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El contador de seres vivos

Camilo Mora sorprendió esta semana al mundo al anunciar que existen 8,7 millones de especies. Un dato que muchos científicos perseguían. Hasta que se demuestre lo contrario, la razón está de su lado.

Lisbeth Fog
27 de agosto de 2011 - 09:00 p. m.

“Imagínate que llegas a un planeta nuevo”, me dijo Camilo Mora, biólogo marino de la Universidad del Valle, actualmente docente e investigador del departamento de geografía en la Universidad de Hawai. “Lo que uno haría es describir lo que hay allí y buscar elementos que sean favorables para la raza humana. Es incomprensible para nosotros, los biólogos, que se explore el espacio en lugar de explorar lo que hay aquí. La posibilidad de descubrir nuevos recursos es ilimitada y está siendo completamente desaprovechada”.

Su grupo de investigación acaba de publicar un artículo en la revista científica PLoS Biology, donde predicen que el número de animales, plantas, algas, hongos, protozoarios y bacterias del planeta es de 8.7 millones de especies. Estudios anteriores fijaban esta cifra entre 3 y 100 millones, un rango supremamente amplio.

Mora pone énfasis en que, si bien haber llegado a esa cifra significó utilizar una metodología que puede ser comprobada y por tanto da resultados que son confiables, a diferencia de las usadas tradicionalmente, las implicaciones son las que llaman la atención.

Conocer la biodiversidad del planeta es importante porque cada una de esas 8,7 millones de especies cumplen una función. Son partes de un todo. “Es como una máquina a la que si tú le quitas un tornillo que sea crítico para su funcionamiento, simplemente deja de funcionar”. Lo que dicen las cifras es que se desconocen los sistemas naturales que nos permiten sobrevivir como especie y con cada extinción algo se quiebra, algo empieza a funcionar mal.

Así, concluye el estudio, “es necesario renovar el interés por adelantar más exploración y estudios taxonómicos si queremos cerrar esta considerable brecha en nuestro conocimiento sobre la vida en la Tierra”.

“Aplicamos nuestro método a grupos que conocemos muy bien, como mamíferos, peces y anfibios, y resulta que los predice muy bien”, dice, señalando que las cifras reales son muy similares a las que resultaron en el estudio. En líneas muy generales, el nuevo método utiliza registros y catálogos de especies, que al combinarse con información taxonómica, permite obtener cifras bastante precisas de las especies.

“Cuando lo aplicamos a todas las especies del mundo, los resultados son muy confiables”, concluye. En el único grupo que no funcionó como hubieran querido fue en el de las bacterias, lo cual Mora considera una de las debilidades que es necesario trabajar.

La realidad es que en los 250 años que llevan los taxónomos clasificando especies, sólo han descrito el 14 % del total y el 9% de las marinas. Largo camino les espera a los expertos, porque según el estudio liderado por Mora se necesitarían 1.200 años, 303.000 taxónomos y 364 mil millones de dólares para terminar la tarea.

En pocas palabras, la mirada debería ser hacia nuestro planeta, y en ese objetivo está puesto el ojo de Mora desde que cambió su ideal de ser millonario por una vida dedicada a la investigación científica. El click lo hizo cuando prestó el servicio militar en Colombia. “Fue una situación muy dura”, dice. “En realidad hay una sola vida en la vida y es mejor disfrutarla que sacrificarla por dinero. Así que estudié biología marina, y no me he arrepentido”.

Mora hizo su doctorado en la Universidad de Windsor, en Canadá, ha publicado 32 artículos científicos en revistas de alto impacto en el mundo científico y dentro de su área es uno de los autores más citados. “Es como cuando Montoya gana los campeonatos en los que participa”, dice, poniendo énfasis en la disciplina, las largas horas de trabajo y dedicación, el interés y la pasión. Así, Mora ha llegado lejos. “De ser un campesino, que ni siquiera había salido del Valle, en los últimos 10 años le he dado la vuelta al mundo”.

Entre Hawai y Palmira

Mora, quien recientemente cumplió 35 años, está hoy en su tierra natal aprovechando unos días de descanso en los que cambió su bata de laboratorio por el overol de maestro de obra. Lidera un proyecto de familia; dos de sus cinco hermanas están trabajando tiempo completo, convirtiendo la finca en las cercanías de Palmira donde nació y creció, en una gran reserva natural, “un oasis” en medio de las plantaciones de caña de azúcar del Valle del Cauca. Sus padres, ambos ingenieros agrónomos, empezaron a sembrar árboles y a transformar en bosques lo que antes era una zona agrícola. La idea es convertirla en una reserva genética.

“Decidimos convertir la finca en un centro de exposición de la naturaleza”, sigue su historia. “Estamos organizando los senderos y los nichos de aves y mariposas (tienen ya más de 800 especies, entre plantas y animales) para familiarizar a la gente con la problemática que existe”.

Son semillas que germinan y crecen y convierten el espacio en un lugar que en el futuro podría ser visitado por niños de escuelas urbanas que encontrarían un mundo lleno de sorpresas, ser lugar de descanso para quienes ya entran en la tercera edad, abrir sus puertas a la población en general.

Pero Mora tiene su sede en Hawai, donde lo esperan su esposa y su hija, Afryelle, quien ya camina por entre potreros y bosques sin temerle a nada. Ella es como los alumnos de sus clases. “Ser profesor es como tener hijos”, dice. “Si uno es un buen profesor, se encarga de motivarlos para que sigan el camino que uno va recorriendo”. Es como prolongar la existencia de sueños, metas, sacrificios y resultados. “Es un elemento que yo aprendí de mi profesor de doctorado y que valoro mucho”.

Sus intereses profesionales van desde la biogeografía, las amenazas a la biodiversidad y la evaluación global de la conservación, hasta los métodos en macroecología. Sus resultados no los adjudica a su inteligencia, sino a sus ganas de lograr calidad en sus investigaciones y excelencia en sus resultados: “Uno tiene que diferenciarse de alguna manera”, concluye la conversación.

Opiniones sobre el trabajo de Camilo Mora

‘‘Lo esencial es que si queremos cumplir con los retos que enfrenta el mundo, necesitamos tener una comprensión muy clara del número de especies”.

Robert May, de la U. de Oxford

‘‘El hallazgo de Mora nos señala que el esfuerzo taxonómico debe acelerarse si queremos llegar a tener una idea de la biodiversidad, antes de que gran parte de ésta se extinga”.

Juan Armando Sánchez, Facultad de Ciencias, Universidad de los Andes

‘‘Desde que Camilo empezó a tomar cursos en la U. del Valle se destacó por su inteligencia. Siempre demostró que quería trabajar en un proyecto que tuviera una trascendencia más allá de la usual”.

Fernando Zapata, profesor, Universidad del Valle.

Por Lisbeth Fog

 

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