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La Procuradora

PAULA ANDREA RAMÍREZ BARBOSA es una de las funcionarias estelares de la era de Alejandro Ordóñez en la Procuraduría. Tiene apenas 32 años y una carrera tan meteórica como disciplinada.

Juan David Laverde Palma
03 de enero de 2013 - 04:11 p. m.
/ Andrés Torres
/ Andrés Torres

A sus 32 años, la ibaguereña Paula Andrea Ramírez Barbosa le habla al oído al procurador Alejandro Ordóñez. Es la delegada para el Ministerio Público y tiene a su cargo a 800 personas, entre procuradores y personal administrativo —casi todos mayores que ella—. El carrusel de la contratación, el caso Colmenares o el desfalco a la DIAN o cualquier expediente que se le ocurra: allí interviene por medio de sus delegados con sus ojos vigilantes y una disciplina que le deja poco tiempo para todo lo demás.

Es metódica, hiperactiva, cuasivegetariana, impaciente —muy impaciente—, adicta al café y últimamente a la literatura alemana; además, con cinco hermanos, sin hijos, sin marido y sin tormentos. Hace un par de meses llegó de Estambul —“mi ciudad favorita en el mundo”—, aunque dice que viviría feliz en Nueva York. Su encanto por el vino tinto y las tapas —las sepias le fascinan— le viene de sus años académicos en la Universidad de Salamanca, en España, donde hizo doble maestría en Ciencias Políticas y derecho y un doctorado con tesis laureada, calificada como la mejor en derecho penal de la universidad española en 2006. Es la única colombiana que ha tenido esa distinción.

Su hoja de vida es tan extensa como sus piernas —mide 1,76—, a pesar de ser tan joven. A los 15 años entró a la universidad, a los 20 ya oficiaba como auxiliar del magistrado Augusto Ospitia en la Sala Penal del Tribunal de Ibagué; después de su paso por España —su primer libro lo publicó en Madrid— ingresó a la Fiscalía de Mario Iguarán como encargada del desarrollo e implementación de la Unidad de Justicia y Paz y lo asesoró en derechos humanos, DIH y cómo enfrentar la criminalidad organizada. En ese entonces tenía 26 años. Cambió de súbito su vida monacal y de estudio consumado por las vertiginosas exigencias que demandaba el ente investigador.

A sus 28 años, le ofrecieron regresar a Salamanca como profesora titular, pero ya era una obsesiva por el corre-corre de la Fiscalía y declinó para seguir formándose entre expedientes y códigos aplicados. Ese mismo año, en la Corte Penal Internacional fue asistente especial del secretario de la asamblea de los Estados Partes del Estatuto de Roma. En 2009, saltó a la Procuraduría y pronto se ganó la confianza de Ordóñez. Administra su tiempo para proyectar conceptos, elaborar informes sobre derechos humanos, memoria del conflicto, el deplorable panorama de las cárceles colombianas y otro largo etcétera.

En enero de 2012, el Departamento de Estado de EE.UU. la seleccionó como una de las líderes colombianas en el continente. En más de 10 países ha dictado charlas como invitada, lleva 12 años como catedrática y quizá por esta enrevesada realidad judicial del país —donde han ocurrido absurdos como el protagonizado por Joseph K.— uno de sus libros emblemáticos es El proceso, de Kafka. Si pudiera se la pasaría viajando como una trotamundos. Tiene demasiado kilometraje profesional a sus escasos 32 años. Su abuela Mariela Londoño ha sido un modelo inspirador. El perfil sobre Paula Andrea habría quedado incompleto sin mencionarla a ella.

Por Juan David Laverde Palma

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