La rabia no es una buena consejera, pero es la consejera de muchos. Quizás de todos los que, engañados, traicionados o simplemente despechados, han encontrado en internet la oportunidad para vengar sus corazones heridos.
En inglés lo llaman revenge porn. Porno por despecho, podría ser en español. En el idioma que se bautice, el concepto es el mismo: subir a internet fotos, videos o cualquier elemento que delate las intimidades de la expareja. Mientras más explícitos, más dulce la venganza.
Dicen que el pionero del género es un tal Hunter Moore. En 2010 creó Isanyoneup.com, una página en la que cualquiera que se estuviera cocinando de la rabia tenía las puertas abiertas para desahogarse a su antojo. Otros le han seguido los pasos y han intentado ver en ese oscuro deseo una oportunidad de negocios.
Kevin Bollaert creó recientemente Ugotposted y aumentó el nivel de crueldad al vincular a las víctimas a las páginas de Facebook.
Pero esa era la historia hasta que ambos, Moore y Bollaert, fueron llevados a juicio en Miami. Está por verse si la justicia norteamericana le pone un palo a la rueda de la venganza 2.0.
La mujer que decidió enfrentar a los dos gurús del porno por despecho, una tal Charlotte Laws, no está sola en la lucha. Women Against Revenge Porn y End Revenge Porn han agrupado víctimas y potenciales víctimas que con toda razón han visto en estas páginas un atentado al derecho a la intimidad.
De hecho, este mes Brasil dio un paso fundamental en la defensa del derecho a la intimidad en el mundo virtual al sancionar el Marco Civil de internet. Se trata de un conjunto de normas para garantizar la neutralidad en la red y la privacidad de los internautas.
El Marco Civil “ayudará a alumbrar una nueva era en la que los derechos de los ciudadanos estarán protegidos por leyes digitales en todos los países del mundo”, aseguró a medios de comunicación el científico británico Tim Berners-Lee, considerado el inventor de internet y uno de los muchos especialistas en elogiar la iniciativa brasileña.
Pero está por verse si las leyes pueden poner en cintura a los corazones heridos que se mueven por la más primitiva de las lógicas: actúa primero, piensa después.