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La madre que enfrentó dos veces la furia de la naturaleza

Sobrevivir a la avalancha de Armero la motivó a ayudar a los demás desde los 12 años.

Mariana Suárez Rueda /
10 de mayo de 2014 - 06:11 p. m.
Nohora Cruz es una de las 63 mil madres comunitarias que hay en Colombia. Durante diez años ha velado por el bienestar de decenas de niños en la localidad de Fontibón, en Bogotá
Nohora Cruz es una de las 63 mil madres comunitarias que hay en Colombia. Durante diez años ha velado por el bienestar de decenas de niños en la localidad de Fontibón, en Bogotá

Nohora Cruz ha tenido que enfrentar dos veces la furia de la naturaleza. La primera fue en Armero. Tenía 12 años y la avalancha se llevó las casas de sus amigos y a 40 familiares. Milagrosamente sobrevivió con sus padres y su hermana. A partir de entonces sintió el deber de ayudar, de retribuirles a otros la alegría de estar viva.

Comenzó con una niña sordomuda que había quedado perdida entre el lodo y los muertos. A punta de señas lograron comunicarse y buscar a sus seres queridos. Finalmente los encontraron. Luego se vinculó con las Hermanas Terciarias Capuchinas para enseñarles a leer y a escribir a los ancianos de los municipios vecinos.

Cuando se graduó del colegio quiso probar suerte en la capital. Llegó a Bogotá cargada de sueños y expectativas. Estudió sistemas, se casó y compró una casita cerca de El Recodo, en la localidad de Fontibón. Aquí tuvo que enfrentar la otra tragedia: la ola invernal de 2011 que llenó de agua su casa y casi acaba con el barrio. En ese momento ya era madre comunitaria. Lo decidió desde que se mudó con su esposo y comprobó que estaba rodeada de necesidades.

Se capacitó en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y convenció al padre de sus tres hijos de renunciar a la sala y el comedor, y convertir ese espacio en un pequeño “hogar” para que niños en condiciones de vulnerabilidad pudieran jugar, aprender y crecer durante ocho horas todos los días.

En 2004 abrió las puertas. Ricardo fue uno de los primeros niños que recibió. Sufría parálisis cerebral leve y tuvo que investigar y formarse para manejarlo y explicarles a sus compañeros por qué, a pesar de comportarse y lucir diferente, era igual a ellos. Hoy, cuenta orgullosa, Ricardo está a punto de graduarse como bachiller. Su anhelo es entrar al Sena para estudiar mecánica.

Nohora recuerda que también le impactó Nicolás. Nació con hidrocefalia y a los 18 meses lo “adoptó” de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde. Dijeron que podría caminar hasta los siete años y que tardaría bastante en dejar el pañal. Nuevamente indagó por la enfermedad y buscó asesoría con el ICBF para manejar el caso. “Nicolás dejó el hogar cuando cumplió cinco años y debía pasar al jardín, explica con un dejo de nostalgia. Ya sabía ir solo al baño y, en vez de caminar, corría”.

Escribir poesía y estudiar son los pasatiempos favoritos de Nohora durante las tardes, cuando por fin reina el silencio en la casa. De hecho formó parte de la primera promoción de madres comunitarias que se graduaron como técnicas en preescolar gracias a un convenio con Colsubsidio y ha hecho diplomados en formulación de proyectos y atención integral a la primera infancia.

El año pasado, junto con las otras madres comunitarias de Fontibón, presentó una iniciativa para mejorar la minuta de los niños. Es decir, lograr que se incluyera en su alimentación una bebida láctea y una porción de queso. A finales del año pasado fue aprobado el presupuesto, pero por cuenta de la destitución del alcalde Petro el proceso se retrasó y sólo hasta esta semana recibieron los primeros yogures.

El impacto de su labor no sólo lo ha sentido la comunidad. Quedó grabado en la mente y el corazón de sus hijos. La mayor tiene 22 años y es madre comunitaria del hogar Rafael Pombo. La que sigue está a punto de obtener su diploma de bachiller y anhela estudiar psicopedagogía para seguir los pasos de su mamá. El pequeño, de nueve años, prácticamente nació y creció en el hogar. Le encanta jugar fútbol y compartir tiempo con quienes también recibieron el cariño, la atención y las enseñanzas de Nohora durante sus primeros cinco años de vida.

msuarez@elespectador.com

@MarySua

Por Mariana Suárez Rueda /

 

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