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Pasión eterna

La Funeraria Betancur de Medellín cumplió cien años. A través de cuatro generaciones han logrado hacer parte del patrimonio histórico antioqueño.

Laura Villamil Barrera
06 de octubre de 2012 - 10:42 p. m.
William Betancur, gerente de la Funeraria Betancur, que cumplió un siglo de existencia y  ahora tiene atención especializada para los hinchas del fútbol. / Luis Benavides
William Betancur, gerente de la Funeraria Betancur, que cumplió un siglo de existencia y ahora tiene atención especializada para los hinchas del fútbol. / Luis Benavides

Leonardo Betancur pensaba diariamente en cambiar su profesión. Llevaba varios meses sabiendo que a cualquier hora de la noche recibiría un llamado a su puerta para atender a personas sin consuelo que, a cambio de gallinas y mercados, le pedían un ataúd. Ignoraba que ese era el comienzo de 100 años de historia y tradición; el inicio de una empresa que se ha convertido en un sinónimo de la riqueza patrimonial de Medellín.

Tenía una carpintería en San Antonio de Prado (corregimiento de la ciudad), donde los pedidos de sillas, mesas, armarios y camas se redujeron, o en realidad fueron opacados por el descubrimiento de una vocación: ser el creador de cajones para contener cuerpos vacíos, cuerpos que liberaban las almas para alcanzar la “vida eterna”. 

Así en 1912 su carpintería se convirtió en la Funeraria Betancur, que un siglo después conserva el espíritu de su fundador con una característica disposición para solucionar las inquietudes de los familiares de los difuntos. Es así como han logrado desarrollar un portafolio de servicios que va desde el envío de cenizas al espacio y el sepelio de mascotas, hasta el censo de fantasmas, porque “ser funerario se lleva en la sangre”, como cita William Betancur, tataranieto de don Leonardo y actual gerente del negocio.

Explica que la razón que mantiene con vida al legado familiar, es su constante preocupación por adaptarse a las exigencias del tiempo y el espacio. Del tiempo porque la tradición de la muerte se ha transformado con el paso de los años, acabando con ciertas costumbres y ritos como velar a las personas en su propia casa y reducir las ceremonias a una sencilla cremación.

Y del espacio porque no sólo se dedican a prestar sus servicios para “cristianas sepulturas”, sino que lo hacen para protocolos distintos, como los judíos o los africanos. “Entendemos que no todos vemos la muerte de la misma manera. En algunos casos no presenciamos los funerales ni preparamos los cuerpos, nos limitamos a mandar hacer los ataúdes según las preferencias de los clientes”.

Es tan profunda su política de escuchar al cliente que se han convertido en los protagonistas de esas historias que hay que repetir más de una vez para hacerlas creíbles. “Muchos decían: ‘ojalá pudiéramos enviar su cuerpo al cielo, ¡cómo le gustaba!’; entonces hicimos un convenio con la agencia espacial Celestis y hemos enviado nueve cenizas a la órbita de la Tierra (con un costo de US$10 mil). En este momento también cotizamos lanzamientos a la Luna y algunas veces hasta terminamos dando asesorías jurídicas en sucesión de bienes”, cuenta, resaltando emocionado esa filosofía heredada.

El culto a la muerte, un motivo de innovación

La muerte tiene una percepción tan cultural que ha sido la base para crear las ofertas de la Funeraria Betancur, entre ellas, “Pasión eterna”, que consiste en una afiliación por 3.500 pesos mensuales a un plan exequial que incluye un cofre diseñado para los fanáticos de algunos equipos de fútbol. “En este tenemos a 700 personas. Además, tenemos a 2.500 en ‘Familia y pet’, una alternativa para darle una digna sepultura a un miembro fundamental de la familia: la mascota. Para este último se pagan entre 12 y 24 mil pesos, dependiendo del número de personas del grupo”.

Mientras exhibe su portafolio, Betancur hace cuentas para asegurar que en la mayoría de estos planes los usuarios no alcanzan a pagar la totalidad del servicio funerario antes de ser sorprendidos por la muerte, teniendo en cuenta que el valor tradicional de un plan exequial en el mercado oscila entre 1,2 millones y 3,4 millones. “Sabemos que entre nuestros clientes tenemos a muchísimas personas de escasos recursos, entonces estas opciones son perfectas para ellos”.

Asimismo, narra la existencia de una actividad que convierte a la funeraria una agencia cazafantasmas. Con el objetivo de descubrir qué lugares de la ciudad tienen presencias paranormales, mediante pruebas reunidas con cámaras y potentes captadores de sonido, los Betancur quieren aportar a la construcción de la memoria de la ciudad con documentos y registros.

En esta tarea reciben el acompañamiento de representantes de distintas vertientes religiosas, y hasta el momento tienen 40 evidencias fotográficas y 600 reportes en todo el país, encontrados mediante encomiendas de personas, que no necesariamente son sus clientes, pero que aseguran haber tenido experiencias con espíritus o apariciones.

Los frutos de la tradición

La funeraria tiene once carrozas fúnebres, con las cuales atiende entre 30 y 50 defunciones al mes. Las más importantes para su registro han sido las ceremonias de grandes industriales y políticos antioqueños, como la del gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria. Además, tienen más de once publicaciones en prensa y alrededor de 32 reconocimientos, entre los que se encuentra una carta del presidente Juan Manuel Santos que felicita su trayectoria y aporte al patrimonio de Medellín durante sus cien años de vivir de la muerte.

“Sabemos que la mayoría de la gente le huye a cualquier tipo de contacto con lo que hacemos, nadie quiere tener casas mortuorias vecinas, pero para nosotros es algo natural porque es una tradición familiar”, afirma, corroborando que en diversas ocasiones han preparado las exequias de los miembros de su árbol genealógico. “Pensamos en la muerte como la graduación de la vida, no la vemos con miedo”.

Esta funeraria, que se transforma en agencia de viajes para hacer que las familias sean testigos del envío de cenizas al espacio, transmite sepelios por internet, tiene convenios con funerarias internacionales para que operen con su nombre y es un emblema de emprendimiento, seguirá diversificando sus actividades, porque como insiste este representante de la nueva generación del apellido: “nuestro criterio ha sido escuchar a las personas y en eso radica nuestra innovación. Estamos seguros de que las ideas que lleguen a nuestros oídos terminarán siendo una realidad  y una nueva forma de aceptar la muerte”.

Por Laura Villamil Barrera

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