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Una sobreviviente de trata que hoy rompe los Guinness Récords

Norma Bastidas sufrió durante años con los fantasmas de su pasado. Ahora es una triatleta conocida mundialmente, que ha escrito libros.

Juan David Laverde Palma
02 de agosto de 2014 - 03:09 p. m.
Norma Bastidas. / Cortesía
Norma Bastidas. / Cortesía

Es mexicana, deportista extrema y sobreviviente de una red internacional de trata de personas, que la esclavizó sexualmente en Japón, y de un exmarido que la violentó durante años. Acaba de romper el Guinness Récord en triatlón y por donde pasa aprovecha para desandar su historia y que el mundo sepa que es una sobreviviente, que los criminales no pudieron acabar con ella, que nadie en el mundo merece una suerte de esclavitud así, y que el mundo tiene que sacudirse ya y entender que la indiferencia es tan mortal como el tráfico mismo de seres humanos. Este es el relato que le entregó a El Espectador.

“La idea del documental nació por la urgencia de generar conciencia social. Allí documentamos toda la travesía que me propuse para romper el Guinness Récord. El anterior tenía 20 años, lo hizo en 1994 un australiano, que hizo 42 kilómetros nadando, 2.000 kilómetros en ciclismo y 1.000 kilómetros corriendo en 17 días. Yo hice 193 kilómetros nadando, 4.691 kilómetros en ciclismo y 1.240 kilómetros corriendo. Empecé en Cancún (México) y terminé en Washington D.C., era importante para mí que corriera zonas afectadas por la trata de personas. Cancún es uno de los lugares donde hay secuestros de mujeres y es el punto de partida de una ruta entre Suramérica, Centroamérica y el Caribe. Traté de llegar a las zonas más afectadas en toda esta travesía. Para hacer el récord tenía que seguir una línea consistente, no podía subirme a un coche e irme a otra ciudad, entonces busqué la ruta que fuera más afectada: la ciudad de México, Tlaxcala, Monterrey, la frontera de Texas, Alabama, que también existe muchísimo, y terminé en Washington D.C. para conectarlo todo.

Fui muy doloroso, casi no podía comer, bajé 10 kilos, fue un proyecto que me desgastó por dentro, pero cuando la gente me habla de dolor yo pienso que eso es poquito en comparación con la tragedia que viven las personas que están sufriendo esta esclavitud sexual. Yo hago estos récords porque quiero traer esperanza a las víctimas que la están perdiendo, porque es un camino tan largo y han sido vulnerados tanto tiempo que yo quiero decirles: ‘Estuve donde tú estuviste y mírame ahora, rompiendo un récord mundial’. Es un mensaje de esperanza.

Yo tengo un hijo que empezó a perder la vista a los once años y ahí fue la primera vez que empecé a hacer carreras largas con el fin de recoger fondos para tratar a mi hijo; carreras de 125, 140 kilómetros, recaudando dineros para tratarlo. Ahí fue cuando me di cuenta de la conexión entre el esfuerzo de una madre desesperada por querer cambiar el destino de su hijo. Y la gente respondía al dolor, era lo único que podía ofrecer y lo hice por varios años, ahí fue cuando decidí también hablar de mi pasado, nunca lo había hecho, pero cuando me entrevistaban por mis logros deportivos entendí que debía sacar los fantasmas de mi pasado y contar que soy una sobreviviente de la trata de personas. Ahora mi hijo es pintor y tiene limitaciones visuales, y aun así está yendo a la universidad, tiene un perro guía.

Ahí la gente comenzó a interesarse por mi historia. Cuando estás haciendo retos tan difíciles, escalando las montañas más peligrosas del mundo, el Aconcagua, el Kilimanjaro y otras, te dicen que eres una persona con mucha valentía. Yo no podía estar hablando de ser una madre, porque estaba haciendo lo que cualquier madre hubiera hecho, y decir: ‘Soy valiente’, yo jamás he hablado de mí así. Ahí fue cuando dije: ‘Necesito hablarlo’, no puedo seguir aceptando que digan que soy una persona valiente cuando jamás he hablado públicamente de mi pasado, porque este sentido de vergüenza que tenemos las víctimas. Finalmente decidí hablar. Y ha sido realmente una experiencia liberadora.

Fui la segunda persona en la historia en correr todos los continentes en una carrera certificada. Todas esas carreras internacionales me fueron dando un protagonismo y una oportunidad de hablar sobre mi pasado. Trato de hacer un récord mundial cada dos años porque tengo hijos. Primero escalé las siete cimas de todos los continentes. Hice un documental con Oprah en Estados Unidos que se llamó ‘Madres extraordinarias’, y ahí se multiplicó mi historia. Mi miedo no era escalar montañas, ni correr desiertos; mi miedo era hablar de mi pasado. Puse todo en paro, agarré una mochila y me fui sola corriendo hacia donde nací, desde Vancouver hasta México. Escribí un libro que titulé ‘Corriendo a casa’. Ahí relaté mi pasado con todo detalle. No ha sido fácil.


De todas las violencias, la trata inmediatamente la asociamos con prostitución, y eso nos incomoda de una manera enorme. A través de este documental, que se estrenará en los próximos meses quiero romper la barrera de la indiferencia. Mire, yo no sabía nadar, aprendí a nadar para este proyecto. Una vez que rompes esas percepciones de que algo no se puede hacer, es mucho más fácil que puedas convencer al mundo. Se trata de persistencia, dedicación y pasión. Con todas esas cualidades todo se puede hacer. Y la resistencia fue muchísimo mayor, porque me decían: ‘Son 193 kilómetros’ y yo dije: ‘Lo voy a hacer’, no hubo duda en mí. Así como no tengo duda de que la trata de personas se puede erradicar. Invitas al mundo a que te vean y le estás enseñando que cuando hay un obstáculo sigues adelante.

Mi familia todavía no está muy cómoda con que yo hable de este tema. En mi familia sabían, pero ellos tienen miedo de ser señalados o tratados de manera diferente. Mi mamá me decía: ‘Es que la gente te quiere mucho, para qué vas a arruinar eso’. Para ella todavía es un motivo de vergüenza lo que me pasó, cuando no tuve nada que ver, pero eso es parte del problema que quiero cambiar y eso me da muchísima más razón. Mis hijos todavía no quieren leer mi libro, pero ellos saben desde el principio lo que me pasó, son las únicas personas a las que yo les pido opinión, porque significan mucho y están con vida porque yo los traje al mundo. Había que contar mi historia. Y es como se la resumo a continuación.

Yo he sufrido violencia desde muy pequeña. Para mí fue muy difícil saber cuál fue trata y cuál fue violencia, porque de alguna manera yo no me puedo escapar del hogar, del trabajo, del empleo, la calle. Fui secuestrada a los 17 años, antes había sido violada por un miembro de la familia, tenía apenas 11 años, el abuso siguió por muchos años y fue aceptado como ‘bueno, es miembro de la familia’. Afortunadamente logré escapar, pero una vez eso sucedió en mi ciudad ya no me aceptaban, ya había sido prostituida. En Culiacán (Sinaloa), donde vivía, una vez mis amigos me drogaron, me desnudaron y me tomaron fotos. Luego me presionaron: ‘Bueno, o se lo enseñamos a todos o te vienes a un hotel con nosotros’. Lo acepté por vergüenza y por muchas cosas. Mi vida era muy difícil.

Por eso fue tan fácil sacarme del país y terminé en Japón con una supuesta oferta de trabajo de modelaje que derivó en una explotación sexual infame. Qué tristeza: era mucho más preferible para mí ser abusada por una persona que no conozco que por alguien que conocí, y por eso me tuvieron tanto tiempo utilizada. Empecé a tomar, yo misma me puse las cadenas, porque era de la única manera que podía seguir. Me habían dicho tanto: ‘Bueno, si estás aquí de modelo y vestida así qué te esperas’: me habían dicho que no tenía derecho a sentirme mal o a decir que eso no era lo que quería. Así estuve año y medio, trabajando en ese mundo. Logré salir pagando mi deuda y me quedé en Japón porque una escuela me ofreció una beca y trabajé por mucho tiempo en otras cosas, pero seguí siendo atacada en la calle por la policía por mi pasado. En una de esas me desperté a los 25 años completamente desfigurada, drogada y golpeada y violada. Me desperté en mi propia sangre. Ahí acepté una propuesta de matrimonio y me fui a Canadá.

Luego empezó la violencia doméstica. Durante 8 años este hombre me golpeó a mí y a nuestros hijos con mis hijos, porque cuando tienes vulnerabilidad hay violencia por todos lados. Pero logré salir de eso, me eduqué con mucho trabajo y ahí fue cuando mi hijo fue diagnosticado, ahí fue cuando otra vez me encontré de una manera vulnerable, sin trabajo. Por eso he luchado tanto. Afortunadamente en Canadá encontré una manera de salir adelante, corté mi relación y con la asistencia del gobierno me pude educar. Jamás regresé a ese círculo. Hoy soy otra mujer. Y le quiero decir a las personas que han sufrido cosas similares a las mías que sepan que no se lo merecen y que, romper un récord mundial, es difícil, pero se puede. Como se puede salir del mundo infernal de la trata”.
 

Por Juan David Laverde Palma

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