Publicidad

Contadores de aves

Hacer un inventario en el territorio con mayor cantidad de especies en el mundo no está sólo en manos de expertos. Los Censos Navideños en Colombia se han convertido en un ejercicio de ciencia ciudadana que alimenta grandes investigaciones.

Mariana Escobar Roldán
12 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
Los protagonistas de los Censos Navideños de Aves, que cada año miden la población de pájaros en gran parte del país, son los ciudadanos del común.  /  Loreta Rosselli
Los protagonistas de los Censos Navideños de Aves, que cada año miden la población de pájaros en gran parte del país, son los ciudadanos del común. / Loreta Rosselli

Loreta Rosselli y Gary Stiles se despiertan en la madrugada y van a un sitio que tenga alta biodiversidad. Antes de que el sol levante a los pájaros de sus dormideros, los dos ornitólogos ya están con binoculares y libretas en mano, dispuestos a contar uno a uno los ejemplares que alcancen a percibir. Sigilosos, cuidando que sus pasos no estropeen la búsqueda, van bosque adentro a la expectativa de encontrar una especie jamás vista en la zona, como el colibrí esmeralda que Stiles identificó hace unos años en la Sierra del Chiribiquete, entre los departamentos de Caquetá y Guaviare.

La expedición va hasta la tarde, y los esposos, ambos profesores de universidades, anotan el número de especies, la cantidad de horas y de kilómetros recorridos y las observaciones necesarias para futuros análisis. Así como identifican la llegada de nuevos pájaros, por desgracia, también perciben los que faltan.

La pareja y tres biólogas más fueron los precursores de estos conteos, heredados de una tradición norteamericana de 1900, cuando Frank Chapman, estadounidense que solía cazar aves para Navidad, decidió cambiar las escopetas por binoculares y, en vez de sacrificar pájaros, empezó a contarlos.

El primer año, solos, encontraron 29 especies en el Cerro de Juica (municipio de Tabio, Cundinamarca). Hoy, en cambio, son alrededor de 400 voluntarios los que se unen a los conteos en todo el país. Loretta y Gary han sido testigos de cambios radicales que hubieran pasado inadvertidos de no ser por su iniciativa.

Por ejemplo, la tingua moteada, bastante común en Bogotá el siglo pasado, ahora es vista con poca frecuencia y considerada como una especie críticamente amenazada. Según los ornitólogos, el abandono ambiental del parque La Florida, donde se concentraba la mayor parte de la población, fue la causa.

Los censos también han permitido despejar mitos, como el que dice que las mirlas están acabando con los copetones. La información de los observadores evidencia que la población de los segundos se mantiene estable y la de las otras va en ascenso.

En cambio el chamón, que pone sus huevos en nidos de otras aves, ha aumentado y está llevando a la extinción de una variedad endémica de la sabana: el cucarachero de pantano.

La pareja presenció la llegada de la torcaza —actualmente el pájaro más común de Bogotá—, aunque hace 26 años pocos sabían de qué se trataba. Igualmente, descubrieron con novedad y pesimismo que especies de tierra caliente, como la mirla blanca y el alcaraván, nativas de los Llanos Orientales, están llegando al municipio de Tabio (Cundinamarca), donde las temperaturas más bajas no serían su ambiente propicio. El cambio climático sería el culpable.

Así, lo que empezó como una simple afición se convirtió en el monitoreo de vertebrados más largo del país. Hoy forma parte de la Sociedad Audubon, una red continental de observadores que, como Loreta y Gary, cada fin de año hacen un recuento de qué está pasando con la avifauna de sus países. Desde Canadá hasta el extremo sur de América, la propuesta ha sido bautizada Censos Navideños de Aves.

En Colombia, luego de 26 años de trabajo ininterrumpido, el ejercicio se ha replicado por todo el país. Los grupos de voluntarios eligen un círculo de 25 kilómetros de diámetro con localidades representativas de los diferentes tipos de ecosistemas. Luego, cada año, en las mismas fechas y los mismos puntos, se hace el conteo. De esa forma es posible comparar a lo largo del tiempo.

Este diciembre, 13 grupos de departamentos como Antioquia, Valle, Bolívar, Caldas, Cundinamarca y Huila hicieron un conteo en 30 círculos diferentes y lograron observar 225 especies.

La información sirve para alimentar las bases de datos nacionales que llevan la cuenta oficial de qué aves están en el país y cuáles están en peligro.

Lo curioso es que quienes hacen los censos no siempre son científicos o biólogos expertos. La mayoría son curiosos y aficionados que han aprendido del mundo de las aves en los conteos.

Luis Miguel Rengifo, coordinador del Libro rojo de las aves (que detalla cuáles son las amenazas), dice que los mejores fotógrafos de aves que conoce son un ingeniero eléctrico y un cirujano plástico que van cada año a los censos.

Jorge Botero, de la Sociedad Caldense de Ornitología, llama a estas experiencias ejercicios de ciencia ciudadana, en los que no sólo aporta el experto, sino que las personas del común sirven como vigías.

María Piedad Baptiste, investigadora del programa de conservación del Instituto Humboldt, afirma que muchas veces las entidades no tienen la capacidad para implementar investigación a gran escala sobre las aves, en vista de que el territorio es muy extenso, “por eso este tipo de redes son muy importantes, finalmente sirven para alimentar una base que no podrían llenar tan pocos científicos. Luego, entidades como el Humboldt pueden llevar esa información a otros niveles donde se toman grandes decisiones”.

A principios de enero, por ejemplo, la revista Conservación de la Fundación Proaves, basándose en trabajos de investigadores (entre los que se encuentran miembros de los censos, como Oswaldo Cortés) y bases de datos de otros países, confirmó lo que por muchos años se ha creído: Colombia es el país con mayor cantidad de aves del mundo: 1.898 especies, 54 de las cuales están amenazadas y 9 han sido reconocidas en los últimos meses (ver infografía).

Asimismo, el Libro rojo de las aves, cuya próxima edición saldrá entre marzo y abril de este año, luego de una década sin publicarse, se basó en información producto de la iniciativa de Gary y Loreta, y desde ya arrojó importantes datos. Por ejemplo: el sur de la costa Pacífica, especialmente el occidente de Nariño, es la más peligrosa para las aves por el aumento de cultivos de coca y la deforestación de bosques nativos. Además, las áreas secas en las montañas, poco atendidas por las instituciones, serán los lugares donde podrían ocurrir las próximas extinciones de Colombia.

La importancia de los censos va más allá del nivel regional y del gusto que genera en quienes lo promueven, porque, como lo expresa Baptista, “para frenar las amenazas de aves hay que generar conciencia y divulgación en todos los sectores de la sociedad, y los Censos Navideños lo están haciendo”.

Todos los finales de año, desde 1986, una pareja de biólogos —un estadounidense y una colombiana— dedican un día a un arte de observadores rigurosos e infatigables: contar aves.

Por Mariana Escobar Roldán

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar