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Ríos, al límite de contaminación

Utilizando una técnica económica y sencilla se encontró que los ríos Teusacá y Frío, en Cundinamarca, están en peligro.

Redacción Vivir
11 de marzo de 2012 - 10:05 p. m.

¿Cuál es el verdadero nivel de contaminación de los ríos que rodean y abastecen de agua a Bogotá? Dos biólogos de la Universidad Manuela Beltrán, junto a un grupo de estudiantes, ya dieron los primeros pasos para responder esa pregunta examinando los ríos Frío (que nace en el Páramo de Guerrero, entre Zipaquirá y Pacho, en Cundinamarca) y el Teusacá (cuyo cauce viene de la laguna del Verjón, situada en el cerro de Monserrate).

Pero su hazaña va más allá: para lograr este objetivo están utilizando un método poco convencional que, según ellos, resulta hasta diez veces más económico que los exámenes habituales. “Determinamos la calidad del agua teniendo en cuenta los organismos que viven allí —explica el profesor Jhon Bastidas—. Analizamos la presencia de macroinvertebrados y, dependiendo de las especies que encontramos, podemos diagnosticar en qué estado se encuentra el agua”.

Explica el profesor Bastidas que en los exámenes físicoquímicos, habituales para medir la calidad del agua, se toma una muestra y se lleva al laboratorio. “Pero esa muestra es puntual. Del día y la hora en la que fue tomada. En cambio, ¿quiénes están detectando todos los cambios? Pues los organismos que viven allí. En ellos se refleja cualquier cambio que haya tenido el agua durante su tiempo de vida”.

El trabajo comienza con la captura de los macroinvertebrados utilizando unas redes. Eso se hace a lo largo de la trayectoria del río. Allí quedan atrapados los gasterópodos (los más famosos de ellos son los caracoles), los platelmintos (especies de gusanos) y otras decenas de especies. Con el análisis posterior es posible determinar si el agua está en buen estado de conservación, si es apta para el consumo humano o si desde su nacimiento está completamente contaminada, “muerta”, como en el caso del río Frío.

Las aguas del río Frío descienden hacia Cajicá, pasan por Chía y desembocan en el río Bogotá (ver infografía). Es el mismo río que inundó la sabana en la pasada ola invernal. Esto fue lo que encontraron los biólogos: “En el nacimiento del río hay minería de carbón y todos los sedimentos que salen de su extracción están llegando a sus aguas. Está altamente contaminado con antracita (uno de los derivados del carbón). Se encontraron macroinvertebrados o insectos acuáticos que son afines a la materia orgánica en descomposición, a las heces fecales”.

Aunque los resultados del río Teusacá fueron menos preocupantes, la alarma está encendida, asegura el profesor Bastidas, porque las aguas de ambos ríos son utilizadas para el riego de cultivos y para el consumo de la ganadería, cuyos productos llegan a ser ingeridos por los habitantes de la ciudad. “Estamos hablando de bioacumulación —explica Ciromar Lemus, coinvestigador—. Si el agua tiene metales pesados o algún contaminante agresivo, éste se va acumulando en las plantas y en los animales que finalmente nosotros vamos a consumir”.

El río Teusacá alimenta el embalse de San Rafael, el mismo que provee de agua a Bogotá. Éste es su diagnóstico: “En la cuenca alta, en la cima de los cerros orientales, está totalmente conservado. Ya en la cuenta alta-media empieza a haber una alta contaminación, por cuenta de las construcciones a su alrededor y al no tratamiento de las aguas que se vierten directamente al río. Llegando al embalse, su conservación ya se encuentra en grave estado”, cuenta el profesor Jhon Bastidas.

Según él, ya se llegó al límite de contaminación. Dice que, de seguir al ritmo de hoy, “vamos a perder muchas especies de macroinvertebrados, lo que podría implicar la pérdida de una cadena ecosistémica”.

Los biólogos de la Manuela Beltrán aseguran que este mismo mecanismo podría ser utilizado por las instituciones gubernamentales “en su manejo de la gestión de los recursos hídricos y naturales”. Dicen que es económico y sencillo. Aseguran, incluso, que esta técnica podría enseñarse en los colegios para involucrar a los estudiantes en la conservación de sus entornos ambientales. Por ahora es sólo una idea.

Por Redacción Vivir

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