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Tortuga Golfina sobrevive por voluntariado de jóvenes

Durante la veda, unos 30 jóvenes hacen turnos de doce horas, de las seis de la tarde a las seis de la mañana para proteger a los quelonios.

El Espectador
03 de noviembre de 2012 - 04:25 p. m.

La tortuga Golfina, en peligro de extinción, sobrevive en parte gracias a un voluntariado de jóvenes hondureños de cuatro comunidades costeras en el Golfo de Fonseca (Pacífico), que Honduras comparte con El Salvador y Nicaragua.

"Este año calculamos que globalmente en los cuatro sitios a los que llega a desovar la tortuga, serán liberadas entre 45.000 y 50.000", dijo Enrique Vigil, presidente de la Junta Fiscalizadora del Comité de Protección de la Tortuga Golfina, en el caserío de El Venado, en el departamento sureño de Choluteca.

El Venado, Boca de Río Viejo, Ratón y Cedeño, son los cuatro sitios a los que cada año llegan a desovar centenares de tortugas golfinas, de las que cada una pone y entierra en la playa entre 80 y 100 huevos, indicó Vigil, dedicado desde hace 25 años a la protección de esa especie.

Este año, la liberación de las tortugas recién nacidas en El Venado, que empezó el 16 de octubre pasado, finalizará entre el 9 y 11 de noviembre, explicó el presidente del Comité de Protección de la Tortuga Golfina de El Venado, Nerys Zelaya.

El reptil comienza a llegar en julio a las costas del Golfo de Fonseca, pero el mayor número lo hace entre el 1 y 25 de septiembre, período en el que rige una veda oficial para garantizar la recolección de huevos, añadió Zelaya, quien además es presidente de los cuatro campamentos a los que llega a desovar la tortuga.

La especie Golfina, que llega a medir unos 66 centímetros de longitud, deposita sus huevos en nidos que ella misma hace a una profundidad de unos 40 centímetros, lo suficiente para que depredadores como perros, zorrillos, cerdos, cangrejos, hormigas, larvas de mosca y el hombre los sustraigan, afirmó Vigil.

En 2011, recordó, "en El Venado fueron liberadas 10.553 tortuguitas", y este año rondarán las 9.800.

En El Venado, el trabajo de voluntariado para proteger a los quelonios, que solo desovan por la noche, está a cargo de unos 30 jóvenes, hombres y mujeres que durante la veda hacen turnos de doce horas, de las seis de la tarde a las seis de la mañana.

Los voluntarios recorren todas las noches de la veda los cinco kilómetros de playa en el sector de El Venado a la espera de que lleguen las tortugas a depositar sus huevos, en un proceso que dura entre 20 y 30 minutos.

Una vez depositados, los quelonios regresan al mar, mientras que los voluntarios los recolectan y depositan en el sitio protegido de anidamiento.

Cada nido es identificado con una placa de madera en la que se registra la cantidad de huevos y la fecha de recolección.

A partir de entonces pasan 45 días hasta que las tortuguitas rompen la cáscara y comienzan a salir a partir del 16 de octubre, solo por la noche, para evitar que sean cazadas por las aves y otras especies.

De cada mil tortugas que son liberadas, algunos estudios indican que "cinco llegan a edad juvenil y una adulta que regresa a este mismo lugar", acotó Vigil.

La liberación es un espectáculo que disfrutan los pocos turistas que llegan a los cuatro sitios de desove, alumbrando la playa con pequeñas linternas de mano para ver a las tortugas recién nacidas correr hacia el mar.

"Esto es una maravilla", declaró un joven japonés de un grupo de doce voluntarios de la misma nacionalidad durante la liberación de unas 300 tortugas en la playa de El Venado, que disfrutaban del espectáculo natural hasta ver desaparecer entre la espuma blanca de las olas a los diminutos quelonios.

El Venado tiene en común con la mayoría de comunidades costeras hondureñas del Golfo de Fonseca una gran belleza natural que contrasta con la pobreza de sus humildes habitantes, que subsisten de la pesca artesanal.

Vigil dijo que gracias a organizaciones no gubernamentales, entre ellas el Comité para la Defensa de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (Codefagolf), la tortuga Golfina sigue siendo protegida.

Agregó que el centro de protección con el que ahora cuenta El Venado ha sido posible desde 2008 gracias a la colaboración del coordinador Nacional del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) dependiente de Naciones Unidas, Hugo Galeano.
 

Por El Espectador

 

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