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Manhattan corona su nuevo gigante

La construcción del rascacielos más alto de Nueva York entró en su recta final. De la Torre Uno, que se erige en el lugar de las Torres Gemelas, ya se alquiló el 55% de los 90 pisos.

Especial de ‘El País’ de España para El Espectador /
19 de enero de 2013 - 09:00 p. m.
/Luis Ramírez
/Luis Ramírez

Les llaman los conectores. Son el cuerpo de élite entre los iron workers. Unen las vigas que tejen la estructura de los rascacielos. El examen físico al que se someten para formar parte de este grupo es más exigente que para entrar en el Cuerpo de Bomberos de Nueva York. Porque ahí arriba puede pasar cualquier cosa. Por eso, los cinco que trabajan en la cima de la Torre Uno están pendientes siempre el uno del otro, como si estuvieran en el frente.

Son como hermanos. No puede ser de otra manera. Cuanto más altura, peores son las condiciones de trabajo y más arriesgan sus vidas. Si el tiempo acompaña, en siete días pueden acabar la estructura de una planta. Tommy Hickey es uno de estos superhombres. Lo lleva en los genes. Su abuelo trabajó en la construcción del Empire State y su padre en la Torre Sur del World Trade Center, la segunda en ser atacada por Al Qaeda y la primera en derrumbarse.

Su trabajo está casi hecho. Steve Plate, director de la construcción de este coloso, dice que fue un orgullo poner en pie la torre central del complejo, un lugar que hace 11 años estaba amortajado por el dolor.

El nuevo rascacielos que define el perfil de Manhattan se erige como baluarte de la libertad, el coraje y la unidad, así como una victoria frente al terror. “Todos queremos dejar un mundo mejor del que nos encontramos”, señala Plate en una entrevista, mientras observa con orgullo las piezas que compondrán la aguja de Nueva York. Es el último elemento estructural que dará a la Torre Uno la altura de 1.776 pies (541 metros), el año de la Independencia.

El diseño de la antena fue muy sofisticado, porque además de fabricarse para desempeñar la función que tendrá en el edificio, había que tener en cuenta el transporte y cómo se llevará a la cima. Nueve piezas fueron por barco y nueve por camión hasta el destino. Costó US$20 millones.

Nueva York está cada vez más cerca de recuperar lo que los terroristas destruyeron el 11 de septiembre de 2001. Las Torres Gemelas en el World Trade Center eran el símbolo de la capital financiera en el bajo Manhattan. Los alrededores del complejo de oficinas en la zona baja de la isla quedaron casi destruidos. Y no fueron pocos los que se preguntaron tras los ataques terroristas si volvería a recuperarse.

El perfil del bajo Manhattan sigue mutando. Ya no se habla de Zona Cero al referirse al vacío que quedó tras el 11-S. Junto a la Torre Uno se alza también la Torre Cuatro, que ya hizo cima. Llegar a este punto fue un proceso lleno de retos técnicos, grandes y pequeños, dominado por las emociones y con multitud de desacuerdos sobre su financiación, diseño y seguridad. La construcción de One World Trade Center comenzó en 2006. El armazón de acero empezó a emerger del suelo un año después. Recibirá a los primeros ocupantes a comienzos de 2014.

Los primeros 90 pisos están reservados a oficinas. Los 10 siguientes se destinarán a sistemas de aire acondicionado, calefacción y equipamiento eléctrico. A sus pies, mirando desde lo alto, como si fuera una huella imborrable de las Torres Gemelas, se ven las dos piscinas que conmemoran a las víctimas. Allí se pueden leer los casi 3.000 nombres de los fallecidos en los ataques de 2001 y los seis del primer atentado de 1993. Antes de 2014 abrirá sus puertas el Museo Memorial.

Enfrente, hacia el Sur, se levanta la Torre Cuatro, más baja. Y mirando hacia el Este, abajo, siguen a su ritmo los trabajos que darán vida a la estación con forma de peineta diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava. El presupuesto para esta última obra se acerca ya a los US$3.700 millones (unos 2.800 millones de euros), con lo que roza los 3.900 millones (2.950 millones de euros) que se calcula costará completar la Torre Uno.

El costo se multiplicó casi por cuatro en ambos casos en los últimos 10 años. El precio final del complejo se desconoce. Pero, para empezar a cuadra cuentas, la Port Authority, propietaria del WTC, necesita inquilinos que paguen el alquiler. Entre ellos se encuentra el grupo editorial Conde Nast y la inmobiliaria china Vantone Holdings. También estarán algunas agencias públicas.

La Torre Uno ya está alquilada el 55%. La crisis financiera y la contracción del mercado inmobiliario explica en parte por qué cuesta encontrar clientes. También los plazos de la obra. El edificio tiene además un problema de localización, porque cada vez más negocios miran hacia el Midtown y el bajo Manhattan está pasando a ser más residencial. Como efecto del 11-S, una zona de segunda categoría. Los efectos de las inundaciones del huracán ‘Sandy’, que dejó esta zona durante días sin luz y transporte, agravaron el problema. A comienzos de mes empezaron en Hudson Yards las obras del mayor proyecto inmobiliario privado desde la construcción del Rockefeller Center.

Quizás el Lower Manhattan, que incluye el Distrito Financiero, no llegue a ser aquel centro de negocios que fue antes de los atentados. Pero 12 años después del ataque terrorista es que es la zona que más está creciendo en términos de población en la isla. Y aquel silencio que creó el vacío de las Torres Gemelas lo llena la ferviente actividad comercial.

Hay nuevos parques en Wall Street, en la orilla del Hudson y Battery Park. Entre los nuevos vecinos se encuentran hoteles de lujo. Renacer, recuerda Steve Plate, que es fruto de un “esfuerzo colectivo”. Y mirando al mástil que viajaba por el río Hudson en la barcaza que lo llevó a los pies de la Torre Uno, dice “sentirse muy bien cuando uno piensa en todo lo que hay detrás de esta pieza de ingeniería”. Ahora sólo queda encender la vela.

Por Especial de ‘El País’ de España para El Espectador /

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