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Tras el rastro de los niños de Armero

Al menos 223 familias siguen las pistas para dar con el paradero de sus hijos.

Catalina González Navarro
13 de noviembre de 2014 - 02:46 a. m.
Martha López y su hijo Sergio.  / CortesíaArmando Armero
Martha López y su hijo Sergio. / CortesíaArmando Armero

Han transcurrido 29 años y el paso del tiempo no ha podido sanar la herida que Martha Lucía López lleva en su corazón.

Su voz se entrecorta al recordar que la noche del 13 de noviembre de 1985 fue la última vez que vio a su pequeño hijo Sergio Melendro, quien hoy tendría 34 años.

Nacida en Ibagué, Martha se trasladó a Armero cuando cursaba quinto semestre de ingeniería agrónoma para adelantar allí su práctica profesional en la granja de la Universidad del Tolima. Se enamoró del entorno y decidió echar raíces en allá.

Antes de la tragedia, su vida no podía ir mejor. Aquel 13 de noviembre fue un vaivén entre la vida y la muerte. Tras someterse a un examen médico en Ibagué, se enteró de que meses después le daría a Sergio un hermanito. Contenta, en la tarde retornó a Armero. “Escuché en la radio que el volcán había hecho emisiones altísimas de arena y que el viento lo traía hacia Armero. Dieron la orden de tapar los tanques de agua, no más”, recuerda.

Acostó a Sergio y alcanzó a dormir unos 30 minutos. El timbre del teléfono interrumpió su sueño. Al otro lado de la línea, su familia en Ibagué —que también había escuchado las noticias— le preguntaba qué pasaba realmente en Armero. Martha no supo dar respuesta, salió con su esposo, Daniel Martín Melendro, a la estación de bomberos para buscar información, pero antes pasó a la habitación de Sergio. “Estaba abrazando a su perrito Pluto de peluche. Pensé: ¿para qué lo despierto si lo acabo de dormir? Le dije a Rubiela, la empleada, que lo cuidara y salimos”, cuenta.

Justo cuando salían de la estación de bomberos, llegó la destructora avalancha. Martha y su esposo alcanzaron a reaccionar, se subieron a un árbol, luego pasaron al techo de una casa. Así fue su horrible noche sin su Sergio. Las horas se hicieron eternas y la alborada del 14 de noviembre dejó ver la magnitud de lo que ocurrió: la erupción del volcán nevado del Ruiz había borrado del mapa a Armero.

En medio del caos, Martha fue trasladada a Bogotá. Todo hacía temer que había perdido al nuevo ser que llevaba en sus entrañas. Sin embargo, la vida le sonreía una vez más. No sólo había sobrevivido a la tragedia de Armero, sino que en mayo de 1986 nació Felipe, el hermano de Sergio. Los dos le hicieron el quite a la muerte, sus tíos maternos le habían seguido el rastro y en sus averiguaciones supieron que el niño fue atendido por un socorrista en Venadillo.

Luego la familia Melendro, que era propietaria de una programadora de televisión, comenzó a mostrar en sus programas la foto, el nombre y los contactos para dar con el paradero de Sergio. Supuestos funcionarios del Instituto de Bienestar Familiar (ICBF) contactaron a una de sus tías para pedirle que recogiera a Sergio en la sede de El Salitre, en Bogotá, pero al llegar al lugar no los atendieron y aseguraron que de allí nunca los habían llamado. Después, una amiga de Martha le comentó que Sergio había sido adoptado y que al parecer vivía en Italia.

Eso es lo único que sabe la familia Melendro López, una de las 223 que se vincularon a la Fundación Armando Armero y que desde hace tres años dedican sus días al proyecto “Niños perdidos de Armero: una causa que nos toca a todos”. Desde allí y con el apoyo del genetista Emilio Yunis, que ha donado su trabajo, crearon un banco de ADN en el que reposan 100 muestras, para dar con los niños. Ahora necesitan que el ICBF les deje cotejar el libro rojo en el que aparecen los datos de los pequeños sobrevivientes, sin embargo, la oficina de prensa del instituto le dijo a El Espectador que no han logrado adelantar el proceso. A Francisco González, director de la fundación, lo preocupa la diferencia de cifras, pues el entonces director del ICBF, Diego Molano, dijo que en los 298 folios hay 250 casos de niños, pero luego dijeron que sólo eran 169. Ante la inconsistencia, la organización le pide a Cristina Plazas, nueva directora, que cotejen los casos para dar con el paradero de los niños que desaparecieron.

Por ahora Martha es enfática en pedirle al ICBF que ejerzan su labor social y se preocupen por encontrar a todos esos niños que buscan desde hace 29 años. "Ellos nos han prometido que nos van a ayudar y aún no lo hacen. Me pregunto, ahora con la nueva directora qué es mujer será más posible", reflexiona mientras les pide que les den los datos para encontrar a todos los niños.
 

Por Catalina González Navarro

 

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