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La epidemia dental de los niños

La adición de fluoruro a la sal, ordenada por el gobierno de Belisario Betancur para combatir las caries, está provocando una enfermedad irreversible que afecta las células formadoras del esmalte y debilita los huesos.

Fernando Galindo G.*
23 de noviembre de 2012 - 10:00 p. m.
En la fluorosis dentaria severa el esmalte es quebradizo y aparecen manchas marrones en los dientes.  / Archivo
En la fluorosis dentaria severa el esmalte es quebradizo y aparecen manchas marrones en los dientes. / Archivo

La suspensión de la fluorización de la sal: esa es la petición que un grupo de profesionales en salud dental le hizo al ministro de Salud, Alejandro Gaviria, argumentando que ese proceso, en el que los fabricantes le adicionan fluoruro (sales del ácido fluorhídrico) a este ingrediente, es nefasto.

El simposio de Fluoruros y Fluorosis Dental, celebrado recientemente en la Universidad CES de Medellín, actualizó tal reclamo. Los especialistas hablan de que este proceso ha sido el responsable de una epidemia de fluorosis dentaria que fue detectada a principios de los años 90, cuando diferentes estudios clínicos confirmaron su ocurrencia en cerca del 50% de la población infantil colombiana.

Esta epidemia consiste en una “intoxicación sistémica por flúor” en la dentadura. Aunque algunos funcionarios de la salud pública pretenden reducir las implicaciones de la fluorosis a los defectos cosméticos en los dientes, la realidad es que compromete otros tejidos orgánicos, como el óseo y el renal, en una intoxicación sistémica por el exceso de flúor.

La aparición de esta epidemia se dio después de que el gobierno de Belisario Betancur ordenara la fluorización de la sal para combatir la caries dental y otras patologías derivadas de ella. Incluso antes de esto, la enfermedad había sido endémica en algunos municipios porque las aguas de las que se surten sus acueductos contienen altas concentraciones de fluoruros. Ejemplo de ello son Luruaco y Usiacurí (Atlántico), Margarita (Bolívar), San Martín (Cesar), San Juan del Cesar (La Guajira), Arboledas y Salazar (Norte de Santander), Puerto López (Meta), Sepitá (Santander) y, más recientemente, Yondó (Antioquia) y Agua de Dios (Cundinamarca).

Sin embargo, lo que parecía ser una solución que incluso tenía reputación internacional, tuvo efectos secundarios irreversibles. La estabilidad del flúor en la sal de cocina vendida en el país fue evaluada por dos estudios de laboratorio realizados en el Departamento de Odontología de la Fundación Santa Fe de Bogotá.

En el primero se midió el flúor iónico soluble durante un año y se demostró que la concentración del ion flúor soluble agregado a la sal de cocina aumenta con el tiempo de almacenamiento. Sólo un porcentaje muy reducido de las muestras analizadas (7,78%) estuvo dentro del rango estipulado por el Ministerio de Salud de 180 a 220 ppm (partes por millón). El segundo estudio evaluó la concentración total: se encontró que el 53,33% de las muestras registró una concentración mayor a lo establecido y sólo el 3,11% estuvo dentro de la norma.

La Unión Europea conformó hace dos años un comité científico para evaluar los efectos de la exposición humana al flúor y a los agentes fluorurados del agua potable. En un reporte entregado en mayo de 2011 se concluyó, entre otras cosas, que estar expuesto al flúor sistémico (agua potable, sal de cocina, tabletas y gotas, y suplementos nutritivos administrados por vía digestiva) está evidentemente asociado con el riesgo aumentado de fluorosis ósea (lo que provoca cambios en la estructura de los huesos, haciéndolos extremamente frágiles y quebradizos) y dentaria (una condición irreversible que daña las células formadoras del esmalte, lo que lo hace quebradizo y provoca manchas marrones en los dientes).

Ante esta abrumadora evidencia, el Gobierno debería trabajar en la suspensión de la fluorización de la sal e implementar programas de salud pública basados en el uso racional de otros agentes que contengan flúor. Está en juego la salud oral de la niñez.

* Doctor en cirugía dental.

Minsalud no cuenta con el dinero para igualar las UPC

Durante la XXXIII Reunión de Ministros de Salud del Área Andina, en Bogotá, el jefe de esa cartera en Colombia Alejandro Gaviria respondió a la decisión de la Corte Constitucional de ordenar que se iguale el precio de la Unidad de Pago por Capitación (UPC) del régimen subsidiado al del contributivo. La UPC corresponde al valor que anualmente el Estado le paga a las EPS por atender a cada uno de los usuarios. Actualmente, por cada afiliado al régimen contributivo se reconocen $547.000 pesos, mientras que para los del subsidiado se pagan $352.000.

Gaviria recordó que desde el ministerio ya se había planteado la idea de igualar esos valores en un plazo de cuatro años y que con el presupuesto destinado a esa cartera para 2013 no alcanzaría para suplir los $2 billones que costaría esta nivelación. “Estamos en una encrucijada. Pediremos a la corte que nos aclare el fallo”, dijo.

Por otro lado, el Ministerio de Salud anunció ayer que ya se comenzaron a importar, directamente con laboratorios internacionales, cinco medicamentos vitales para los pacientes con cáncer y que escaseaban en el país: busulfán inyectable y oral, melfalán, tioguanina, mercaptopurina y clorambucilo. Con esta importación se favorecerá a 7.000 pacientes oncológicos.

Por Fernando Galindo G.*

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