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El Orinoco, a la espera de una firma

Durante ocho años, varias organizaciones ambientales han luchado para que el lugar donde surge el Gran Orinoco sea declarado sitio Ramsar. Para lograrlo, sólo falta la firma del presidente Santos.

Viviana Londoño Calle
14 de julio de 2012 - 09:01 p. m.

Hace un año y cuatro meses que los indígenas de varios resguardos de Inírida están a la espera de que el territorio en el que viven sea declarado ‘sitio Ramsar’, un reconocimiento internacional que abriría las puertas para que se promueva el uso sostenible del lugar y se evite allí la realización de actividades como la minería.

La búsqueda de la declaratoria empezó en 2004. Ese año la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA), el Ministerio de Ambiente y la organización internacional WWF, entre otras entidades, decidieron impulsar el reconocimiento, teniendo en cuenta el potencial de la zona.

¿En qué se basaban? La estrella fluvial no es un humedal cualquiera: en medio de la espesa selva del departamento de Guainía, pasando la ciudad de Inírida, se encuentran las aguas de los ríos Inírida y Guaviare. Cuarenta kilómetros después se funden con las del Atabapo y el Alto Orinoco, y en esta confluencia, a la altura de la población de San Fernando de Atabapo, en Venezuela, los cuatro ríos dan paso al surgimiento del Gran Orinoco (ver mapa).

En la zona, que comprende alrededor de 283.000 hectáreas, viven 15 comunidades indígenas de los pueblos puinave y curripaco, en resguardos cada vez más amenazados por la avanzada minera de grupos ilegales, como lo ha señalado el gobernador del departamento, Óscar Rodríguez Sánchez.

Ese fue sólo uno de los motivos para buscar la declaración. Pero primero, debía hacerse una caracterización del lugar. Los resultados confirmaron lo esperado: 470 especies de peces y 900 de plantas, sin contar con las aves y los reptiles, eran sólo una muestra del valor ambiental de esta estrella fluvial.

En 2010 empezó la consulta previa con las comunidades indígenas. Así explica el proceso David Torquato, capitán del resguardo Coayare El Coco, donde viven 900 indígenas: “Al principio muchos no entendían que la declaración nos podía favorecer, pero los colonos están arrasando con la selva y con el pescado; el daño es grave y por eso decidimos apoyarla”.

Los llamados sitios Ramsar no son áreas protegidas y tampoco son títulos de propiedad, como temían los indígenas, “son áreas de uso sostenible, compatible con el mantenimiento del ecosistema”, señala el biólogo Saulo Usma de WWF, quien ha venido impulsando el proceso. Hoy el país cuenta con cinco sitios de este tipo.

Cuando una zona es declarada Ramsar, es necesario que se haga un plan de manejo ambiental para ella, lo que según César Meléndez, director de la CDA, es clave para darle un manejo adecuado: “Hoy, la minería desorganizada para la extracción de oro está ocasionando daños ambientales. La declaratoria nos daría herramientas para trabajar de la mano con las comunidades para controlarla”.

Pero no sólo se evitarían los daños por minería. Actualmente el Inírida y el Atabapo producen casi el 50% de los peces ornamentales que exporta Colombia y que terminan en peceras de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, como lo advierte Bilialdo Tello, director del Sena en la región, “hay una gran extracción descontrolada que no sólo genera pérdidas para los indígenas que los venden a intermediarios, sino un gran margen de mortalidad de los peces por las condiciones de manejo”. El plan buscaría el comercio responsable y justo, al igual que en la pesca para el consumo en el río Guaviare.

Hasta ahora, tanto los habitantes de la estrella fluvial como las organizaciones ambientales y la Gobernación de Guainía respaldan la propuesta por considerarla un escudo ambiental para la zona. ¿Por qué entonces no ha sido reconocida? Sólo falta que el presidente Juan Manuel Santos firme un decreto en el que el país solicite a Ramsar la declaratoria. Antes, el Ministerio de Minas debe emitir un concepto en el que se confirme que el polígono delimitado no tiene licencias para la minería ni la extracción de hidrocarburos. Dicho concepto no condicionaría la declaración, pero el Gobierno prefiere tenerlo.

Pese a que desde marzo de 2011 el Ministerio de Ambiente envió toda la documentación con la información al Ministerio de Minas, ésta es la hora en la que todavía no se emite dicho concepto. La explicación de ese despacho es que siguen analizando los datos.

Si se supera este trámite, Colombia tendría el primer sitio Ramsar en la región Amazonia-Orinoquia con presencia de comunidades indígenas. “Sería un gran avance conservar este sitio tan importante. Ojalá que sea un anuncio que el país pueda hacer muy pronto al mundo”, señala Mary Lou Higgins, directora de WWF Colombia.

Por ahora pasan los días y los indígenas siguen a la expectativa. En palabras de Torquato: “Estamos esperando que tomen una decisión, que nos ayuden a defender nuestra tierra”.

Origen de las zonas Ramsar

Los sitios Ramsar son humedales de importancia internacional que empezaron a ser declarados como tales gracias a un convenio firmado en la ciudad de Irán de ese nombre, el 2 de febrero de 1971, y que entró en vigencia cuatro años después.

Este acuerdo se enfoca en los humedales debido a su importancia como refugio de biodiversidad y patrimonio cultural, además de la incidencia que este tipo de ecosistemas puede tener en el ciclo hidrológico, la recarga de acuíferos y la estabilización del clima local, entre otros aspectos. Aunque no son áreas protegidas, el reconocimiento internacional permite que se conviertan en áreas de uso sostenible y se eviten en ellas actividades como la minería. Actualmente existen más de 1.900 sitios Ramsar en el mundo.

Sitios Ramsar en Colombia

Pese a la gran riqueza de humedales del país, en los últimos 14 años apenas cinco de ellos han sido declarados como sitios Ramsar en Colombia. El primero de éstos fue la Ciénaga Grande de Santa Marta en 1998, seguido en 2000 por la laguna de La Cocha en Pasto, el delta del río Baudó (2002), el complejo de humedales laguna del Otún en Risaralda (2007) y el sistema lacustre de Chingaza, designado en 2008 y en donde nace el agua que abastece a la mayoría de los habitantes de la capital y parte de los municipios de la sabana de Cundinamarca. Actualmente las autoridades ambientales que operan en cada una de las zonas son las encargadas de la puesta en marcha de los planes de manejo de estos ecosistemas estratégicos. (Ver mapa de zonas Ramsar en Colombia)

Por Viviana Londoño Calle

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