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La testosterona como arma política

A alguno le importará una mierda, este junio pasó a la historia por ser la primera vez que una mujer transexual ocupa la portada de la revista TIMES. Una mujer transexual y negra a la que todos los fans de Orange is the New Black amamos: Laverne Cox.

Vice.com/Marta Delatte
22 de julio de 2014 - 08:30 p. m.
La testosterona como arma política

En Europa nuestra chica de portada es Conchita Wurst, y para ser totalmente honestos, Eurovisión no nos interesa ni por asomo tanto como Orange is the New Black, pero a nivel legal y jurídico sí lo estamos jodiendo bastante. Por ejemplo: Alemania introduce el tercer género legal para recién nacidos (y por alguna extraña razón no estamos hablando de eso todo el rato), y Andalucía, en el sur de España, presenta (no sin muchas trabas) un borrador de Ley integral de transexualidad que la sitúa como la región más avanzada de Europa en el tratamiento jurídico de las personas transexuales, incluidos los menores. En el borrador de la ley desaparecen la evaluación y los criterios de diagnóstico (no es cosa del psicólogo o del médico decidir si te sientes hombre o mujer, ¡qué carajos saben!) pero lo más interesante del borrador es que desaparece la idea de enfermedad y aparece la idea de autodeterminación del cuerpo.

El actual modelo de atención sanitaria integral en España se pasa por el fundillo el principio de igualdad. Si en Estados Unidos a mediados de los años cincuenta los negros comían aparte, bebían aparte o se sentaban en la parte trasera del autobús, hoy en España la comunidad transexual no disfruta de los mismos beneficios para su salud integral que el resto de ciudadanos. Y eso amigos míos, es una decisión política con muchas consecuencias, una de ellas el consumo sin supervisión de hormonas.

Hace unos meses publicamos un artículo tratando sobre este tema, pero queremos más información y por suerte hay un documento valiosísimo publicado en español y en inglés que explica lo que le ocurre a un cuerpo con útero cuando toma testosterona al margen de un protocolo médico, incluso al margen de un protocolo de cambio de sexo. Beatriz Preciado publicó Testo Yonqui en 2008, un ensayo inclasificable que entonces puso patas arriba al mundo académico y la ubicó como referente internacional. Casi nadie entendió nada, pero en realidad alguien entendió lo suficiente para encender la mecha de una comunidad queer que ahora florece en Barcelona y que entre los feminismos, los movimientos LGTB y la comunidad trans crean un coro de voces que a menudo llega al público general como si se tratara de un concierto de My Bloody Valentine.

Beatriz Preciado finalmente accede a sentarse a hablar con nosotros. No le cae bien la prensa pero mientras caminamos hacia la cafetería me dice que si tiene que sentarse a hablar con alguien, prefiere hacerlo con nosotros antes que con cualquiera de los supuesto rotativos “serios” que aún imprimen en papel. Somos lo mejor de lo peor. La llamo Beatriz y me equivoco, tengo que llamarla Beto. Huele a hombre y a flor, como una gardenia en un traje ejecutivo. 

VICE: Hola Beto, gracias por sentarte a hablar con nosotros. Qué placer. El desarrollo de tu idea del cuerpo como archivo en Testo Yonqui me parece hermosérrima.

Beto: Pensamos de manera completamente absurda que el cuerpo acaba dónde acaba la piel, y eso nos ocurre siempre. Entonces yo en lugar de hablar de cuerpo hablo de la somateca. Para mí el cuerpo es un archivo cultural y político. Un archivo que contiene imágenes, relatos, prácticas. Contiene un montón de cosas. A finales del siglo XIX, ¿qué hizo Freud? Dijo: la consciencia y el aparato psíquico no coinciden. El aparato psíquico es mucho más grande que la conciencia. Hay algo que se llama inconsciente que todavía no sé muy bien lo que es, pero que no coincide. (Risas) Entonces aquello a lo que yo llamo aparato somático, no coincide con el cuerpo. El cuerpo es pequeño y el aparato somático es gigante. El aparato somático es, por ejemplo, la cibernética, una de las tecnologías que está transformando el aparato somático pero que no es el cuerpo tal y como lo imaginamos.

¿Y qué ocurre cuando entra en juego la testosterona?

Ocurre que entra en juego tu voluntad para hacer de tu cuerpo un lugar de compromisos. Como eres visto colectivamente, como eres construido colectivamente. Porque de algún modo aunque decidas tomar testosterona nunca es un acto totalmente individual, tienes que hacerlo desde una red, alguien que te lo va a traficar o a vender o lo que sea, y lo tienes que hacer también sabiendo que existen lo que podrían ser los síntomas secundarios de la testosterona, que seas reconocido de otro modo socialmente.Cuando tomas testosterona, evidentemente que hay cambios moleculares que suceden en tu cuerpo, pero sobre todo hay un cambio en la posición social, en un conjunto de convenciones, cómo eres mirado socialmente, qué puedes o no puedes hacer en la institución medica. Todo eso tiene que ver con la gestión del cuerpo, pero va mucho más allá.

¿En qué sentido?

Prácticamente desde el siglo XV hasta ahora no hemos dejado de inventar órganos. Por ejemplo, las trompas de Falopio no existían en 1614, o los ovarios, o el útero. Se pensaban que era como una especie de tiesto en el que nacía algo o algo así. O como un estuche. Y progresivamente hemos inventado, y cuando digo inventado, digo inventado; hemos construido un conjunto de narraciones, de imágenes, que nos han permitido acceder al cuerpo de otro modo, producir otro cuerpo. En este momento de crisis epistémica lo más interesante es que de repente aparecen, por decirlo así, usos impropios de las técnicas de producción del cuerpo y grupos en un principio supuestamente desempoderados, se van a reapropiando de un conjunto de técnicas del cuerpo para producir otra cosa.

Como las chicas del documental de Vice Beautiful Liverpool, que se inyectan melanina para ponerse morenas, y luego les preguntas cómo les sienta y les sienta fatal. Pero les sienta fatal cuando la toman y cuando la dejan, y además saben que probablemente les va a dar cáncer de piel. Pero les da igual, ellas también están en su tránsito.

Pero fíjate. Melanina. Estamos hablando de algo que es absolutamente fascinante porque de hecho cuando yo empecé a tomar testosterona, evidentemente había precedentes de Michael Jackson y etcétera. Pero nuestra gestión del cuerpo está tan codificada, que por ejemplo el hecho de que alguien que tenga una pigmentación más oscura, inmediatamente sea racializado, es decir, sea sometido a un conjunto de opresiones sociales, culturales, políticas… La pregunta inmediata es: ¿si alguien pudiera cambiar el color de su piel, lo haría? Históricamente ya sabes que ha habido un debate, desde Angela Davis hasta Kobena Mercer, que va desde el alisamiento del pelo, el pelo encrespado… nosotras estamos como en el otro extremo. Pero mi gran sueño ideal, esto muy entre paréntesis, no es el cambio de sexo, es haber sido… pues Malcom X. Pero claro, ya hasta ahí no se puede llegar. La relación que uno tiene con el cuerpo siempre es de desencuentro, siempre es de duelo, uno nunca tiene el cuerpo que quiere porque el cuerpo no es esto.

Me parece genial que relaciones el copyleft con el gender hacking y la autogestión de la práctica de la testosterona.

Fíjate que las lecturas de la tecnología están muy masculinizadas. Yo vengo precisamente de allí, tecnologías del género. Mi tesis doctoral es de historia de la tecnología y miro el cuerpo como un archivo cultural y político. Me confronto continuamente a lecturas totalmente virilizadas y heterosexistas de la tecnología y a mi me interesa esa lectura, si quieres, como más disidente o más en fricción. Los usos impropios de las tecnologías de normalización del cuerpo. Así que con el gender hacking, o el copyleft, para mí lo interesante era darnos cuenta de que hay una multiplicidad de códigos de producción del cuerpo y de sexualidad, que la mayoría de esos códigos están cerrados en usos convencionales. En el siglo XIX lo que caracterizaba a esos códigos es que estaban dominados por el discurso cientificotécnico y por las instituciones disciplinarias como el hospital, el colegio, la prisión, el museo… Ahora, a partir de mediados y finales del siglo XX, esos códigos han salido de ese control disciplinario y están en manos del mercado. Este es uno de los grandes puntos de fuga y ahí ha habido, si quieres, la reapropiación de las minorías queer o transgénero, ese punto de fuga en el que había una reapropiación por parte de las multinacionales farmacológicas. Evidentemente, en el primer momento en el que tú tienes la posibilidad de hacerte con un sobre de Testogel… Mira, igual llevo uno encima [saca un testogel de la mochila]. Te podría haber traído uno más nuevo, creo que este lo llevo encima desde hace tiempo.

Uno de los mitos de la reapropiación son las fiestas sexuales de testosterona, si no parás de darme sobres al final voy sucumbir a la tentación. ¿Esto qué onda? ¿Te lo pones en la vagina?

¡No! ¡Esto lleva alcohol! A ver, una de las cosas interesantes del Testogel o de la testosterona, y una de las razones por las que no funciona como droga recreativa, es que no te puedes pegar un chute hoy y pensar: me lo pongo esta mañana y salgo esta noche. Tienes que planificar. Es lo que yo llamo una estética de vida. Tienes que entrar en una disciplina y tener un saber adquirido sobre las prácticas. Por ejemplo, yo llevo un diario de mis prácticas con la testosterona, sé qué día he tomado, qué día no he tomado, cuánto y porqué me he puesto. Si tú te quieres hacer una bacanal para el 15 de junio, pues ya puedes empezar a chutarte ahora, porque si no para el quince de junio… [la entrevista la hicimos a principios de mayo]. Yo creo que ahora mismo estamos en un momento muy experimental, este es un uso como muy salvaje de la testosterona, pero yo imagino que de aquí a 20 años habrá todo un campo de gestión nuevo, que probablemente esté en manos de multinacionales farmacológicas, pero en el que también pueda haber, si quieres, un ámbito experimental hecho por una vanguardia crítica. Pero de momento, si alguien quiere darse una fiesta ya puede empezar con una ración de 250mg por semana o por ahí cada dos semanas, durante cuatro semanas para estar a buen nivel para el día de la fiesta. Porque si te chutas hoy solamente te va a entrar como una taquicardia y no podrás ni moverte, si te tomas una cerveza vas a estar que te subes por las paredes y vas a volver a tu casa hecho polvo. No te va a servir para nada.

El otro día hablé del tema con Zam Cifuentes que es vocero de la FET (Federación Estatal de Transexuales) y el hecho de que la testosterona esté tan vinculada al sexo le molesta. Dice que en su caso no tiene nada que ver con el sexo, que tiene que ver con la identidad y que les ha ido muy mal. Su discurso es que los gays les quitan el dinero y que las lesbianas/feministas/queers les quitan el protagonismo, dando una imagen que no tiene nada que ver con sus luchas.

Para mí lo que es interesante es entender la testosterona como una técnica del cuerpo que está abierta a múltiples usos, a múltiples prácticas. Hay prácticas que vamos a llamar “normativas” de la testosterona, y hay prácticas “disidentes” de la testosterona. Lo que es curioso es que, el medico más ortodoxo y el vocero de la asociación de transexuales estén absolutamente de acuerdo, para mí ambos tienen una visión normativa del posible uso de las prácticas de la testosterona. Otra cosa es que pueda haber otras prácticas, pero no solamente de la testosterona sino de todos los códigos bioculturales de producción del género. Porque Cifuentes, imagino que tampoco estaría de acuerdo con gente como mis amigos, Dean Spade o Del LaGrace Volcano, transexuales que no se han operado, y que por ejemplo llevan las uñas pintadas, bigote y lipstick…

Me parece muy paradigmático que Lana Wackowski haya definido la estética de nuestro siglo. Se puede comparar incluso con lo que hubo con Star Wars a finales de los 70: estéticas que se integraron en la cabeza de mucha gente hasta explotar y crear una cierta disidencia, incluso respecto a la obra original. Entonces, que seamos la generación Matrix, que Matrix haya salido de la cabeza de una mujer trans y que aún haya esa desconexión, a mí me hace pensar que cuando se conecte va a ser el último cable que quedaba suelto.

Es muy curioso darte cuenta, primero de que puede haber un conjunto de prácticas extremas, por llamarlo de algún modo, o disidentes, pero que pueden ser perfectamente reapropiadas en el paradigma normativo, y que el paradigma normativo lo que busca es su consolidación y su validación. Hay algo que es obvio en la historia de la sexualidad: hasta el siglo XVIII había un modelo del que solo había un sexo que era el sexo masculino, y el sexo femenino era una variación de forma del sexo masculino. Esto se explicaba diciendo que la vagina era un pene invertido, y que era el mismo órgano pero afectado por deformaciones internas, etcétera. Cuando se descubre o se inventa el clítoris, es como una crisis epistémica y de pronto ¿¡qué es el clítoris!? ¡Cómo puede ser otro pene!, ¿¡Qué es esto!?. Y esto es un buen ejemplo, porque ¿qué ocurre cuando hay una crisis epistémica?, en ese momento se podría haber dicho: espere, cambiamos de paradigma, abrimos el sistema de representación para que precisamente algún órgano como el clítoris pueda tener lugar. Pero no se produce y durante tres siglos más sigue apareciendo como una anomalía sistémica. Es exactamente lo mismo que ocurre con la cuestión del transgénero y la transexualidad. ¿Qué deberíamos estar haciendo?, para mí la mayor urgencia hoy del feminismo y de los movimientos sociales es acabar con el modelo sexo/género y con la división femenino/masculino como asignación en el momento del nacimiento.

En el libro hablas del ser-en-la-testosterona. Y yo no tengo ni puta idea de filosofía, pero me hizo pensar en el ser-en-el-fuego de Sloterdijk. Y en el ser y el ser-de-otra-manera de Levinás. No he leído en profundidad a ninguno de los autores, pero pensé que si el género y lo queer era como el ser, y el ser-de-otra manera. ¿Cómo se es-de-otra-manera desde lo queer?

Para mí una de las claves del género y de la sexualidad o de la raza es que no tiene que ver con el ser, sino tiene que ver con el hacer. Es una práctica. El sexo es una práctica, el género es una práctica, y por eso cuando tú cambias de práctica, es decir, ¿qué es tomar testosterona? Es una práctica del cuerpo, lo mismo que hacer bodybuilding, ¿qué es hacer pesas todas las mañanas?, es una práctica del cuerpo.

A mí lo que me molestaría por ejemplo de la comparación con Slotedijk o con Lévinas, es que son autores relativamente metafísicos, que piensan que hay el ser masculino y el ser femenino. Y cuando yo digo ser-con-la-testosterona, a lo que me refiero es a construir tu cuerpo a través de una práctica concreta que es la práctica de tomar testosterona, y eso evidentemente, del mismo modo que se podría decir, ser-con-el prozac, o ser-con-el-cigarrillo.

Las prácticas de producción del género, por decirlo de alguna manera, están tremendamente normalizadas, están súper codificadas y han estado siempre en manos de un conjunto de poderes. Entonces, ¿qué ocurre cuando a partir de los años 80 un conjunto de grupos de gente adquiere saberes específicos? Lo que a mí me ocurre con mis amigos trans es que de repente es gente que sabe mucho más que el médico al que yo voy. Entonces, ¿cómo le voy a preguntar al médico? La última vez que hablé con mi ginecóloga para decirle “voy a tomar testosterona, voy a hacerlo fuera de un protocolo”, me respondió: “Pero, ¿como método anticonceptivo?” Es como si le estuviera diciendo que tengo sexo con una lámpara.

Yo creo que este tipo de reflexiones sobre las hormonas y sobre el cuerpo no solo atañen al colectivo trans. Las pastillas anticonceptivas pueden quitarte las ganas de tirar. Es algo que he comentado con mujeres que la toman para transitar y con mujeres que la usan como anticonceptivo y pasa en ambos grupos. Eso debería aparecer en el prospecto con letras gigantes: Menos libido y más vulnerabilidad.

Es importante saber que ese fármaco tienen un conjunto de efectos secundarios que son de refeminización del cuerpo y que corresponden también a una estética de la feminidad dentro de la heterosexualidad, y otro conjunto de efectos secundarios que tienen que ver con la gestión y la restricción del deseo femenino y de la libido femenina, de la sexualidad femenina. A eso es a lo que no estamos prestando atención: al consumo masivo de la píldora a partir de los años 60, cuando se produce y se inventa, que se convierte ni más ni menos que en la sustancia farmacológica más utilizada de toda la historia de la medicina. Sin embargo tenemos un uso minoritario y casi anecdótico de la testosterona.

Y me alegro de que lo digas tú porque por ejemplo ahora hace unos meses que salió mi libro Testo Yonqui en Estados Unidos y hay como una polémica del carajo cada vez que voy allí entre las feministas, evidentemente. La comunidad transexual allí ha recibido el libro de una manera súper intensa y súper positiva, pero por ejemplo hay algunas feministas que piensan que mi mirada es misógina con respecto a la feminidad o a los estrógenos. No es misógino en absoluto.

Quería llevar este tema a tu terreno porque llegó un punto en que no entendí porqué tanto lío con la testosterona y no con los estrógenos o con otro tipo de tratamientos hormonales, si me parecen igual de enfermos, o peor. Porque, ¿podemos hablar de un mercado negro de testosterona?

Pues me alegro de que lo plantees así, porque si hay un mercado negro de testosterona es porque la testosterona está social y políticamente confiscada y por que hay una gestión absolutamente asimétrica de las hormonas. Como si la testosterona fuera no una droga, sino efectivamente una droga política, y porque la masculinidad y la virilidad heterosexual es como un valor en alza socialmente. Parece como el lugar que no se puede producir técnicamente, sino que tiene que ser naturalmente valorizado. Entonces imagínate lo que se puede generar incluso como visión social y política, si pensamos que cualquier muchachita de la periferia puede decir: “Se les ha acabado el monopolio”.

Publicaste Testo Yonqui en 2008, ¿cuál es la situación ahora mismo? ¿Crees que se entiende mejor lo que estás haciendo?

Ahora estoy en una situación bastante compleja en el sentido de que hay gente de los grupos transexuales normativos —por decirlo de alguna manera— que tienen una mirada muy crítica con respecto al uso que yo pueda hacer de la testosterona. Algo que me parece impresionante, porque es algo así como si de repente la testosterona solo se pudiera utilizar dentro de un protocolo de cambio de sexo. Para mí esto es una contra disciplina. Es decir, hay disciplinas políticas que están absolutamente asumidas y es que si te han asignado el sexo femenino te toca tomarte la píldora, aunque seas lesbiana, porque eso es así. Lo que no puede admitir el estamento médico es que tú quieras hacer precisamente un uso estratégico de las hormonas. Esta idea de cambiar de sexo es una idea absurda, primero porque el sexo no existe. Es como si yo le digo a alguien que la raza no existe, probablemente la mayoría de la gente un tanto lúcida dice: obvio, la raza no existe; es decir, es una invención cultural que ha tenido un conjunto de descripciones somáticas y que hacen que hoy pensemos que la diferencia racial existe. No, lo que existe es el racismo. En el caso del sexo es lo mismo, el sexo no existe, es una ficción histórica.

 

 

Por Vice.com/Marta Delatte

 

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