Jaguares acorralados

La muerte de dos felinos en Amalfi y Guadalupe (Antioquia) muestra cómo la ganadería expansiva, la deforestación y la minería arriesgan la vida de estas especies en la región.

Angélica María Cuevas G.
01 de agosto de 2012 - 11:58 p. m.
En Colombia, el tigre mariposo (‘Panthera onca’) habita principalmente las selvas húmedas. Estos felinos pueden recorrer hasta 60 kilómetros en un día.  / Think stock
En Colombia, el tigre mariposo (‘Panthera onca’) habita principalmente las selvas húmedas. Estos felinos pueden recorrer hasta 60 kilómetros en un día. / Think stock

Veinte días duró el jaguar amedrentando a los campesinos de la vereda Mangos Calenturas en Amalfi (Antioquia): arañando las yeguas, comiéndose las gallinas. Veinte campesinos planearon defenderse, acorralaron con trampas la zona donde lo habían visto y sólo pasó una noche antes de que muriera atrapado.

La historia les recordó a los habitantes cómo a finales de los 40 la leyenda popular de que los terrenos aledaños guardaban a un felino descomunal terminó con la cacería de un jaguar, selva adentro, a manos de cinco cazadores. En el parque del pueblo el alcalde, el párroco y la multitud los recibieron como valientes en medio de la pólvora y la algarabía que impuso la banda de música.

Pero la muerte del jaguar de la semana pasada en Mangos Calenturas, a 144 kilómetros de Medellín, no fue producto del heroísmo sino del pánico. Una cosa es saber que jaguares, pumas y tigrillos habitan los bosques del municipio y otra la deforestación, la minería y la ganadería expansiva que los han venido desplazando hacia las fincas campesinas. Por eso Luis Taborda, presidente de la Junta de Acción Comunal, y sus vecinos dicen que cazaron al jaguar no sólo para evitar que se siguiera comiendo a sus animales, sino también para proteger a sus familias y a sus niños que tienen que atravesar esos pastizales para ir a la escuela.

Tres días después de que se conociera la noticia de la caza del jaguar, una tigrilla murió atropellada a pocos kilómetros, en una carretera del municipio de Guadalupe, por un contratista del proyecto hidroeléctrico Porce III.

Para Juan Carlos Cortés, técnico de la Secretaría de Desarrollo Rural y Ambiental de Amalfi, la deforestación producto de la expansión de los potreros y de la ganadería es la principal responsable del arrinconamiento de estos felinos hacia zonas pobladas por los humanos. “Además, la caza irracional de venados, guaguas, saínos y tatabras (animales pequeños parecidos a los cerdos) viene acabando con sus fuentes de alimentación”, agrega.

Según Corantioquia, entre 1980 y 2000 se talaron en Amalfi más de 7.000 hectáreas de bosque, un promedio de 350 hectáreas por año y en cuanto al departamento, un estudio presentado en 2011 por investigadores de la Universidad Nacional sede Medellín, la tasa de deforestación en Antioquia supera las 27.000 hectáreas anuales. Los expertos vuelven a coincidir en que la expansión de la minería y la ganadería están acabando con los bosques.

El líder de la Junta de Acción Comunal de Amalfi calcula que en la vereda, en la que viven sólo 23 familias, pueden contarse hasta 500 cabezas de ganado. “La ganadería es una cosa brava”, dice Taborda.

La Secretaría de Desarrollo Rural y Ambiental de ese municipio asegura que no cuenta con personal capacitado para poner en marcha planes de preservación de felinos, y aunque Corantioquia, como autoridad ambiental, debe apoyar su conservación, ni esta entidad, ni las nacionales tienen claro cuántos de estos felinos podrían habitar en el territorio antioqueño y en el colombiano.

En las veredas de Amalfi corre el rumor de que hay más felinos rondando los potreros, por eso Corantioquia envió esta semana un grupo de expertos a la zona para entregarles a los campesinos pitos y campanas con que ahuyentar a los animales y así evitar que mueran cazados. “Si continúan apareciendo, implementaremos planes para llevarles alimentación a lugares alejados de sitios poblados, y si se vuelve crítica la situación tendremos que capturarlos para llevarlos hacia otras zonas”, dice el director de la corporación, Alejandro González.

A los campesinos también tendrán que informarlos sobre iniciativas como El Corredor del Jaguar, liderada por la organización internacional de conservación de felinos Panthera, que pretende conectar los bosques de los 18 países latinoamericanos donde habita el jaguar, desde México hasta Argentina, para que las poblaciones del felino entren en contacto, haya intercambio genético y se garantice su salud, reproducción y supervivencia.

Quizá de esta manera también pueda evitarse que los campesinos cumplan con lo que advirtieron: “Si no nos ayudan, mataremos más jaguares”.

Por Angélica María Cuevas G.

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