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Obsesiones extrañas

Este lunes, a las 9:00 p.m., Discovery Home & Health estrena una serie que explora la vida de personas adictas a objetos y comportamientos inusuales. La mayoría aceptó salir en TV para obligarse a pedir ayuda.

Mariana Suárez Rueda
01 de febrero de 2012 - 11:46 p. m.

Al igual que la adicción a las drogas, las de comer detergente, masticar cristal o dejar el secador de pelo prendido toda la noche elevan los niveles de dopamina y serotonina del cerebro (que suelen estar bajos cuando la persona se encuentra deprimida), generando una aparente sensación de tranquilidad y de mejor ánimo frente a situaciones difíciles como la pérdida de un ser querido o una enfermedad.

Sin embargo, explica Mike Dow, psicoterapista, experto en adicciones y relaciones, posdoctorado en neurociencia y comportamiento humano y encargado de asesorar médicamente a los participantes de la serie, la mayoría de personas que sufren de adicciones poco convencionales no sabe a dónde acudir ni qué hacer para abandonarlas. De hecho, cuenta, muchos de sus pacientes las mantuvieron ocultas durante años para evitar la vergüenza de lo que podrían pensar sus familiares o amigos.

Dar a conocer estas historias, que llegan a sonar irreales, fue lo que motivó a Jason Bolicki a realizar la serie Mi extraña obsesión, de la cual es productor ejecutivo. “No fue difícil conseguir los casos. La mayoría de participantes nos escribieron cuando sacamos el anuncio del programa, ansiosos por pedir ayuda y tener una vida normal”.

Dow explica que esas obsesiones pueden ser causadas por factores genéticos, como cuando hay historial en la familia de trastornos de ansiedad, o por el entorno. “Un niño cuyos padres son adictos al cigarrillo o a las cámaras de bronceo —dice—, tiene mayor riesgo de ser adicto también, así sea a otra cosa”. ¿Cómo tratarlas?

Lo primero, asegura Dow, es entender que estas adicciones raras son más comunes de lo que se cree. “Y, a pesar de que no están incluidas en el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, las considero una enfermedad mental y las trato como tal. En algunos casos se requiere de medicamentos y en otros sólo de psicoterapia. Pero cada paciente es único y responde de manera diferente”.

Lo importante, concluye, es aprender a reconocer los síntomas para darles un manejo adecuado a tiempo. Algunos de los más comunes son: mentir sobre la obsesión, sentirse avergonzado, no poder dejar de pensar en ella y tener dificultades para relacionarse con los demás.

Fascinación por los detergentes

Tempestt, de 19 años, no es una adolescente común. Cuando se estresa por cuenta de los estudios, las peleas con amigos o familiares, en vez de relajarse haciendo ejercicio, saliendo a divertirse o escuchando música, lo hace comiendo detergente y jabón. Estos dos productos de aseo le causan una sensación de alivio en los momentos de mayor tensión. Hay días en los que llega a ingerirlos compulsivamente hasta siete veces.

“Tengo más de 200 pares”

¿A qué mujer no le gustan los zapatos? ¿Cómo resistirse a comprar cuando están en descuento o su diseño es espectacular? Al parecer esto es lo que no ha logrado hacer Rebeca, una estadounidense que ya posee más de 200 pares. Es una fijación que tiene desde niña, pero sólo cuando su novio le propuso matrimonio quiso pedir ayuda, pues sabe que lo que gasta en zapatos lo debe invertir en su hogar.

En busca de atención

A Josh le encanta morder el vidrio. Confiesa que al hacerlo siente una gran satisfacción, por lo que lleva con esta manía más de cuatro años y ha mordido cerca de 100 vasos y 250 bombillos. A pesar de las súplicas de su novia, Josh no tiene intención de pedir ayuda, pues le fascina llamar la atención.

Atrapada en un disfraz

La vida de Lauren cambió cuando cumplió 13 años. Su padre falleció inesperadamente y desde entonces optó por encerrarse en sí misma y adoptar un extraño comportamiento: a todas las fiestas o eventos sociales asiste con un disfraz de peluche que, según ella, le da seguridad. Hace poco, por fin, su familia buscó a un experto para ayudarla a salir de su “encierro”.

Otros casos

Misión: bronceado

A sus 20 años, Samantha se obsesionó con el color de su piel, al punto de acudir a cámaras de bronceo hasta tres veces al día, además de asolearse al aire libre con aceite vegetal. Su dermatólogo intenta hacerle ver los riesgos de un cáncer de piel, pero es probable que necesite ayuda terapéutica.

Como una niña

Después del divorcio de sus padres, Rhonda, de 24 años, encontró en el hábito de chuparse el dedo y oler una cobija que tenía de niña la manera de sentirse tranquila. Además de esta actitud, que poco a poco comenzó a acaparar todo su tiempo, se ha aislado de sus amigos y familiares.

Amante de los títeres

April encontró en los títeres la mejor forma para expresarse. Practica con ellos durante horas todos los días y los lleva a cualquier lado que vaya. A pesar de que esta actitud se convirtió en una pesadilla para su novio, April prefirió terminar la relación y seguir con sus muñecos.

Sofá para sentirse mejor

Desde hace casi 20 años, Adele se come el relleno de los cojines del sofá de su sala. Lo hace cada vez que se siente ansiosa o estresada. A pesar de que ya estuvo hospitalizada una vez por oclusión intestinal, no ha sido capaz de dejar esta manía.

Gatos y más gatos

Debbie es alérgica a los gatos: se le congestiona la nariz, se le inflaman los párpados y tiene dificultad al respirar cuando está con ellos. Sin embargo, desde que su marido murió no ha encontrado mejor compañía. Ya tiene más de 20 y sus vecinos le dicen “la loquita de los gatos”. Recientemente pidió ayuda a un terapeuta y está intentando superar su obsesión.

Por Mariana Suárez Rueda

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