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Los efectos del diane 35

La decisión de Francia de retirarlo del mercado puso en evidencia que en Colombia el uso de anticonceptivos orales se hace sin supervisión. Según la Federación Médica, cerca del 80% de fármacos con prescripción se venden sin fórmula.

Redacción Vivir
31 de enero de 2013 - 08:03 p. m.
El Invima y el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud están averiguando la composición del diane 35, para determinar sus posibles riesgos./AFP
El Invima y el Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud están averiguando la composición del diane 35, para determinar sus posibles riesgos./AFP

La alarma la prendió Francia. La comercialización del medicamento diane 35 (de Bayer), y sus equivalentes genéricos, quedará prohibida en tres meses luego de que las autoridades concluyeran que se habían registrado cuatro muertes de mujeres por trombosis venosa ligadas al consumo de este fármaco, indicado principalmente para tratar el acné, pero utilizado por muchas como anticonceptivo.

De inmediato trascendió que en Colombia, a pesar de requerir fórmula médica, estas pastillas se consiguen libremente en las farmacias. Y aunque no existen cifras exactas de cuántas mujeres podrían estarlas consumiendo (para controlar el acné o como anticonceptivo), las cifras del Observatorio de Medicamentos de la Federación Médica Colombiana permiten hacer una idea.

Bajo la marca comercial diane 35, creada por la farmacéutica alemana Schering, comprada en 2007 por Bayer, en los últimos cinco años (con cifras a septiembre de 2012) se vendieron en Colombia casi $51.447 millones. El genérico de marca Facetix, de la firma bogotana Synthesis, vendió en el mismo período alrededor de $14.626 millones y otro genérico de marca Linface, de la compañía nacional Chalver, comercializó $786 millones.

Para tratar de entender la magnitud de estas cifras, El Espectador comparó las ventas obtenidas por diane 35 con las ganancias que dejó el roaccutan (de Roche), un reconocido medicamento que también se utiliza para tratar el acné: mientras el segundo reportó ventas por unos $3.500 millones en 2012, diane sumó cerca de $7.716 millones. La pregunta que surge es: ¿cuánto de este dinero provino de mujeres que tenían como objetivo planificar en vez de tratar un problema de acné?

Ante el escándalo, Bayer Colombia aseguró que el anuncio del gobierno francés los tomó por sorpresa, ya que en nuestro país la venta de diane 35 (como consta en el registro sanitario emitido por el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos –Invima–), está autorizada sólo para tratar el acné y el síndrome del ovario poliquístico, y su comercialización está sujeta a una fórmula médica. Lo que realmente no sucede.

Según Óscar Andia, director del Observatorio del Medicamento de la Federación Médica, lo que realmente queda al descubierto con este hecho es “la falta de regulación y control en la dispensación de medicamentos que son de prescripción médica”. Calcula, incluso, que alrededor del 80% de los fármacos que sólo pueden ser comercializados con una fórmula médica se venden libremente. “Debería hacerse, por lo menos, el mismo control que se hace con los antibióticos”, asegura.

Ivonne Díaz, miembro de la Sociedad Colombiana de Ginecología, dice que este es un “llamado de atención no sólo para Francia, sino para el mundo, de que los anticonceptivos hormonales deben ser tomados bajo estricta vigilancia médica”. Explica que consumir este tipo de anticonceptivos siempre aumenta el riesgo de sufrir una trombosis (según ella, una mujer que los usa tiene entre dos y cuatro veces más posibilidades de experimentar este mal) y la única manera de prevenirlo es conociendo “los factores de riesgo de cada mujer” en el momento de la prescripción, por ejemplo, evaluando sus antecedentes familiares y su condición genética.

Con ella coincide Francisco Pardo Vargas, presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica, quien señala que es vital un acompañamiento médico “tanto para iniciar el anticonceptivo como para controlar su uso”.

La alerta sobre el diane 35, emitida por Francia, dejó ver que en nuestro país el uso de anticonceptivos orales (elegido por el 6,5% de las mujeres que utilizan algún método) sigue siendo una decisión desinformada, informal, que está quedando en muchos casos en manos de los farmaceutas. Este es el caso de Laura Peinado, de 32 años, a quien esta informalidad la llevó a ser víctima de una trombosis.

 

‘Hace ocho años sufrí una trombosis’

 

“Hace diez años me vine a vivir a Bogotá y me casé. En 2005, a los 24 años, decidí planificar con píldoras. Era modelo y un día de desfile, de tanto subir y bajar los brazos cuando me cambiaba, vi que se me empezó a hinchar el brazo izquierdo, me dolía mucho, de la mano al cuello. Mi hermano, que es médico, me dijo que fuera a urgencias. Cuando llegué a la clínica se había bajado la hinchazón, me dijeron que no tenía nada. Me mandaron para la casa.

El brazo me seguía doliendo y mi hermano insistía en que no era normal que algo pasaba con la circulación. Estuve de un lado a otro tratando de que me mandaran un examen. Conseguí la orden para que me practicaran un doppler (examen que a través de ultrasonido revisa el flujo sanguíneo en las principales arterias y venas en los brazos). El tamaño de mi brazo ya era casi del doble, tenía miedo de que tuviera problemas en el corazón.

El brazo estaba lleno de trombos (coágulos de sangre que se forman en el interior del aparato circulatorio), me diagnosticaron trombosis venosa profunda axilar izquierda. Recuerdo la cara del médico del hospital universitario diciéndoles a sus alumnos, delante de mí, lo impresionado que lo tenía mi brazo.

Revisaron mis antecedentes, en mi familia nadie había sufrido de vena várice, tampoco yo. Lo único que encontraron era que hace menos de un mes había comenzado a planificar con pastillas, pero no había terminado de tomarme ni la primera caja. Ahí los médicos la relacionaron con trombosis.

Estuve una semana hospitalizada recibiendo anticoagulatorios. Durante siete meses tomé warfarina, un anticoagulante en pastillas. Me hacían exámenes de sangre cada 15 días, tenía en el cuello una plaquita colgada que decía que estaba medicada con ese fármaco, por si tenía un accidente. No podía tocarme duro por que me salían morados.

Hace cinco años, cuando quedé en embarazo, tuve que aplicarme durante esos nueve meses inyecciones de clexane, otro anticoagulante que no le hacía daño al bebé. No tuve problemas con durante la gestación y el parto.

Los anticonceptivos con hormonas quedaron prohibidos para mí. Nunca, antes de lo que me pasó, tuve cómo saber que no eran aptos para mi cuerpo, nunca, ni a mí ni a mis amigas, nos pidieron fórmulas para comprarlos, nunca ni un médico, ni nadie nos advirtió que un tratamiento de planificación hormonal requiere supervisión”.

Por Redacción Vivir

 

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