Perros y humanos, ¿por qué nos queremos tanto?

Investigaciones científicas demuestran que al igual que nosotros sienten eomociones como alegría, dolor y estrés. Conozca cómo la relación con ellos impacta en el bienestar físico, psicológico y social de quienes los rodean.

Marcela Díaz Sandoval
27 de septiembre de 2016 - 06:21 p. m.
Diversos estudios científicos han revelado los efectos positivos de la interacción con los animales en la salud de los seres humanos. / iStock
Diversos estudios científicos han revelado los efectos positivos de la interacción con los animales en la salud de los seres humanos. / iStock

Las relaciones entre humanos y animales se han estrechado a lo largo de la historia. Las capacidades físicas y destrezas de otros seres vivos han sido utilizadas como medio de trabajo, fuente de alimentación, elemento de vigilancia, instrumento de entretenimiento, símbolo de lo sagrado, apoyo en condición de discapacidad o simplemente compañía. Lo nuevo son los estudios científicos que desde hace un tiempo se están enfocando en los patrones neuronales y de comportamiento.

Néstor Calderón, médico veterinario, explicó en el marco del lanzamiento de la estrategia Pedigree: Alimenta lo bueno, que aunque todas las especies han sido protagonistas en la vida de las personas, en las últimas décadas ha cambiado el orden en la escala sociozoológica, mediante la cual se definen las funciones que cumplen los animales.

“Hace dos siglos, la cultura giraba en torno a los caballos, que ocupaban el estatus más alto. Con el tiempo, esa escala fue cambiando y hoy el estatus mayor lo ocupan los animales de compañía”.

Es así como los perros, principalmente, se han convertido en objeto de estudio para analizar sus similitudes biológicas con los humanos y entender por qué logran incidir tanto en nuevos y positivos comportamientos de nuestra especie.

La primera publicación sobre la mente de los animales tuvo origen en Occidente hacia 1902, y en ella quedó claro que las mascotas tienen una vida mental. Desde entonces se puede afirmar científicamente lo que la gente siempre ha intuido: que son inteligentes, sanadores y cuentan con poderes y habilidades increíbles.

“Más adelante, en 1997, en la Unión Europea, los animales fueron elevados al estatus de seres sintientes, cuando el Tratado de Ámsterdam incluyó en el protocolo 10 su protección”, cuenta Calderón. Y aunque pueda parecer tonto, detalla, en Colombia, por ejemplo, apenas en enero de este año, las mascotas fueron reconocidas por una ley de la República como seres que sienten, pues antes se definían como simples cosas que se mueven.

Esto se traduce en que son capaces de experimentar sensaciones positivas y negativas: dolor, placer, alegría, miedo, ansiedad y estrés. Las tres últimas son consideradas las más críticas para su salud y suelen ser las más frecuentes. “Una investigación demostró que las mismas estructuras del cerebro humano que se activaban en diferentes situaciones también lo hacían en un perro. Lo que pasa es que se expresa distinto. Ante el estrés corren, pelean, se paralizan y se mueven, mientras las personas se comen las uñas y sudan”.

Hoy, el tema de conciencia y sensibilidad hacia ellos es tan fuerte que en Colombia las personas pueden terminar en la cárcel por maltratar a un animal. “Por más ridículo que parezca, detrás de él hay una relación estrecha con un humano y su daño impacta emocionalmente a alguien más, lo que se convierte en un problema social”, detalla el médico.

Aunque en un principio la relación hombre-animal tenía otro sentido, estudios científicos han revelado los efectos de la interacción con animales en la salud de los humanos y se han descrito múltiples condiciones médicas en las que se ha observado que la compañía de una mascota favorece los procesos de recuperación. También se ha estudiado la influencia que tienen en la calidad de vida de personas saludables y con enfermedades tanto agudas como crónicas.

“Son innegables los sentimientos que los perros, especialmente, despiertan en nosotros. Actualmente son un miembro más de la familia, que merece amor, respeto, cariño y cuidado. A ellos debemos retribuirles el simple hecho de que nos amplíen nuestro círculo de compasión”, concluye Calderón.

Por Marcela Díaz Sandoval

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