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Bogotá y la equidad urbana

A propósito del Foro Urbano Mundial, José María Ezquiaga reflexiona sobre el Plan de Revitalización del Centro de Bogotá.

José María Ezquiaga
13 de abril de 2014 - 04:31 p. m.
El Plan de Revitalización del Centro Tradicional de Bogotá contempla, entre sus proyectos, la peatonalización de un tramo de la carrera 7ª. / El Espectador
El Plan de Revitalización del Centro Tradicional de Bogotá contempla, entre sus proyectos, la peatonalización de un tramo de la carrera 7ª. / El Espectador

Equidad urbana es la maduración de la idea de planificación, y en esto el Plan de Revitalización del Centro Tradicional de Bogotá propone un enfoque innovador: intervenir en la ciudad desde los problemas entendidos en su complejidad y no a partir de visiones sectoriales. Existe una reflexión que puede parecer básica, pero es importante: el planeamiento y la visión de futuro que vinculen a particulares y la administración es casi la única garantía que tienen los ciudadanos de conocer el futuro de su medio ambiente e influir en él.

Las élites económicas y culturales tienen posibilidades de oír y hacer oír su voz en la ciudad de forma importante, pasa en todo el mundo, y esa tiende a ser la única voz que se escucha en la ciudad. Pero, ¿qué ocurre con el ciudadano común? La visión del Plan de Revitalización de Bogotá es la manera en la que se recoge la voz de los sin voz y a través de la cual el ciudadano común puede conocer de manera anticipada qué va a pasar y opinar sobre ello, es por esto un instrumento de equidad y participación. Luego está el método.

En el caso de Bogotá, es muy importante que en una visión de futuro se combinen visiones macro y micro. Es decir, entender que se necesita una aproximación técnica y una visión cercana a la vida real, sin la cual puede ocurrir que esa visión técnica se equivoque en lo más básico, que es defender la calidad de vida de una persona del común. Hay otros aspectos estratégicos. No es legítimo hoy transformar y modernizar un casco antiguo sin defender a las personas que lo habitan. Lo legítimo es modernizar el entorno de la ciudad priorizando a sus habitantes tradicionales.

Por lo tanto, es más difícil, pero más valioso y duradero, plantear que la transformación y modernización del territorio se haga inclusivamente (una apuesta a futuro), teniendo en cuenta las personas que ya están mejorando el entorno y la geografía, pero también la cualidad y cualificación de las propias personas, modernizando las actividades económicas que les dan soporte, sin menoscabo de las actividades tradicionales. De igual forma, es importante apostarles a las actividades innovadoras que tienen un “caldo de cultivo”, ideal para un centro tradicional, porque se facilita muchísimo en este entorno urbano, denso y continuo la interacción humana y la convivencia. Son justamente cualidades óptimas para las propuestas de las nuevas tecnologías.

El caso del centro tradicional de Bogotá tiene una cualidad excepcional: no es un ámbito abandonado, no ha quedado marginado. Es cierto que el centro económico se ha desplazado en gran medida al norte, pero se han retenido las actividades institucionales, presencia gubernamental de instituciones y del conocimiento, es decir, es el lugar privilegiado de residencia de las principales sedes académicas de excelencia de la ciudad, no las únicas, pero de muchas de ellas. Todo ello propicia que, solventando problemas básicos de calidad de vida y habitabilidad, se pueda asegurar un centro vital. Esa es la mejor manera de defender la equidad. Tampoco hay equidad sin desarrollo. Se necesita modernidad, pensar en los habitantes actuales, sus nietos y en las parejas jóvenes que pueden y deben considerar los centros tradicionales como lugares óptimos para vivir.

El Plan de Revitalización no puede ser sólo un plan de normas, porque necesita una visión proactiva de trabajo con la gente; tampoco un plan urbanístico en sentido limitativo, porque la cohesión social es también bastante importante, y menos puede ser un plan puramente romántico, que sacralice las actividades y personas, teniendo una visión nostálgica. Un plan romántico no aportaría por el futuro, incluso sería contradictorio para esa visión de equidad, porque o se crean oportunidades o realmente las personas no van a poder desenvolverse de una manera óptima en un medio futuro en este entorno.

No es sencillo, pero empieza a existir cada vez más en Latinoamérica una cultura en el sentido de apostar por mantener y cuidar la población, y al mismo tiempo apostar por la innovación, rejuvenecimiento y revitalización económica y geográfica de los centros. Ese cara y cruz es el que da una visión más madura. No existirá más en el futuro esa división dramática que recorre América Latina, de centros de éxito convertidos en “disneylandias” para turistas y centros marginales. Cada vez más se podrá avanzar en centros más complejos, donde convivan los servicios y los visitantes, los habitantes y sus actividades tradicionales, y los visitantes y sus actividades innovadoras. En este caso un solo ingrediente no hace sólo una buena cocina. Se necesita una visión compleja, que tenemos en casi todos los aspectos de la vida y que sin ninguna duda es clave para acertar en los tratamientos en los centros tradicionales.

 

 

* Doctor en arquitectura, director general de Planificación Urbanística en Madrid (España) (1991-95). Asesor del Plan de Revitalización de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Por José María Ezquiaga

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