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La revancha de las damas

Concebido como una batalla, el ajedrez no tuvo en cuenta a la mujer. Hoy ellas cobran su revancha, aunque según el último escalafón de la FIDE, solo representan el 2% de los cien mejores del mundo.

María Antonia León *
05 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
La revancha de las damas

Nació con el propósito de entretener a un rey indio que se encontraba en estado terminal y se convirtió en el único deporte que también es considerado una ciencia. Al principio se llamó chaturanga, que significa ‘entre cuadros’, y sus fichas representaban las cuatro armas del ejército indio: carros, caballos, elefantes e infantería, pero cuando pasó a Occidente, estas fueron reemplazadas por torres, caballos, alfiles u obispos y peones. Sin embargo, por ser la representación de una guerra entre dos bandos, el juego original no incluía la figura de la dama y, de hecho, no era en absoluto una actividad que realizaran las mujeres, ancladas por siglos a la órbita doméstica.

La evolución del ajedrez no solo ha incluido aspectos tecnológicos como el Reloj Fischer, diseñado y patentado en 1988 por el heroico ‘Bobby’ para compensar los tiempos de las jugadas, o la modalidad Blitz, o ajedrez relámpago, que les otorga dinamismo a las partidas al disminuir su duración a menos de cinco minutos. Al ser un juego que representa modelos sociales y de pensamiento, la aparición y protagonismo de las mujeres tanto en el tablero como en el cerebro que les da vida a las fichas le ha otorgado al ajedrez una nueva dimensión a la revolución feminista. Por eso, en el VIII Festival Internacional de Ajedrez, que tendrá lugar del 9 al 13 de octubre en la Universidad Central, la participación de los equipos femeninos olímpicos de Cuba y Colombia no es un azar.

Los organizadores de los tres torneos que componen el festival quieren destacar la trascendencia que está tomando el ajedrez femenino en el país y en el mundo, una rama que pasó de tener audiencias mínimas en los años noventa a contar hoy con figuras imbatibles en la escena internacional, como Judit Polgar y Yifan Hou, únicas mujeres que están entre los mejores cien del escalafón absoluto. A nivel nacional, las chicas están avanzando a buen ritmo. Como hecho histórico, entre las cien mejores ajedrecistas femeninas que aparecen en la clasificación de la FIDE del 1° de octubre están los nombres de tres colombianas: Paula Andrea Rodríguez, en el puesto 15; Melissa Castrillón Gómez, en el 63, y Aura Cristina Salazar, en el 79. Además, nuestro país cuenta con dos grandes maestras: Beatriz Franco y Nadia Ortiz.

Por fortuna, las ajedrecistas de hoy no tienen que lidiar con la discriminación y el cuestionamiento con que lidiaron las jugadoras de antes, pero aún así el ajedrez femenino enfrenta un match que será difícil de vencer y es el escaso número de niñas que se dedican a este deporte, justificado en la pobre aparición de mujeres en el escalafón absoluto, que combina jugadores de ambos géneros. En el II Congreso de Ajedrez Femenino, que se llevó a cabo en Kassel, Alemania, se planteó por qué el ajedrez es un deporte apropiado para las niñas. La respuesta generalizada fue: “¡las niñas queremos pensar!”. La pregunta que sigue sería: ¿cómo lograrlo? Tal vez la historia del ajedrez ofrezca algunas pautas.

La historia del ajedrez es como un match de ajedrez. Cuando el indio Susa Ben Dahir inventó el ajedrez en el siglo VI después de Cristo, no incluyó la figura de la dama. Según el historiador español José Antonio Garzón, cuando el juego fue introducido en Europa, al lado del rey había una figura muy débil y masculina llamada alferza, un pesado guerrero medieval que apenas se movía un paso en diagonal.

La llegada de la dama al tablero blanquinegro ha suscitado varias teorías. El ajedrecista e investigador holandés Govert Westerveld aseguró que esta ficha estuvo inspirada en Isabel la Católica. Gracias a que esta monarca española se movía a sus anchas en el poder —como lo hace la reina en el ajedrez moderno—, logró cambiar el mundo y su país. Dos acciones ambiciosas le otorgaron ese mérito: su apoyo a las expediciones que Cristóbal Colón hizo a América y la expulsión de los moros y judíos de España. La revolución ajedrecística del siglo XV en ese país coincide con la monarquía de los reyes católicos, por lo que varios historiadores consideran que Isabel también cambió para siempre la dinámica del juego. Durante los siglos XVI y XVII el ajedrez experimentó un importante cambio y la reina se convirtió en la pieza más poderosa del tablero. Representaba ‘el poder detrás del trono’.

Algo similar ocurrió con la aparición de las primeras ajedrecistas. La rusa Vera Menchik es la pionera indiscutible. A principios del siglo XX se atrevió a desafiar las reglas del juego por fuera del juego y comenzó a participar en los torneos de ajedrez que estaban reservados exclusivamente para los hombres, negándose a participar en los torneos femeninos.

A pesar de las críticas, esta guerrera puso una piedra en el difícil camino de la equidad de género. Con una gran capacidad para identificar las debilidades de sus oponentes, esta ajedrecista venció a tantos de ellos que existió un grupo llamado “El club masculino de Vera Menchik”, conformado por aquellos que fueron derrotados por la rusa. El club, al que pertenecen figuras destacadas como Reshevsky, Yates, Colle, Becker y Drezga, fue inaugurado por el mismo que lo creó: Albert Berger, uno de los muchos ajedrecistas que despreciaban la participación de las mujeres en ese deporte.

Algunos de los que perdieron contra Menchik experimentaron una humillación tan grande que nunca más volvieron a jugar, como fue el caso del indio Mir Sultan Kahn. Lo curioso de este fenómeno es que muchos años y territorios después continúa presentándose. La ajedrecista colombiana Linda Daniela Ortegón, quien ha cosechado numerosos triunfos en torneos femeninos nacionales e internacionales, asegura que algunos jugadores masculinos se retiraron después de haber sido derrotados por ella.

Pero a pesar de los esfuerzos de Vera Menchik en los años cuarenta, solo en 1977 una mujer se coronó campeona en un torneo internacional; la georgiana Nona Gaprindashvili, quien además fue la primera mujer coronada como gran maestra absoluta. Junto a ella aparecen los nombres de otras grandes ajedrecistas que contribuyeron a que el ajedrez femenino penetrara en ese estático universo masculino. Educadas de manera inverosímil por sus padres, las hermanas Polgar hicieron una nueva revolución. Judit Polgar, particularmente, es la culpable de que hoy solo existan dos escalafones en la FIDE: el absoluto, conformado por hombres y mujeres, y el femenino, que solo destaca a las mejores jugadoras. Aunque en la clasificación absoluta solo el 2% es conformado por chicas, la clasificación femenina deja entrever que las mujeres han ido ganando poderío en este territorio.

 

*Periodista. Jefa de prensa de la Universidad Central.

Por María Antonia León *

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