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Lecciones de los monos para los humanos

El clásico de la ciencia ficción regresa a las pantallas justo cuando en Estados Unidos se discute la posibilidad de eliminar los experimentos con primates y en el Reino Unido piden límites a las investigaciones genéticas.

Pablo Correa
15 de agosto de 2011 - 09:00 p. m.

En El origen del planeta de los simios, dirigida por Rupert Wyatt y que ya comenzó a llenar salas de cine en todo el mundo, el científico Will Rodman busca una cura para el alzhéimer experimentando con simios. Sus motivos son nobles: quiere salvar a su padre de la enfermedad que le consume el cerebro.

Una de las chimpancés, que fallece en el laboratorio, da a luz una cría que el científico lleva a su casa, donde le enseña el lenguaje de signos. César no es cualquier simio. Las manipulaciones científicas lo han dotado de ciertas habilidades. La caja de Pandora está abierta y los que quieran saber el final es mejor que vayan por un tiquete al cine más cercano cuando se estrene en Colombia.

La película, que se suma a otras siete versiones inspiradas en el libro de Pierre Boulle publicado en 1936, llega a la cartelera justo cuando las principales agencias de investigación de Estados Unidos discuten si siguen adelante o no con experimentos en primates. En total, los norteamericanos conservan un batallón de 734 chimpancés en siete laboratorios. Un programa que consume 12 millones de dólares al año. Aunque más que el dinero, los cuestionamientos provienen de sectores indignados por la ineficiencia y los sutiles cuestionamientos bioéticos.

“En ninguno de los laboratorios que he visitado había visto tantos chimpancés exhibiendo tanto miedo”, dijo Jane Goodall, la experta primatóloga inglesa, refiriéndose a imágenes que escaparon del Louisiana New Iberia Research Center (Estados Unidos), donde 360 de ellos son utilizados para investigación.

Quienes defienden los trabajos con primates argumentan que son el mejor modelo para buscar una cura a la hepatitis C, que afecta a 170 millones de personas en todo el mundo, para probar tratamientos con anticuerpos monoclonales, para dar por fin con una vacuna contra el virus sincitial respiratorio.

El Institute of Medicine, un brazo de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., tiene por delante la tarea de elaborar un balance de la situación antes de que se tomen decisiones. En Inglaterra, desde 1997 se prohibieron los experimentos con chimpancés. Más tarde lo hizo la Unión Europea. Y de las grandes casas farmacéuticas, Glaxo SmithKline prometió no probar sus iniciativas en nuestros parientes más cercanos dentro del reino animal.

Por si fuera poco, en el Reino Unido un informe titulado “Animals containing human material” (Animales que contienen material humano), de la Academy of Medical Sciences, fue coincidencialmente la mejor campaña de expectativa para el remake de El planeta de los simios.

El informe dice que la genética y las tecnologías de células madre están tan avanzadas que la creación de animales con componentes humanos hace parte del horizontes de posibilidades. De ahí la invitación a crear una legislación donde, entre otras medidas, se impongan barreras a los trabajos en los que se implanten neuronas humanas en cerebros de primates y proyectos que contemplen la modificación del sistema nervioso de animales en busca de características nuevas.

“Lo interesante de la mitología de los monos es que habla de nuestro mundo”, explica Rupert Wyatt, director de El origen del planeta de los simios, "esa escena ponía el mundo de revés, iba directa a nuestros miedos más primitivos”. Y uno de esos miedos primitivos es que nuestra propia inteligencia se vuelva contra nosotros en algún laboratorio científico. No sería la primera vez. Ya salieron de allí las bombas atómicas.

Por Pablo Correa

 

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