La piel, órgano que habla

Desde la evolución del ser humano hasta el estado de nuestra salud, la piel descubre verdades muchas veces ocultas.

Lisbeth Fog *
25 de marzo de 2013 - 09:02 p. m.
Las personas que tienen la piel negra cuentan con uno de los más efectivos bloqueadores de sol que existen en la naturaleza. / Gabriel Aponte
Las personas que tienen la piel negra cuentan con uno de los más efectivos bloqueadores de sol que existen en la naturaleza. / Gabriel Aponte

Alguna vez una dermatóloga me comentó sobre la diferencia entre examinar la piel blanca y la piel negra; en la primera es fácil detectar un salpullido o una picadura, mientras que en la segunda el examen exige al médico ayudarse con un instrumento más sofisticado que el simple ojo humano.

“El color de la piel responde a la adaptación del ser humano a las condiciones ambientales”, afirmó la antropóloga Nina Jablonski, de la Universidad del Estado de Pensilvania, durante la reunión anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), en Boston, Estados Unidos, el mes pasado. “La pigmentación de la piel nos enseña sobre la evolución de la especie”.

“La pigmentación de la piel coincidió con la caída del pelo en nuestro cuerpo hace 1,2 millones de años”, dijo Jablonski al explicar la razón por la cual el ser humano es la única especie de primate que no está cubierta totalmente de pelo. La piel tuvo que adquirir algunas de sus propiedades, como fortalecer su epidermis haciéndola más gruesa e impermeable, prevenir ataques de microorganismos y defenderse de otros factores del ambiente, lo que significó cambios anatómicos y bioquímicos que luego, a través de los siglos, significaron también cambios culturales.

Aunque son varios los genes que tienen que ver con la piel, una variación del MC1R, responsable de la pigmentación, se originó por esa época, cuando se cree que, como los chimpancés, nuestros antepasados tenían piel rosada cubierta de pelo y, al caerse, hizo que el gen empezara a funcionar rápidamente para oscurecer la piel.

Por eso, si hay algo que definitivamente nos diferencia del chimpancé, son los genes que controlan las propiedades de la piel.

Así como nos habla de evolución, la piel también informa sobre salud. Las personas que tienen su piel negra, por ejemplo, cuentan con uno de los más efectivos bloqueadores de sol que existen en la naturaleza: tienen altas dosis de eumelanina, la forma más oscura del pigmento clave de la piel —la melanina—, que tiene la habilidad de absorber la radiación ultravioleta, y por tanto están más protegidos de desarrollar cáncer de piel, uno de los más frecuentes en todas las razas. Sin embargo, en diálogo con El Espectador, la genetista Ellen Quillen, del Instituto de Investigación Biomédica en Texas, Estados Unidos, dijo que “a las personas negras les da menos cáncer de piel, pero mueren más porque se les diagnostica tarde”.

Por otro lado, las condiciones de vida han cambiado, el ser humano dejó de ser rural, más personas trabajan en lugares cerrados y se cubren con ropa. “Debemos protegernos del sol”, continuó Jablinski, “pero no hay que exagerar porque al hacerlo estamos dejando de recibir la vitamina D que nos provee”. Los rayos ultravioleta promueven la presencia de vitamina D en la sangre.

Quillen confirmó el aumento de los casos de deficiencia de esta vitamina en el ser humano, lo que se ha convertido en una importante preocupación médica en su país, por los casos de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II y problemas en el sistema inmune, entre otros. “Hay una incompatibilidad entre la pigmentación de la piel y las condiciones de vida actuales”, concluyó.

Estudiando a los ratones, encontró no sólo que el 2% de sus genes tienen algo que ver con la pigmentación de la piel, sino que cumplen otras funciones, principalmente relacionadas con el sistema nervioso. “El hecho de que tengan efectos en el cerebro o en la función del sistema nervioso aún no es clara y puede no ser contundente. Lo cierto es que hay un gran número de genes neurológicos asociados con el color de la piel”, concluyó.

 

* Por invitación de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (ACAC).

Por Lisbeth Fog *

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