Canal del Dique: una arteria rota

Esta obra de arquitectura, ideada en el siglo XVI y que recorre 115 kilómetros, empezó a salirse de control con los años, trayendo males como las inundaciones y la sedimentación.

Carolina Gutiérrez Torres
01 de mayo de 2012 - 04:00 p. m.

La historia ya está escrita. A principios de junio, a más tardar, llegarán las lluvias fatídicas al norte del país. Unos aguaceros ‘de padre y señor mío’ que pondrán en aprietos a estos tres personajes —entre otros miles de colombianos—: Jaime Rojas, director científico del Oceanario de las Islas del Rosario; Norman Polo, habitante de Santa Lucía, Atlántico, y Ramiro Torres, líder de Pasacaballos, Cartagena.

Vendrá el invierno y con él la rebeldía de las aguas del río Magdalena, en especial, y las que nos atañen en este relato: aquellas que atraviesan los 115 kilómetros del Canal del Dique (desde Calamar hasta la bahía de Cartagena). Los tres saben lo que les espera. Llevan años viendo cómo se repite el drama. El primero de ellos, Jaime Rojas, ha sufrido la agonía del arrecife coralino, víctima de las corrientes de agua dulce que desembocan en las Islas del Rosario —y que en invierno llegan con toda su fuerza—. Una catástrofe que, dice él, a pocos les importa porque está allá, en las profundidades.

Al segundo, don Norman Polo, la creciente de 2010 le dejó inundadas las tierras que él y su papá utilizaban para criar ganado. Llevan 17 meses inundados. A veces el Magdalena es el enemigo.

El último, el señor Torres, se queja de que los sedimentos del río que llegan hasta el mar están espantando a los peces. Se los lleva. Lejitos de las orillas. Y a cambio deja un lodazal que amenaza con secar la bahía de Cartagena.

*

El Canal del Dique arranca en Calamar, Bolívar. Allí, una porción de las aguas del gran río Magdalena (se calcula que el 10% de su caudal) se desvía por una boca que mide cerca de 100 metros de ancho.

Luego de cinco kilómetros de recorrido se ve el chorro de Santa Lucía, Atlántico; el mismo que en noviembre de 2010 se agrietó dejando un boquete de 240 metros y miles de afectados, inundados, desamparados. En Santa Lucía vive Norman Polo, quien espera en la orilla del canal con una camiseta de rayas verdes y azules y una gorra negra que dice NY. Tiene un hilito de bigote negro. Para hablar de su historia se remite a ese invierno desastroso de 2010.

Su papá, que tiene fincas a lado y lado del canal (en Calamar y Santa Lucía) no tuvo más remedio que ‘malvender’ algunas cabezas de ganado ($700 mil por una res que costaba el doble) y llevarse el resto a otras tierras. Y por allá siguen, porque el agua no ha secado. En las mismas están otras tantas familias.

Esa inundación histórica en el sur del Atlántico fue el resultado de una obra de ingeniería, que el exministro de Medio Ambiente José Vicente Mogollón dice abiertamente “fue un error”. “En 1954 el Incora desecó una serie de ciénagas para destinarlas a la agricultura y la ganadería, pero no tuvieron en cuenta que con los años el régimen de lluvias podría cambiar. Llegó el cambio climático, empezó a bajar por el río mucha más agua, llegó el 20 de noviembre de 2010 y se abrió el boquete. Fue una vaina absurda”. A lo largo del canal también se inundan otros pueblos que invadieron al río, que se construyeron en zonas prohibidas.

“El río es nuestra fortaleza y nuestra debilidad”, dice Polo. “Por estos días, en nuestro enemigo”.

* * *

En el kilómetro 53 del canal está el municipio de Mahates. Al llegar al kilómetro 62 se ve un enorme convoy que viene de Barrancabermeja transportando petróleo. Tres kilómetros más al occidente se encuentra el corregimiento de Gambote y sus historias de inundaciones hasta el techo. Hacia el kilómetro 73 se desgaja un aguacero que había sido anunciado por el conductor de la lancha. En el kilómetro 80 se ve Caño Correa y, a lo lejos, una boquita que es la salida al mar. Dos kilómetros más allá escampa y empieza a sentirse un bochorno molesto, otra vez.

El caño Matunilla está en el kilómetro 107. Por él desemboca el río a la bahía de Barbacoas, frente a las Islas del Rosario. En las Islas del Rosario, en el acuario que tiene un letrero grande a la entrada que reza “Oceanario”, vive desde hace nueve años el biólogo marino Jaime Rojas.

El río Magdalena llega hasta allí, en la última parte de su recorrido por el canal. Cuando sus aguas cafés, contaminadas, sedimentadas, llegan al mar, les dan un baño tóxico a uno de los ecosistemas más sensibles y bellos de la naturaleza: los arrecifes coralinos. El gran Magdalena altera la calidad del agua marina, reduce sus niveles de salinidad (hasta a 9 partes por mil, cuando lo habitual son 35 partes por mil), enferma a los corales, les provoca un fenómeno de blanqueamiento o decoloración, los lleva a la muerte. Sólo basta con sumergirse diez metros para ver la destrucción.

* * *

Kilómetro 115 del Canal del Dique, Pasacaballos, corregimiento de Cartagena. De Pasacaballos es Ramiro Torres Espinosa, mecánico industrial y representante de la veeduría ciudadana Ojo Pelao. En las reuniones comunitarias, en las que reclama que a su mar esté llegando la sedimentación del Magdalena, habla fuerte y golpeado. “No vamos a permitir que sigan acabando con la bahía de Cartagena. Ahí está la vida de nosotros los pescadores”, dice exacerbado, y la comunidad grita “braaaavo” y aplaude efusiva.

Los sedimentos, que aumentan con el caudal del río, se están empotrando en la bahía. El temor es que con los años logren desaparecerla, como ocurrió con la ciénaga de Matuna, que terminó convertida en un barrizal sin peces. “Cuando llegue ese momento ¿de qué viviremos?”. Y ni hablar de lo que sucedería con la economía de la ciudad si el delta impide el arribo de los barcos.

El problema, dicen ellos, es de Cormagdalena, que está dragando los sedimentos de la bahía para arrojarlos al mismo mar, pero en zonas más profundas. La corporación responde que el procedimiento “cumple con la norma ambiental”, aunque reconoce que se trata sólo de una solución a corto plazo, que garantiza la navegabilidad. Para arrancar el problema de raíz se tendría que controlar el ingreso de sedimentos al canal y eso implicaría, necesariamente, controlar su caudal.

* * *

La solución al problemático Canal del Dique costará, inicialmente, $1 billón y demorará todavía algunos años (sólo el estudio inicial, que se está licitando, tomará 21 meses). Se trata de un plan de restauración ambiental que es dirigido por el Fondo de Adaptación Colombia Humanitaria (que incluirá la regulación del caudal y los sedimentos). “Pero apenas está en proyecto”, se queja el exministro Mogollón, quien dice que las acciones para controlar los males de canal han sido lentas, lentísimas. Mientras tanto, la historia ya está escrita. Y en menos de dos meses se repetirán las tragedias.

La historia del Canal

En 1956 el gobernador de Cartagena, don Pedro Zapata de Mendoza, ordenó un trabajo de limpieza y conexión de las ciénagas del norte del departamento. Para esto se rompió un dique (en proximidades de lo que hoy es el municipio de Barranca Nueva) que separaba en verano al río Magdalena de estas ciénagas. En últimas, el sueño desde aquel momento era crear un canal que uniera al Magdalena con Cartagena de Indias.

Realmente las grandes obras de ingeniería del Canal del Dique se realizaron en el siglo XX. El objetivo principal en las tres intervenciones que sobresalen (una entre 1923 y 1930, otra entre 1951 y 1952, y una última entre 1980 y 1984) era moldear su recorrido para pasar de 273 curvas, que hacían lento y trabajoso el camino, a sólo 50. También sufrió una ensanchamiento para permitir el tránsito de barcos de vapor (inicialmente sólo era posible recorrerlo en champanes).

Cifras del Dique

- 10 millones de toneladas de sedimentos ingresan cada año al Canal del Dique. De éstas, 2 millones llegan a la bahía de Cartagena.

- 400 mil metros cúbicos de sedimentos son dragados al año por Cormagdalena en esta zona para garantizar la navegabilidad.

- 46,5% de la carga que se moviliza por el río Magdalena, pasa a través del Canal.

* Agradecimiento especial a Cardique que permitió hacer el recorrido por el canal

Por Carolina Gutiérrez Torres

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar