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La ardua labor de restaurar monumentos

El de Rafael Uribe Uribe, en el Parque Nacional, es un ejemplo del trabajo meticuloso que se requiere y para el cual escasea el presupuesto.

Carlos Hernández Osorio
08 de agosto de 2015 - 02:00 a. m.

La Patria, encarnada en una mujer, sostiene a un atlético Rafael Uribe Uribe desvanecido, muerto. Lo entrega como mártir. Ambos son de bronce y protagonizan esa escena desde 1938, cuando el escultor español Victorio Macho los erigió sobre un pedestal de piedra arenisca, rodeados de una fuente en la entrada del Parque Nacional, sobre la carrera Séptima. Componen, según los expertos, la obra más importante del parque, a pesar de los efectos del tiempo, la lluvia, el sol, los grafitis y el impacto de los saltos de los skaters. Este monumento es un ejemplo de los males que aquejan al patrimonio en el espacio público en Bogotá, pero, a la vez, de la forma como puede recuperarse.

Una veintena de trabajadores ha llegado hasta allí desde hace tres meses para ocuparse de una meticulosa restauración en la que el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) ha invertido $130 millones. Es una cifra significativa si se tiene en cuenta que esa dependencia ha destinado en este gobierno $1.000 millones para la intervención de monumentos. La estrategia ha sido priorizar, pues ha identificado 548 a lo largo de la ciudad y el presupuesto no alcanza para todos. Alejandra Malagón, coordinadora de Bienes Muebles, explica que lo hecho en el monumento a Rafael Uribe es uno de los dos ejemplos que quieren dejar como emblema de lo que debe hacerse para recuperar como se debe estas muestras de la historia de la ciudad y el país. El otro es el templete del Libertador, ubicado en el parque de los Periodistas, en pleno centro histórico, en el cual la inversión fue de $300 millones.

En el caso del mártir liberal, el paso a paso es el siguiente: primero, unos estudios en los que participaron ingenieros hidráulicos y arquitectos paisajistas, que además de tener en cuenta el aspecto físico debieron valorar el contexto histórico. Tras el cerramiento vino, precisa Malagón, la intervención de arriba abajo, que comenzó por la parte superior de las columnas de piedra y siguió con la escultura de bronce, a la que le aplicaron cera y le restauraron la pátina que había perdido en una pierna.

El trabajo en la arenisca ha comprendido la eliminación de flora invasora (como el musgo) y de los grafitis (tan comunes en los monumentos del resto de la ciudad), así como la rehabilitación de las juntas que conforman el piso. Algunas han sido restituidas debido a su deterioro, mientras en otras se han hecho injertos con piedra traída de canteras. En la piedra de este y otros monumentos han comenzado a aplicarse capas de una sustancia antigrafitis que permite que la pintura pueda ser removida en un proceso de media hora por metro cuadrado, y no de ocho horas, como ocurre normalmente.

No todos los monumentos requieren restauración. La meta de esta administración es hacerla en 30, pero otros sólo requieren mantenimiento. A aquellos deteriorados abruptamente, por ejemplo en una marcha de protesta, les brindan primeros auxilios. El trabajo ha sido dividido en tres ejes: el centro histórico (205 bienes), la calle 26 (220) y las localidades de periferia (123). La mayoría datan del siglo XIX.

La pregunta que queda es: ¿cómo garantizar que los ciudadanos los cuiden después de intervenidos? Malagón responde que lo ideal es que los vecinos se apropien de la historia que rodea cada obra para que tengan en cuenta su importancia y así los cuiden, y para ello, por ejemplo, a los contratos de obra se les ha incluido un componente social que implique un trabajo comunitario.

La apropiación es algo que se pone a prueba a diario, sobre todo porque el inventario tiende a aumentar tanto con bienes que hallen los expertos que hoy no estén en el inventario, como con los más nuevos. El año pasado se erigió el busto del político liberal Alfonso Palacio Rudas en el parque de la 93, y este año el Distrito ha anunciado dos más: uno en homenaje a Gabriel García Márquez en el parque de los Periodistas y otro, con componente sonoro, en la glorieta de la carrera 3ª con calle 19. A cuidarlos.

Por Carlos Hernández Osorio

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