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Así se recupera una moto robada en el mercado negro de Bogotá

Un ciudadano le contó a El Espectador detalle a detalle cómo se mueve ese oscuro mundo.

Paula Castillo Lenis
14 de mayo de 2015 - 07:55 p. m.
Archivo / Archivo
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-Aló. ¿Camilo? Tenemos sus datos y sabemos que a usted le robaron una moto. Nosotros la tenemos, el rescate cuesta $3 millones. Usted me dirá cuándo lo vuelvo a llamar para concretar una cita, si quiere, o sino la desbaratamos.

Camilo* es policía y por tal razón pidió que su identidad no fuera revelada, pues podría enfrentarse a una investigación disciplinaria por no haber denunciado el robo de su moto y en cambio sí hacerle juego a los delincuentes que se lucran con los rescates que pagan las víctimas.

El policía le contó a El Espectador con detalles los angustiantes momentos que vivió luego de que le robaran la moto, recién comprada, y la cual no estaba asegurada. A él, como a muchas otras víctimas del robo de motos, lo aconsejaron ir a las calles 15 y 17 entre la Caracas y la carrera 17, a repartir volantes con la placa y su número celular.

Por su trabajo en la policía sabe cómo se mueve ese oscuro mundo del mercado negro. Sabe que quienes llaman a pedir rescate no dan números telefónico sino que siempre son ellos los que llaman a la víctima para ponerse citas.

Camilo no contaba con los $3 millones pero sabía que pagar el rescate era más barato que perder su moto y también sabía que si denunciaba no iba a pasar nada, por eso comenzó a buscar ese dinero con amigos y conocidos. Pasó un día luego de la primera llamada cuando recibió otra de un número diferente.

-Ya nos enteramos que usted es policía y no vamos a hacer negocio con usted porque fijo es una emboscada. Hp se la vamos a desvalijar.

En la corta comunicación que tuvo Camilo con los delincuentes les suplicó que él no los iba a denunciar pero que por favor le dieran unos días más mientras conseguía el dinero.

Al siguiente día Camilo ya tenía los $3 millones. Esperaba con ansias la llamada para por fin poder recuperar su moto. Ese día nadie lo llamó. Pensó que ya era imposible rescatarla; sin embargo, 24 horas después sonó su celular y era nuevamente el hombre que lo había estado llamando.

-El negocio es así. Vaya a la calle 19 con Caracas, ahí lo están esperando. Usted entrega los $3 millones y nosotros después se la entregamos.

Por supuesto, cuando Camilo escuchó que primero debía entregar el dinero sin recibir la moto no le gustó, pues podría tratarse de un nuevo robo. No obstante, aceptó ese tipo de negociación y se fue al lugar indicado con la plata en efectivo.

A Camilo lo estaba esperando un hombre que vestía de mecánico. Tenía un overol azul y estaba untado de grasa en la cara y en las manos. Le pidió los $3 millones y le dijo que esperara porque la moto la tenían escondida en la localidad de Ciudad Bolívar.

Cuando llegó a la 19 con Caracas era la 1 p.m. El mecánico le dijo que esperara y no le quitaba los ojos de encima, pues no podía darse el lujo de que el policía hiciera una llamada o mandara algún mensaje por su celular y alertara a las autoridades de lo que estaba pasando.

Media hora después llegó en una moto Biwis un hombre en corbata. El mecánico le entregó el dinero y se acercó a Camilo para que le pasara los papeles de la moto, explicándole que como estaba en Ciudad Bolívar si lo llegaban a parar había problema.

Sin reparos Camilo le pasó los papeles y el hombre en corbata arrancó en la Biwis. Ya era la 1:30 p.m. y el mecánico le dijo que en unas dos horas llegaba la moto. A las 3:30 p.m. nadie daba razón.

Camilo sentado al lado del mecánico, sin ni siquiera poder mirar su celular, le preguntó qué había pasado y éste le contestó que tranquilo que a veces se demoraban porque había más pedido.

“Este señor me invitó a tomar gaseosa, por su puesto yo no acepté porque quién sabe a dónde me metía. Me contó que ya casi no trabajaba en esto porque su esposa estaba en la cárcel. La cogieron cuando alguien llegó a rescatar una moto robada en compañía de la policía”, cuenta Camilo.

Hacia las 5:30 p.m. llegó nuevamente el señor de corbata en la Biwis. Le hizo señas al mecánico, éste salió y un rato después le dijo a Camilo que la moto había llegado. Se la dejaron parqueada a la vuelta de donde se encontraban. Le devolvieron los papeles, él la reconoció y verificó que sí se trataba de su moto.

Tenía el switch roto, de resto todo estaba igual. Se puso el casco, la prendió y arrancó de vuelta.

pcastillo@elespectador.com
 

Por Paula Castillo Lenis

 

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