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Corazones curados con células madre

En EE.UU., un tratamiento con células madre mejoró la actividad cardíaca de un grupo de pacientes. ¿Qué significa este avance para la medicina? ¿Cómo fue el proceso?

Juan David Torres Duarte
23 de noviembre de 2011 - 10:17 p. m.

Una semana atrás, numerosos medios de comunicación y revistas especializadas registraron con entusiasmo una noticia. Decían, con sorpresa, que un grupo de investigadores en Estados Unidos, liderados por el doctor Roberto Bolli, de la Universidad de Louisville, aplicó un tratamiento con células madre a 16 pacientes mayores de 75 años con una característica común pero poco amable: todos habían tenido un ataque cardíaco y eran candidatos a cirugía en las arterias coronarias.

Las células madre tienen la capacidad de restablecer tejidos dañados. Un ataque cardíaco —o infarto de miocardio— deja cicatrices en el tejido muscular y puede debilitarlo cada vez más. Por eso, el grupo de científicos se dio a la tarea de analizar si el cultivo de células propias del corazón ayudaría a su mejoría. Querían, en principio, observar si el procedimiento era seguro, pues los experimentos previos se habían realizado con animales.

Entonces formaron dos grupos de pacientes. A los primeros los tratarían con células madre; los segundos servirían como punto de comparación. El grupo de investigación buscó candidatos cuya fracción de inyección —aquella que determina cuánta sangre bombea en el corazón— en el ventrículo izquierdo fuera menor o igual a 40%. Tomaron de cada uno de ellos un gramo del músculo cardíaco y lo aislaron para multiplicarlo y crear nuevas células, que crecieron robustamente por cuatro meses.

Injertaron las células en los tejidos dañados. Los resultados fueron “sorprendentes”, afirma, en conversación con El Espectador, el doctor John Loughran, uno de los principales investigadores: el corazón bombeaba más sangre en el ventrículo izquierdo. “Vimos un incremento en la fracción de eyección mayor al 8% en cuatro meses y mayor al 12% en un año en los pacientes en tratamiento —dice Loughran—. Esto significa que la actividad cardíaca, la capacidad funcional y la calidad de vida mejoraron. El aumento de bombeo era casi tres veces mayor de lo esperado”.

Hicieron, además, otra deducción. “El hallazgo más interesante —cuenta Loughran— es que en los siete pacientes que fueron vistos con resonancia magnética registramos una dramática disminución del tamaño de la herida”. Dicho de otro modo: las células madre, además de mejorar la actividad cardíaca, recuperaban el tejido y disminuían las probabilidades de futuros infartos.

Los avances son promisorios. Durante la reunión anual de la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés), unos días atrás, un grupo de investigación del Hospital Universitario de Fráncfort (Alemania) también reportó mejoras en el corazón de los pacientes gracias al injerto de células madre de la médula ósea.

El desarrollo de células madre, sin embargo, hasta ahora está dando los primeros pasos. Los avances presentados por Bolli, Loughran y su equipo médico hacen parte de una fase inicial de investigación, que aún espera las consecuencias del tratamiento a largo plazo. Mientras tanto, Loughran se prepara para un segundo estadio, que consistirá en analizar más profundamente los efectos de las células madre en un número mayor de pacientes.

A pesar de ello, y teniendo en cuenta que el infarto al miocardio cobra la vida de 6 millones de personas al año en Estados Unidos, esto abriría un nuevo camino para formular nuevas opciones terapéuticas.

“El potencial de las células madre no tiene límites —dice Loughran—. El problema es que lo que sucede en un laboratorio no siempre se puede trasladar a un organismo vivo”. Loughran y su equipo trabajan con células adultas, distintas a las células embrionarias que tanto debate han provocado en los últimos años. Por eso, porque no existen dilemas morales, Loughran es optimista y piensa que las células madre encontrarán solución a enfermedades que parecen no tenerla. “Después de todo —dice—, la única razón por la que trabajamos tan duro es para ayudar a nuestros pacientes”.

Por Juan David Torres Duarte

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