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Una mujer que quiere inventar el sexto sentido

Pattie Maes es considerada una de las 50 personas más influyentes del mundo en alta tecnología. Su obsesión es buscar formas para que la información digital fluya mejor entre máquinas y humanos.

Pablo Correa
19 de junio de 2013 - 10:00 p. m.
Pattie Maes dirige el grupo Interfaces Fluidas, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. / Pablo Correa
Pattie Maes dirige el grupo Interfaces Fluidas, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. / Pablo Correa

En el laboratorio que dirige Pattie Maes en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) uno podría pasar días enteros sin aburrirse. Más que un laboratorio parece un centro de entretenimiento. Al traspasar la primera puerta de vidrio, lo primero que se encuentra un visitante es una pantalla de plasma de 72 pulgadas en la que funciona una de sus últimas creaciones. Algo que ha sido bautizado como Waazam.

Waazam es un prototipo que busca replantear la forma como interactuamos con otras personas en el mundo digital. En vez de simplemente ver la cara de nuestro interlocutor ubicado en algún lugar distante, como sucede hoy con programas como Skype, Waazam permite que personas que están comunicadas interactúen en un mismo espacio virtual. Por ejemplo, los miembros de una banda de música viviendo en distintos países pueden verse inmersos en un mismo espacio digital, interactuar en formas que los actuales sistemas no permiten y crear quizás su próximo trabajo discográfico (ver video: http://fluid.media.mit.edu/node/206).

Waazam es apenas una de las decenas de creaciones que han surgido del grupo de investigación Interfaces Fluidas, que apunta a crear software y objetos tecnológicos capaces de convertirse en una extensión de nuestros cerebros y cuerpos, en un sexto sentido. Maes, experta en ciencias de la computación de origen belga, ha sido catalogada por la revista Time dentro del grupo de los 50 pioneros en el campo de la alta tecnología más influyentes del mundo.

Sólo cinco de los 26 grupos de investigación en el Media Lab son dirigidos por mujeres. ¿A qué se debe?

Ha sido muy difícil para nosotros encontrar más mujeres que contratar como miembros del centro e incluso como estudiantes de posgrado. Es algo desafortunado que no termino de entender. Creo que tenemos una perspectiva más amplia que otros grupos de desarrollo tecnológico, trabajamos con una perspectiva más social en el sentido de cuáles son los impactos de estas nuevas tecnologías en la vida de las personas y en la sociedad en general. A pesar de la mezcla de ciencia, arte y computación, recibimos pocas postulaciones de mujeres.

¿Y usted por qué se interesó en las ciencias de la computación?

Nunca pensé: soy mujer, debería estudiar ingeniería. En realidad siempre fui perezosa en lenguaje y buena en matemáticas y ciencias. Cuando tenía 17 años no me decidía entre estudiar biología o arquitectura. Y pensé que si no podía elegir entre esas dos, elegiría ciencias de la computación, porque las puedes usar en cualquier campo. No es que estuviera enamorada de la tecnología y la ingeniería, como muchos otros miembros del Media Lab. Muchos de ellos ya desbarataban radios a los cinco años. Yo no hacía eso. Yo jugaba con Barbies a esa edad.

En los años 90 usted creó tecnologías que apenas estamos comenzando a ver en el mercado. Cuénteme un poco sobre esos trabajos iniciales.

Gran parte de mi trabajo siempre ha estado motivado por razones personales. Mi trabajo siempre ha estado relacionado con hacer más fácil el uso de los computadores y el uso de la información digital. Los primeros 10 años que estuve en el Media Lab el trabajo se concentró en hacer más fácil que la gente encontrara la información que consideraba necesaria. Creamos, por ejemplo, una tecnología que ahora se usa en muchas partes, llamada “filtros colaborativos”. Se trató del primer sistema que usaba estadística y minería de datos para recomendar información a la gente. Fue un trabajo motivado por mi propia frustración ante lo difícil que era buscar música y videos que me interesaban, ya que tengo un gusto muy ecléctico. Por supuesto que si digo esto, ahora usted pensará que es una tontería porque está en todas partes, pero no era así en esa época.

¿Cómo se autodefiniría? ¿Como diseñadora, arquitecta digital, artista o ingeniera?

Algo que tiene en común la gente del Media Lab es que es difícil de categorizar. La mayoría de personas aquí están a medio camino entre distintas ciencias y artes. No podría considerarme una persona de inteligencia artificial, porque hago eso, más diseño, más muchas otras cosas. Lo que hacemos es explorar los espacios que existen entre diversas disciplinas, mientras el 95% de los investigadores sólo exploran una disciplina.

Usted ha dicho que la idea es que los computadores se adapten a la gente y no al contrario.

Creo que los computadores que usamos para acceder a la información digital serán cada vez más una extensión de nosotros mismos. Serán diseñados para acomodarse a nuestras vidas y nuestro comportamiento, de la misma forma que las gafas evolucionaron a partir de los monóculos para que las pudiéramos llevar puestas y no en un bolsillo. Creo que lo mismo sucederá con los computadores. No serán algo externo sino una parte de nosotros.

Ahora que habla de gafas, objetos como las gafas de Google, que permiten obtener información del entorno, han creado mucha polémica por la posibilidad de violar la privacidad de las personas.

Estoy más interesada en desarrollar la tecnología que en discutir cómo debe usarse. Veo todo esto como un problema, pero al mismo tiempo estoy intrigada por usar estas tecnologías y descubrir aplicaciones. Por ejemplo, en el caso de un fumador que encienda un cigarrillo, este tipo de dispositivos personales o gafas podrían proyectar inmediatamente imágenes del daño que causa fumar para disuadirlo de hacerlo. Creo que existen escenarios interesantes. Pero al mismo tiempo no sé si será aceptable socialmente.

¿Cree que los sistemas de educación actuales se están ajustando adecuadamente para enseñarles a las nuevas generaciones a enfrentar todos estos retos tecnológicos?

Creo que el modelo de educación, al menos el modelo industrial que creó las escuelas, no es el mejor. Antes las personas aprendían en el trabajo. El modelo hoy es que aprendes, aprendes, aprendes, y cuando tienes 20 o 22 años aplicas, aplicas, aplicas. Pero nos movemos a un mundo en el que el aprendizaje se extiende a toda la vida, en el que haces algo y aprendes un poco más, haces otra cosa y aprendes algo más. El mundo cambia tan rápido y se inventan nuevas cosas, como la red, y tienes que adaptarte y aprender. La gente ya no tiene el mismo empleo toda su vida. Tal vez se trate de regresar al tiempo anterior a las escuelas y aprender haciendo al lado de un maestro. Quizás esos maestros sean maestros digitales. Si se daña mi carro podría tener un maestro digital que me explicara el posible problema y cómo solucionarlo.

Todos hablan de innovar, pero parece que pocos saben cómo hacerlo. ¿Cuál es el secreto?

Aquí es una cultura real. No soy estadounidense, soy de Bélgica. En Estados Unidos siempre se está pensando en la próxima frontera, la nueva cosa, es parte de su ADN. La gente siempre está interesada en cómo hacer las cosas de una nueva manera. En Bélgica, si alguien trae una nueva idea la mayoría de personas ve primero las fallas y hay resistencia al cambio. Aquí la gente abraza el cambio. A veces quizás demasiado. No se cómo se puede imponer eso a otro país. Es un asunto cultural.

pcorrea@elespectador.com

Por Pablo Correa

 

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