Ni enfermos ni animales

Los homosexuales siguen ganando terreno en la lucha por el respeto a sus derechos, pese a la ausencia de una política pública. El Centro Comunitario para la población LGBT, de Chapinero, atendió 14 mil personas en 2009 y es ejemplo en América Latina.

Élber Gutiérrez Roa
27 de junio de 2010 - 01:00 a. m.

La homosexualidad es contagiosa, atenta contra la reproducción de la especie y se puede cambiar mediante tratamientos médicos. Sentencias como estas persiguieron a Daniel Mountain desde mucho antes de que se atreviera, apenas entrado en la adolescencia, a revelar en su casa la homosexualidad por la que su madre lo castigó con una eterna indiferencia que pasó hace ya dos años. Siente risa y rabia al recordarlo. Le cuesta trabajo creer que existan tantas explicaciones erradas respecto a una orientación sexual y que haya gente capaz de pensar en preguntas como la que le hicieron en su casa el día que decidió salir del clóset:

-“¿Quién lo ‘inició’?”.

-Mamá, por Dios. ¡Esto no es una secta!

Y eso que no le tocó la discriminación a la que todavía es sometida Lorena Duarte. Mientras que Daniel superó buena parte de sus problemas cuando contó su realidad, ella asistirá la próxima semana al psiquiatra. No siente patología alguna. Es administradora turística, tiene un buen trabajo y hasta cuenta con el apoyo de su familia. Pero a diferencia de aquél, Lorena quiere ser anatómicamente femenina. Nació en un cuerpo de hombre, pero es mujer, y para obtener la cirugía con que hará realidad su sueño debe ser diagnosticada con disforia de género por un psiquiatra. Cuando el experto certifique su disconformidad con el sexo asignado al nacer, recetará la cura: una reasignación, intervención quirúrgica que está permitida en Colombia, pero cuya práctica las EPS suelen hacer sólo cuando es ordenada por vía de tutela. Varias amigas de Lorena ya lo lograron.

Hace año y medio Daniel llegó buscando ayuda psicológica al Centro Comunitario para la población LGBT de Bogotá, el primero en América Latina y cuya creación fue iniciativa de entidades que respaldas la causa de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas (LGBT) como Colombia Diversa y la Corporación Arco Iris, con apoyo de la Alcaldía de Chapinero. Allí fue recibido por Lorena, transgénerista,  asistente administrativa. Su psicólogo fue Daniel Verástegui, también gay. Hoy el psicólogo es director del centro, y el paciente, miembro del voluntariado.

Para evitar que la comunidad sufra los traumas y la discriminación que ellos padecieron, el centro cuenta con servicios desde clases de idiomas hasta talleres para padres de personas LGBT. Mauricio Noguera, egresado de la Universidad Nacional, es el abogado y acaba de ganar una histórica batalla jurídica al asesorar la tutela de un empleado de almacenes Alkosto quien, según la justicia, fue despedido en razón de su orientación sexual. Juan Carlos Hernández ya fue reintegrado a la empresa y ahora el Instituto Distrital de Participación y Acción Comunal (Idepac) busca un acuerdo para capacitar en la materia a los demás empleados del hipermercado.

Con excepción del matrimonio y la adopción, los derechos de la comunidad LGBT en Colombia están garantizados, aunque aún hay controversia respecto a las garantías reales para ejercer eso que sobre el papel no debería estar en discusión. Como dice el abogado y activista Germán Humberto Rincón Perfetti, “estamos enfrentados a un absurdo y es que hemos ganado grandes espacios en la Corte Constitucional y ahora el obstáculo es institucional: las notarías no quieren legalizar las uniones, por ejemplo”. Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa aporta otro ejemplo: “Los fondos de pensiones se siguen negando a pagar la pensión a las parejas de homosexuales que fallecieron”. Ambos conocen las entrañas de la batalla jurídica que su comunidad debe librar para que les reconozcan los derechos que los heterosexuales disfrutan. Ambos le han ganado varias de esas peleas al Estado y están convencidos de que para ganarle a la homofobia es necesaria una política pública nacional, por cuya ausencia culpan al Gobierno.

Hace dos semanas el Ministerio del Interior los invitó al Encuentro Nacional de Organizaciones LGBT, que será el viernes en Bogotá, pero declinaron la oferta porque creen que no tiene sentido sentarse a discutir la creación de una política pública con un gobierno al que le queda un mes y que, según ellos, los ignoró ocho años. No le perdonan que se haya opuesto a los cinco proyectos de ley que reivindicaban los derechos de los LGBT. “A la Corte le debemos los avances y al Ejecutivo los obstáculos”, señala Sánchez. Curiosamente, el presidente Álvaro Uribe, al ser interrogado durante su primera campaña presidencial sobre el tema, respondió: ‘Matrimonio no, uniones sí. Seguridad social sí, matrimonio no’. Años después, los proyectos sobre unión gay fueron hundidos en el Congreso por el uribismo.

Mientras la Corte tutelaba derechos a los gays y el Congreso los hundía, en Bogotá el ex alcalde Lucho Garzón se daba la pela por la elaboración de una política pública gracias a la cual se creó el centro comunitario en donde Mountain ayuda ahora a sus semejantes y hasta se consolidó en Chapinero una zona LGBT. Gimnasios, bares, restaurantes y todo tipo de negocios dirigidos a esa población cuentan con el apoyo de la administración distrital.

La directora del Idpac quiere ahora multiplicar la experiencia del centro comunitario, en el que han sido atendidas 4.000 personas este año. Otras 14.000 acudieron en 2009. Harán un centro comunitario itinerante, que ya comienza a beneficiar a Fontibón y Usme. La intención no es buscar a los LGBT, sino capacitar a la población promoviendo la convivencia.

Dispendiosa tarea en la que a diario se encuentran con mitos y expresiones iguales a las que sufría Daniel Mountain en su época de colegial y a las que le siguen achacando a Lorena Duarte por ser transgénero: que los LGBT tienen una mayor tasa de incidencia de VIH-Sida, que se mueren más rápido, que como han sido discriminados no son aptos para adoptar y que no sirven para el servicio militar.

Superando la montaña

Daniel Mountain decidió traducir al inglés su apellido como signo de rebeldía por el desaire social que recibió en su colegio, casa y barrio cuando reveló su homosexualidad. “No es homosexualismo, porque homosexualismo denota enfermedad, como paludismo”, repite el joven bogotano a cuanta persona le pregunta sobre el tema.

Pronto legalizará la modificación ante la Registraduría y el próximo semestre estudiará comunicación social en la Universidad Javeriana.

Trabajó seis meses en wwwenambiente.com, una emisora para personas LGBT que ya dejó de funcionar. “Mi programa era para menores de edad. Hablaba sobre amores platónicos, amores de colegio, temas que les sirven a las personas como yo para comprender mejor su situación y evitan que incurran en errores como el suicidio”.


 

El director

Daniel Verástegui, como muchas de las personas vinculadas con el Centro Comunitario Distrital para la población LGBT, llegó al lugar en condición de voluntario y pronto se convirtió en pieza clave en el engranaje de este ente distrital. Cuando se desempeñó como psicólogo tuvo como primer paciente a Daniel Mountain, el joven que ahora es voluntario del grupo de baile.

Verástegui cree que para fortalecer la oferta del centro es necesario promover el trabajo de las organizaciones sociales, capacitar colegios, universidades (alumnos y docentes) y a otras redes locales multiplicadoras del conocimiento sobre la población LGBT y generadoras de líderes que la representen. Pero al grupo que más tiempo le dedica es al de las madres de los LGBT.

El trabajo duro

A Mauricio Noguera le corresponde uno de los trabajos más duros del Centro Comunitario: es el hombre que asesora a los LGBT para las peleas jurídicas que buscan reivindicar sus derechos. Y para ser un recién egresado de la Universidad Nacional ya tiene mucho por mostrar. Estuvo al frente de la tutela por el despido de Juan Carlos Hernández de almacenes Alkosto, que fue concedida por el Juzgado Penal 17 de Bogotá. Después de lograr el reintegro del funcionario, tuvo además que convencerlo para que hiciera valer ese derecho y sirviera de ejemplo a quienes presenten situaciones semejantes.

El psicólogo

Marlon Acuña tiene 25 años y es psicólogo de la Universidad de los Andes. En su dependencia trabajan siete personas que han atendido 397 casos de personas LGBT en 2009. También acuden a consultarlo grupos de padres que llegan creyendo que sus hijos están pecando o enfermos y que no tienen remedio. La mayoría de consultas son por ansiedad y depresión. Su estrategia consiste en evaluar el entorno social de cada paciente, promover su autoestima y ayudarlo a que se vincule en redes sociales.

Acuña cree que el de Bogotá es uno de los servicios más completos para la población LGBT en el continente y destaca que otro de sus valores agregados es la gratuidad.

Lorena, la transgénero

“Soy una mujer transgénero, próximamente transexual. No creo que esto sea aprendido, va con tu esencia, como que seas zurdo y no derecho, que tengas los ojos cafés y no negros. La idea es que a través de procesos tú logres ser feliz contigo mismo.

Lamentablemente para lograrlo en Colombia es necesario que vayas al psiquiatra: te tienen que diagnosticar disforia de género y luego entutelar a la EPS. No es sencillo, pero también se ha comprobado que no es imposible. Una vez te diagnostiquen pones la tutela y la Superintendencia obliga a la EPS a que te den todos los tratamientos hormonales, los seguimientos y las cirugías necesarias”.

Un mundo grande

El mundo LGBT está conformado por muchas comunidades, entre ellas:

Transformistas: se visten de mujer para hacer shows.

Travestis: se visten de mujer, pero no hacen cambios en su cuerpo.

Transexuales: se cambiaron definitivamente de sexo.

Transgénero: tienen cirugías reversibles, toman hormonas.

Intersexuales: presentan características sexuales masculinas y femeninas.

Por Élber Gutiérrez Roa

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