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El señor de los mosquitos

En España acaban de publicar un libro que revela la historia del científico Julián de Zulueta, pionero de la investigación contra la malaria en Colombia y a nivel mundial. Memorias.

Nelson Fredy Padilla
02 de abril de 2011 - 08:59 p. m.

1936: En la bogotana Estación de la Sabana los recibieron don Eduardo Santos y doña Lorencita Villegas de Santos. Del tren que cumplía la ruta Buenaventura-Cali-Girardot se bajaron el diplomático Luis de Zulueta y su hijo Julián, de 18 años. Santos y De Zulueta eran viejos amigos: tres años antes el español, siendo ministro de Estado, fue delegado de su país en la Comisión de la Sociedad de Naciones que resolvió la guerra entre Perú y Colombia. Santos era el delegado colombiano.

De Zulueta, periodista, pedagogo y filósofo amigo del escritor Miguel de Unamuno, venía de ser embajador en Berlín y ante el Vaticano, pero en 1936 se desató la guerra civil en España y como era opositor al franquismo no pudo volver a su país. Santos le ofreció exiliarse en Colombia, le consiguió casa en el barrio Teusaquillo, lo empleó como columnista del diario El Tiempo y le hizo los contactos para que dictara clases en la Universidad Nacional y un ciclo de conferencias en el Teatro Colón. “Llegamos a Colombia en barco vía Nueva York-Buenaventura con ilusión de nueva vida, gracias a la ayuda de Eduardo Santos, dueño de periódico y líder del Partido Liberal que luego llegó a ser presidente de Colombia. Santos estaba muy agradecido por lo que había hecho cuando tuvo lugar el conflicto con Perú”.

Es la historia que reveló esta semana en España el libro Tuanyamok, El señor de los mosquitos, publicado por la Residencia de Estudiantes de Madrid, famosa porque fue el hogar del poeta Federico García Lorca, los artistas Salvador Dalí y Luis Buñuel y el Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, entre otros españoles universales. Luis y Julián de Zulueta también fueron huéspedes ilustres.

Quien se empeñó en esta bella obra testimonial, basada en una larga charla entre la antropóloga María García Alonso y el científico Julián de Zulueta, fue la directora de la Residencia Alicia Gómez-Navarro. En enero, durante una visita a Bogotá, le prometió a El Espectador la primicia del documento final que resume la vida de Julián, hoy de 92 años de edad, pionero de la investigación contra la malaria en Colombia y el mundo.

1937: El madrileño Julián de Zulueta empezó a estudiar medicina en la Universidad Nacional. Allí se pueden consultar sus investigaciones. Destaca la tesis “Protozoología del hematozoario del paludismo en el huésped humano” (1943). Era un adelantado. Antes de graduarse se contagió de tifus exantemático en el Instituto Lleras de Investigación Científica y su investigación de la enfermedad sirvió para enfrentar una epidemia que hubo en Bogotá y que se superó con vacunas norteamericanas. Para De Zulueta resultó trascendental conocer en Colombia al español Carlos Zozaya, malariólogo discípulo de Giovanni Battista Grassi, descubridor de la transmisión de la malaria en Italia y ganador del Nobel en 1898.

1944: Es becado para especializarse en enfermedades tropicales y parasitología en Cambridge. A Inglaterra llegó con cajas de ejemplares de mosquitos colombianos de la fiebre amarilla que fueron estudiados en la London School of Tropical Medicine.

1947-1948: Regresó a Colombia con su esposa Gillian y fue nombrado epidemiólogo en el Laboratorio de Medicina Tropical de la Fundación Rockefeller en Villavicencio. Esta etapa “fue fundamental para mi formación científica”. Su primera misión: “atrapar al mosquito de la malaria en Villavicencio”. “Llegábamos por aire afuera de La Macarena a un lugar llamado Finca del Mico”. Improvisaron una pista donde cada vez que iban a aterrizar o a despegar en un avión DC3 había que limpiar hormigueros gigantes. Así llevaron el primer campero Land Rover a los Llanos Orientales. “(En 2010) Vi fotos de las Farc y lo que se veía al fondo yo creo era el aeropuerto”.

Lideró las campañas de control contra el paludismo y la malaria en los Llanos. “Siempre traté de ir a los sitios y vivir como la gente que pesca el paludismo; no verlo de lejos, sino de inmediato: en las casas, durmiendo como dormían quienes vivían allí, en sus hamacas. Y dejar que los mosquitos le picaran a uno, y cogerlos con un tubo de ensayo para examinarlos después con microscopios binoculares y clasificarlos. Los atraíamos con un cebo animal para que entraran en una especie de jaulita. Recogimos todas las especies de anofeles existentes con cinco ayudantes. A los seis nos dio malaria. Yo tuve vivax y falciparum. Todos nos curamos. Los mosquitos de la fiebre amarilla no tienen nada que ver con los anofeles de la malaria: viven en la copa de los árboles grandes. Cuando los aserradores cortaban esos árboles magníficos, pum, caía todo esto: el ramaje, las hojas… vi a los mosquitos de la fiebre amarilla salir zumbando en nubes, y si estaban los hombres que habían cortado la madera, iban a picarlos y picaban a quien se encontrara en la vecindad. Después me llamaban… ‘doctor, haga algo por mí; doctor, haga algo por mí’. Vacuné a miles de personas en un día”. A raíz del nacimiento de su hija Felicity estaba en Bogotá el día del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Asistió al inicio de la Violencia sin saber que sus efectos iban a alcanzarlo.

1949: Llegó a dirigir el laboratorio y organizó la primera expedición científica a la Sierra de La Macarena. “Era virgen. Allí sólo habían entrado geólogos de la Shell a buscar petróleo y no encontraron”. Logró el patrocinio del British Council, que le envió al botánico W. R. Phillipson y al zoólogo C. Doncaster. “Había muchas cuevas, los animales de esa zona no habían visto al hombre, ni habían oído un tiro de escopeta, ni nada: al hombre no le tenían miedo ninguno. No había habido ningún cambio en la vegetación: el hombre no había cortado árboles, no había plantado, no había hecho nada. Era una zona absolutamente intacta”. Anécdota: “Phillipson volvía al campamento base. Isidoro, uno de mis buenos trabajadores y el único armado, sabía de jaguares y de disparar. Se fue detrás y ¿qué vio? Pues a Phillipson andando, toc, toc, toc, y un jaguar ¡al lado, al lado! Cogió su escopeta y ¡pum!, le pegó un tiro. Phillipson exclamó: ¿Esto qué es? ¿Por qué? Isidoro le contestó: ‘Mire, profesor, mire lo que tenía usted a diez pasos. Si no estoy yo aquí, ahora usted no estaría’”.

“El estudio de la fauna y sobre todo de la vegetación tenía un interés científico enorme. Phillipson encontró allí no sólo especies distintas de platas, sino géneros nuevos que nunca habían sido catalogados. Y ocurría lo mismo con los animales. Yo pensé que valía la pena hacer una estación biológica, un centro de investigación. Contábamos con cooperación de los biólogos colombianos. Mi gran atracción era poder organizar una investigación de una zona jamás tocada por el hombre”. Julián de Zulueta fue el primero en pedir declarar a La Macarena como reserva biológica.

“Villavicencio fue famosa en el mundo científico por las investigaciones sobre la fiebre amarilla selvática y lo que allí se descubrió sirvió para hallar una vacuna cien por cien eficaz. También nos visitó de la Universidad de Harvard Richard Evans Schultes (legendario naturalista estadounidense), que entonces era un botánico joven e investigó zonas que no habían investigado los británicos. Además contraté, pagado por el gobierno de Colombia, al letón Federico Medem para tener un biólogo. A él lo trajo Mario Laserna de la Universidad de los Andes”. De Zulueta y Laserna fueron grandes amigos. Otro colombiano con quien investigó y publicó aquí y en el exterior fue el médico Santiago Rengifo.

1950: La prestigiosa revista Nature avaló sus descubrimientos y le publicó la investigación “Biología de los mosquitos adultos en el oriente de Colombia”.

1951: “En el Instituto Tropical Roberto Franco (después dirigido por Medem desde 1966) teníamos todo lo de La Macarena y estábamos empezando a construir la estación biológica, pero por la violencia se hacía imposible mantener todo aquello. En los Llanos no existía policía. Y reinaba la tranquilidad. Pero la violencia se inició en gran parte por la estupidez del gobierno central de mandarla”. Su propio chofer lo denunció “por rojo” ante los chulavitas y lo querían interrogar a la fuerza. En Villavicencio empezaron a matar gente en la calle por ser liberal. Lo salvó un sobrino del presidente conservador Roberto Urdaneta Arbeláez. En ese ambiente de guerra civil fue hostigado por la policía debido a sus antecedentes familiares de izquierda y su relación con los liberales de los Llanos. Huyó hacia Bogotá. Se escondió en Chía hasta que Mario Laserna le dio casa y trabajo como profesor de sanidad en la Universidad de los Andes.

1952: Fue contratado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde Ginebra y durante 25 años recorrió el planeta siguiéndole el rastro a la malaria. Desde Beirut, Líbano, fue jefe del proyecto antimalárico de la OMS en Oriente Medio entre 1964 y 1973. De allí viajaba a Uganda, Siria, Irán, Irak, Afganistán y Jordania. También trabajó contra la malaria en Turquía, Argelia, Marruecos, Malasia, Grecia, México, Panamá y en la isla de Borneo, donde los dayak lo apodaron “Tuan Nyamok, El señor de los mosquitos”.

1955: Luis de Zuleta, papá de Julián, se fue de Colombia luego de que la Comisión Permanente de Conciliación Franco-Suiza, a la que pertenecía con carácter vitalicio, lo llamó a La Haya. Falleció en Nueva York en 1964. Su hijo Luis todavía vive en Colombia.

1977: Julián de Zulueta se radica en España, donde profundiza sus estudios nacionales sobre malaria, aunque sigue como consultor de la OMS y viaja a Pakistán, Irán, Madagascar y Guinea Ecuatorial.

1997: Trabaja para la Unesco y viaja a Cuba en busca de sus raíces caribeñas.

2007: Publicó la investigación que demostró que la malaria mató al rey Carlos V de España. Lo hizo a través de la rehidratación de tejidos momificados gracias a que recibió autorización de la Corona para analizar la última falange de un dedo meñique del monarca.

2010: El gobierno de España le concedió el Premio Extraordinario de Medio Ambiente.

2011: La Residencia de Estudiantes de Madrid lo sacó del olvido y le publicó un libro de memorias. Cuenta que vino a Colombia durante los últimos 30 años. “En mi último viaje decidí ir a esos sitios donde yo había cogido mosquitos, a esas casas que me daban albergue, a esas preciosas tierras de los Llanos. Quedé tan decepcionado… las habían quemado, habían tumbado el monte, habían dañado el maravilloso paisaje. Lo vi, sí, ¡y ya no existe!”.

La historiadora que recuperó la Residencia

Entrevista con la directora de la Residencia de Estudiantes de Madrid, que cumplió 100 años y alberga estudiosos colombianos.

Nelson Fredy Padilla

Alicia Gómez- Navarro es la responsable del rescate de las memorias de la familia De Zulueta en Colombia. Es licenciada en Historia de la Universidad Complutense de Madrid y especialista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En1986 asumió el cargo de Directora Adjunta y desde 2004 fue nombrada Directora de la Residencia de Estudiantes. Es esposa de Manuel Gutiérrez Aragón director de cine y escritor y fue conferencista invitada al Hay Festival de Cartagena en enero.

¿Qué significa que el Estado español le acabe de otorgar la Cruz Alfonso X El Sabio?

Es la máxima distinción que otorga el Ministerio de Educación a aquellas personas que han contribuido a la educación la ciencia y la cultura. Es por la tarea desarrollada por la Residencia, el valor que tiene para España el haberla resucitado porque estaba totalmente olvidada después del franquismo, había sido prohibida, censurada. Apenas les estamos empezando a contar a las actuales generaciones qué es la residencia.

Es un proceso de más de 20 años.


Empezó a finales de los años 80. Es un trabajo a largo plazo porque hubo que rehabilitar los edificios, reivindicar el nombre, la tradición a imitación de los college británicos donde estudiantes puedan vivir. Pero no es sólo un alojamiento sino un lugar donde hay educación integral, valores, tolerancia, creatividad.

Ahora la Residencia también es patrimonio de Europa.


Sí. Es un sello que quedó de la Comunidad Europea que se llama Patrimonio Europeo. Se eligieron varios lugares como el Archivo de la Corona de Aragón, el Cabo Finisterre el final del Camino de Santiago, el Monasterio de Yuste y la Residencia.

La sede ya no es tan monacal.

Es muy sobria, muy austera. Los cuatro edificios actuales son de 1915, quedan en un alto que el poeta Juan Ramón Jiménez bautizó la Colina de los Chopos, porque él dirigió la plantación de esos árboles. Él vivió allí hasta que se casó.

Precisamente en 2011 uno de los proyectos de ustedes es la digitalización de la obra del Nobel de Literatura Jiménez. En qué va?

La obra de Juan Ramón está dividida en varias partes. La mayor en un archivo de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, que fue el último destino en su exilio, que incluyó antes a Estados Unidos, Cuba. El problema para el archivo en Puerto Rico era el clima. Había que digitalizarlo y entonces hicimos convenio entre tres instituciones, la Junta de Andalucía, la Diputación de Huelva y la Residencia, y estamos en eso.

¿Cuántos y qué tipo de documentos son?

Es una locura. La idea es que haya acceso público primero a investigadores. Es que Juan Ramón era una persona totalmente maniaca corrigiendo. Tenía una caligrafía imposible, puede haber diez, quince o veinte versiones de cada poema. Gran parte del archivo sólo tiene sentido para filólogos. Es ilegible.

¿Cuánto tiempo les tomará?


De aquí al verano probablemente. Ya digitalizamos toda la colección de revistas de Juan Ramón, en varios idiomas, que está en Huelva. El traducía a muchos poetas. Nosotros celebramos el cincuentenario de su Nobel y publicamos el Epistolario. Ahora estamos a punto de publicar el segundo tomo antes de mitad de año y el tercer tomo en 2012. También su correspondencia y otro tomo sobre la historia de la concesión del Nobel.

En Colombia se lee en los colegios pero se desconoce la mayoría de su obra.

Es uno de los grandes poetas del siglo XX. Lo que pasa es que se editó muy poco incluso en España y apenas ahora se empieza a editar entero desde hace diez años.

¿Cuántos estudiantes y becarios hay este año?

Tenemos 13 jóvenes becarios o creadores de artistas escogidos de una convocatoria anual.

¿Hay colombianos?

Tenemos uno que acaba de terminar su primera novela, se llama Juan Sebastián Cárdenas.

¿Y a nivel de poetas?


Nos han distintos poetas colombianos para ciclos porque la poesía ha sido el alma de la Residencia. En nuestra colección de audiolibros está, por ejemplo, Álvaro Mutis, quien ha venido muchas veces, Fernando Charry Lara estuvo antes de morir, Darío Jaramillo Agudelo ha estado.

¿Un recuerdo de Mutis allí?

Es exuberante. Llega, saluda a todo el mundo de besos, repite ‘esta es mi casa, esta es mi casa’. Adora la Residencia y siempre que viene a Madrid llama. Estuvo la última vez con motivo de la exposición soebre Jose Celestino Mutis hace unos tres años.

La Residencia es un club de amigos.

Un lugar de tertulia. Manuel Elkin Patarroyo viene siempre y colabora con muchos grupos de investigación científica españoles. Ha dictado dos conferencias y ha residido aquí.

¿Y a nivel histórico cómo la define?


Es un lugar de memoria, que representa lo mejor de la cultura y de la historia de España del siglo XX, y al mismo tiempo es un lugar de futuro porque allí se debate sobre el futuro de las ciencias y se produce un contacto entre generaciones de distintos países de Europa y toda América.

¿Qué exposiciones hay este semestre?

Inauguramos una con motivo del centenario para recordar a todos los visitantes ilustres máa allá´de los tres mitos, nuestros huéspedes ilustres Dalí, Lorca y Buñuel.

¿Qué conexiones piensan establecer con Colombia?

Con Colombia está por establecer la relación, aunque una conexión muy cercana son Luis y Julián de Zulueta.

Su esposo, el cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón, hizo el documental ‘Coloquio en la Residencia’, inspirado en la vida de Dalí y Lorca allí. ¿Qué significa para la Residencia y por qué este es el primer trabajo en el que se funde el trabajo de ustedes dos?

Es la primera vez porque siempre hemos mantenido nuestro ejercicio profesional aparte. Es una cosa que se hizo con motivo del centenario y es muy especial porque existían esas memorias por separado. Manuel lo que ha hecho es establecer un diálogo entre los dos. No de actores disfrazados de Dalí y Lorca sino en un atril, en el que los representan y hablan entre ellos. A su vez hay una pianista, aparece Buñuel y se elaboró una recreación de la que pudo ser una habitación de la Residencia con base en las fotos que hemos conseguidos. A raíz del rodaje del documental la habitación quedó como museo permanente abierto al público. El documental se puede ver vía internet.

¿La Residencia es entonces un símbolo contra la guerra y el franquismo?

Es un símbolo de algo que no tenía que haber pasado. Lo que pasa es que la guerra fue un trauma brutal. Apenas los nietos están escribiendo la historia de la guerra. Es un testimonio de aquella España. La Residencia es la casa de todos, el símbolo del rescate de la tolerancia.

Para ver la nota relacionada: García Lorca, Dalí y Buñuel, residentes haga clic aquí: http://www.elespectador.com/node/242107

Por Nelson Fredy Padilla

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