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¿Cómo se explican las 183 muertes violentas de niños en enero?

Debilidades en la justicia para castigar a los agresores, cambios en la composición de las familias y la ausencia de instituciones en regiones apartadas estimulan la violencia infantil.

Redacción Vivir
07 de febrero de 2013 - 07:10 p. m.
De acuerdo al consolidado que hizo Medicina Legal, en enero se presentaron 183 muertes violentas de niños y adolescentes, de los cuales 71 fueron homicidios.
De acuerdo al consolidado que hizo Medicina Legal, en enero se presentaron 183 muertes violentas de niños y adolescentes, de los cuales 71 fueron homicidios.

Aquél episodio del 31 de enero en el que una niña perteneciente a la comunidad indígena U’wa ingresó a un centro asistencial con hematomas en la cara y el cuello, trauma severo en el cráneo, quemaduras en las piernas y signos de tortura (las falanges de sus dedos fueron cortados) alarmó al país por unos instantes.

Después, el debate se concentró en determinar quién debía hacerse cargo del caso: ¿la justicia indígena o el estado colombiano? Al respecto, Beatriz Linares, coautora del Código de Infancia y Adolescencia, dice que es “irrisorio” que un caso como este dejara de importar por su gravedad y pasara desapercibido el fondo del problema: “las políticas y programas para prevenir el maltrato están fallando”.

Las cifras sugieren lo mismo. De acuerdo al consolidado que hizo Medicina Legal, en enero se presentaron 183 muertes violentas de niños y adolescentes, de los cuales 71 fueron homicidios.

Diego Molano, director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), afirma que se trata de “un grave problema que requiere una solución compleja, enfocada en mucha prevención”. Por eso dice que están atacando las causas estructurales: “el embarazo adolescente es una prioridad. Igualmente tenemos la estrategia De Cero a Siempre, que va asegurar que un niño sea deseado y planeado desde su gestación”.

Pero para Beatriz Linares, la responsabilidad no la tiene solo el ICBF: “Los niños son los últimos de la fila en la justicia. Castigos severos contra los 183 agresores haría que quien se va a meter con un menor lo piense dos veces”. Por eso, según la experta, la Policía, la Fiscalía, la Procuraduría, los jueces y, sobre todo, las alcaldías de los municipios, tienen una obligación que “no están cumpliendo a cabalidad”.

“Las cifras nos están diciendo que hay que volver a barajar, empezar de nuevo en la búsqueda de soluciones al problema e ir mucho más al punto de la problemática. Se necesita más acompañamiento a las familias, que se están convirtiendo en un factor de altísimo de riesgo para los niños”, añade Linares.

Ángela Murcia, siquiatra infantil de la Asociación Colombiana de Siquiatría, dice que las cifras de Medicina Legal miden el estado de salud mental de los colombianos: “En Colombia el maltrato es particularmente violento, se está agravando y las unidades de atención mental para ellos son insuficientes. En Bogotá, por ejemplo, solo hay dos siquiatras infantiles trabajando con entidades del Estado”.

De acuerdo a Murcia, son varias las causas de esta tendencia ascendente en el maltrato, las cuales van desde los cambios en la composición de las familias; pasan por las carencias económicas y de comunicación al interior del hogar, hasta la existencia de una cultura que justifica que los padres golpeen a los niños.

Sobre las vulneraciones a los derechos de los niños indígenas en particular, Beatriz Lineros considera que la situación es más grave: “Las zonas donde ellos habitan son justamente las mismas por las que transitan los corredores de las economías ilegales y los niños que están en el camino de esas rutas terminan siendo blanco del reclutamiento”.

Steve Pedraza, de Save the Children Colombia, asegura que de las cifras de muertes violentas en niños puede hacerse la siguiente lectura: “Nos estamos aproximando a una sociedad en la que las alternativas a futuro están negadas. Si no se les da la protección adecuada a los menores, les estamos negando una vida diferente a la de sus padres y, si continuamos así, probablemente ellos también serán agresores”.
 

Por Redacción Vivir

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