructuradas, en sus colegios el matoneo es constante y sus refugios han sido las malas amistades, el alcohol y la droga.

No es ficción, es la realidad que viven miles de jóvenes en el mundo y en Colombia ya es una constante, señala el escritor. “Ese es el contexto en el que están creciendo, con una vida llena de complejos que los llevan a la depresión y a cometer actos insólitos. Y lo más grave es que no se conoce”, dice el autor. Parte de los problemas se quedan en lo más profundo de cada uno, y cuando se manifiestan, lo que reciben son críticas y represiones sociales y no precisamente apoyo. Ello lleva a estas personas a padecer trastornos de imagen, a la autoflagelación e incluso al suicidio.

La extraña en mí (Panamericana Editorial) es el último libro de Ortiz. Surgió porque a raíz de la publiación Mal educada, unos padres lo contactaron porque querían contarle la situación de su hija, querían que fuera conocida para que otros jóvenes no cayeran a ese abismo.

Su familia era como muchas otras familias colombianas. Cuando tenía ocho años, su padres se separaron y cada cual volvió a rehacer su vida por aparte, y a ella eso la hacía sentir incómoda. En el colegio, comenzó a alejarse de sus compañeros y poco a poco se fue convirtiendo en el hazmerreír de todos. Los comentarios que le hacían eran cada vez más ofensivos y las redes sociales se convirtieron en su compañía, pero a la vez en su tormento. Por estos medios el matoneo era aún más fuerte. El diagnóstico fue un trastorno de depresión severo.

Este un problema que no sólo afecta a las personas, sino a quienes están a su lado: a su familia y amigos que, realmente, pocas veces saben cómo manejar la situación. Definir quién tiene la culpa, si los padres o el colegio, se convierte en un eterno dilema por resolver. Pero según este escritor, que ha dedicado su vida a la educación, los errores son de ambos.

“Muchos colegios no tiene las herramientas para afrontar estas problemáticas, los profesores tiene demasiadas tareas por cumplir y no cuentan con el espacio para comunicarse con sus estudiantes. Por su parte, algunos papás piensan que su labor es entregar sus hijos a la escuela y desentenderse del tema”, dice Ortiz.

Para él, hoy los padres no sólo deben preocuparse por las drogas, el alcohol y un embarazo no deseado, sino también del uso irresponsable de las redes sociales.

“Es necesario que desde todos los ámbitos de la sociedad se aborden estas problemáticas.En el país estamos teniendo muchos problemas con esta clase de situaciones. Tenemos leyes muy cortas y un sistema educativo que a veces se interesa más por si quedamos primeros o últimos en las pruebas Pisa, que por si realmente las personas crecen con autogestión y valores. Es urgente que la sociedad conozca lo que está sucediendo con los adolescentes”, asegura el escritor.

Por Redacción Vivir

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