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Aldea premuisca enreda transmisión de luz a Bogotá

Un hallazgo arqueológico en San Antonio del Tequendama agrava los problemas que ha tenido el proyecto del cual depende el abastecimiento de energía de la capital a partir de 2015.

Juan Camilo Maldonado Tovar
10 de julio de 2013 - 10:56 p. m.
Así luce parte de la aldea premuisca encontrada en los terrenos de Nueva Esperanza, donde EPM debía construir una subestación eléctrica. / Juan Camilo Maldonado
Así luce parte de la aldea premuisca encontrada en los terrenos de Nueva Esperanza, donde EPM debía construir una subestación eléctrica. / Juan Camilo Maldonado

Desde hace más de seis meses, y en completo sigilo, un grupo de arqueólogos y excavadores de la Universidad Nacional ha venido desenterrando lo que parece ser una aldea muisca o premuisca entre los cerros cercanos al Salto del Tequendama, que podría tener hasta dos mil años de antigüedad.

Se trata, según Ernesto Montenegro, subdirector científico del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), de un hallazgo “importante”, con “características relevantes, asociadas con la historia de la sabana”.

La aldea muisca o premuisca fue encontrada en el municipio de San Antonio de Tequendama, entre los cerros que se extienden hacia el nororiente del Salto del Tequendama, durante las “excavaciones preventivas” que realizaba Empresas Públicas de Medellín (EPM) para construir la subestación de energía eléctrica Nueva Esperanza, quizá la más crítica y millonaria obra de infraestructura para evitar el desabastecimiento de energía para 2015 en Bogotá.

El hallazgo ha sido un agridulce capítulo en la ya polémica historia del proyecto de Nueva Esperanza. Para EPM, Codensa (dueña de los terrenos), el Grupo de Energía de Bogotá y básicamente todo el estamento nacional relacionado con el sector minero-energético, la aldea hallada hace meses pone en riesgo un proyecto vital para prevenir el desabastecimiento energético de Bogotá para 2015, tal como lo ha advertido la Unidad de Planeación Minero-Energética.

Sin embargo, para el estamento arqueológico, empezando por el Ministerio de Cultura, que prepara su anuncio oficial en pocos días, el hallazgo arqueológico es un hecho sin precedentes y emocionante para la historia del altiplano cundiboyacense.

Aunque aún el Icanh no ha recibido de manera oficial el informe del reconocido arqueólogo colombiano Pedro Argüello (quien dirige las excavaciones), ya hizo presencia en la zona y ha recibido informes permanentes acerca de lo hallado en “Nueva Esperanza”, como se refieren todos a este enclave arqueológico en las montañas que circundan el valle del Tequendama.

Según asegura Ernesto Montenegro, las excavaciones de los últimos meses han permitido descubrir “una zona ocupada amplia, que debió tener una densidad poblacional importante. Asociado con eso hay características rituales, aunque no sabemos si los espacios y las plantas fueron utilizados con este fin”. Y el subdirector científico concluye: “El sitio contiene una diversidad de elementos que dan emoción”.

El Espectador hizo presencia en el área de la excavación y pudo verificar cómo, en efecto, entre bosques de niebla y pequeñas laderas, comienzan a revelarse las planchas sobres las cuales se emplazó el asentamiento muisca (ver foto).

Fuentes extraoficiales, pero muy cercanas a lo que ha venido ocurriendo, aseguran que en lo que va corrido de la exploración han sido encontrados más de 1.500 objetos arqueológicos. También han aparecido restos humanos.

A diferencia de la enorme necrópolis muisca de Usme, descubierta en abril de 2008 durante las excavaciones realizadas por Metrovivienda para la construcción de proyectos de vivienda de interés social, lo encontrado en Nueva Esperanza es más que una colección de tumbas. Se trata, asegura Montenegro, de un espacio que contiene “plantas de habitación, por lo que es posible que haya sido un antiguo poblado indígena”.

Sin embargo, todo lo que se puede llegar a saber del descubrimiento en los terrenos de Emgesa es incipiente. El Icanh espera recibir un primer informe en las próximas semanas, dentro del cual espera encontrar pistas sobre el posible uso que se le dio a este asentamiento. Para Montenegro, aún no es claro si “fue un sitio de ocupación permanente, temporal o ritual”.

De lo que sí parece estar seguro es de que la posible aldea “puede llegar a tener dos mil años de antigüedad”, tan antigua como la necrópolis de Usme, donde en su momento se estimó el hallazgo de más de 1.500 tumbas. Sin embargo, el dato tendría que ser confirmado con un análisis de carbono 14.

En total incertidumbre queda el proyecto Nueva Esperanza, ideado por el Ministerio de Minas y Energía y su Unidad de Planeación Minero-Energética, para aumentar la cantidad de energía que se transporta a Bogotá desde la represa del Guavio. Con una inversión estimada de US$100 millones, el proyecto fue adjudicado en 2010 a Empresas Públicas de Medellín y desde hace un año está en vilo por cuenta de la negativa de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) a darle su visto bueno.

El asunto preocupa tanto al sector minero-energético —y a las autoridades distritales—, que ayer en la mañana, durante la presentación del Análisis de la Situación Energética de Bogotá y Cundinamarca, por parte de investigadores de Fedesarrollo, se discutió abiertamente y con preocupación el año de atrasos que tiene el proyecto. En la reunión se encontraban, entre otras altas personalidades, la presidenta del Grupo de Energía de Bogotá, Sandra Fonseca, y la secretaria general de la Alcaldía de Bogotá, Susana Muhamad.

El rumor en los pasillos era uno solo: sin Nueva Esperanza, si no se tiene un plan b, Bogotá y sus 8 millones de habitantes se arriesgan a un desabastecimiento energético para 2015.

Por Juan Camilo Maldonado Tovar

 

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