Un avión puede llegar a pesar 43.000 kilos y cuando este ya no es útil ni seguro para volar, se debe desechar, pero no es nada fácil pues está hecho de elementos supremamente resistentes que no se degradan ni se deshacen. Es por esto que varias empresas han generado maneras de aprovechar las toneladas de material que queda después de que un avión termina su vida útil.
Algunas partes son recicladas por las mismas fábricas de aviones y después de algunos arreglos y limpieza vuelven a ser parte de otra aeronave, pero otras muchas partes no pueden ser reutilizadas en aviones nuevos.
Es aquí donde entran al juego las empresas que por medio del reciclaje y el diseño, le dan nueva vida a los aviones viejos.
MotoArt se dedica a diseñar y producir muebles con partes de 747 y DC-9 para crear camas, barras de bar y sillas con toques algo futuristas y muy rudas.
Del aire al agua, eso fue lo que le ocurrió al Cosmic Muffin, un viejo Boeing 307 Stratoliner que fue adaptado para viajes acuáticos.
David Hertz es el arquitecto responsable de la creación de 'The Wing House', en Malibú, donde las alas de un 747 se mezclan con las curvas de la casa.
Dormir dentro de un 727 es posible en el Hotel Costa Verde de Costa Rica, donde el avión esta clavado en una montaña y si lo desea puede pagar la noche para disfrutar de la suite 727 Fuselage Home.
Y para completar toda esta movida ambientalista, de reciclaje y aprovechamiento de la supuesta basura, los aviones también pueden ser lanzados al mar, para que con el paso del tiempo la naturaleza haga su trabajo y forme un enorme arrecife que le dará hogar a miles de peces y así cuidar la vida marina. Versión CNN.