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Buscando Caminos de Paz

En Ciudad Bolívar, un grupo de estudiantes víctimas del conflicto armado tiene un espacio para sanar sus heridas. En octubre abrirán su propio centro de memoria histórica en la localidad.

Laura Dulce Romero
13 de septiembre de 2014 - 02:28 a. m.
En la localidad de Ciudad Bolívar, el colectivo Caminos de Paz hace talleres con víctimas del desplazamiento como parte del proyecto de memoria histórica.  / Luis Ángel
En la localidad de Ciudad Bolívar, el colectivo Caminos de Paz hace talleres con víctimas del desplazamiento como parte del proyecto de memoria histórica. / Luis Ángel
Foto: LUIS ANGEL

“Mi familia era campesina, de Casabianca, Tolima. Un día las Farc dijeron que todos los que tuvieran hijos en el Ejército tenían que abandonar la zona. Yo tengo un hermano que es soldado profesional, así que nos tocó salir corriendo para Bogotá. Dejamos todo: la tierra, los animales, los bienes y hasta las costumbres”, cuenta un joven desplazado de 16 años. Así empezó la historia de la familia García Jaramillo, que llegó en 2011 a la capital sólo con algunas mudas de ropa. La casa de una pariente sirvió como refugio durante un mes, donde los seis miembros que conformaban la familia, los dos padres y sus cuatro hijos, se acomodaron en dos camas.

Y digo “conformaban”, porque la realidad hoy es otra. El 27 de noviembre de 2011, el padre de este joven quiso recuperar su parcela. No aguantó la dinámica de la ciudad, donde todo se tiene que comprar, mientras en el campo los alimentos se cogen de la tierra. Así que regresó a la finca en Casabianca para ver qué podía hacer con lo poco que les dejaron. Los vecinos aseguraron que dos días después de su llegada a la vereda escucharon varios disparos. Luego vieron un grupo de encapuchados bajar de la montaña. Las Farc lo acababan de asesinar.

Historias como esta se escuchan en las reuniones del colectivo Caminos de Paz, una iniciativa creada por Wilson Muñoz, profesor del Distrito que, después de haber trabajado en el proceso de reinserción de los paramilitares, decidió jugársela por las víctimas del desplazamiento, especialmente los jóvenes de 12 a 20 años estudiantes del colegio Antonio García, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar. Actualmente, el colectivo lo conforman 22 familias víctimas del desplazamiento forzado.

“La gente cree que los más pequeños no han sufrido la violencia. Hablan de posconflicto y aún estamos en medio del conflicto. El objetivo de este colectivo, desde que empezó hace seis años, es hacer una reconstrucción de la memoria histórica a través de múltiples actividades. Queremos que los saberes del campo no se pierdan, que el dolor que han sufrido estas familias no se olvide”, asegura Muñoz.

Por eso, todas las actividades están encaminadas a sanar las secuelas de la guerra: talleres de dibujo y escucha, conciertos y salidas pedagógicas a otras ciudades y otros barrios, porque, como dice el profesor Muñoz, “hay algunos de ellos que ni siquiera conocen La Candelaria. Jamás han salido de esta localidad”.

Justo ahora, cuando en los diálogos de paz de La Habana (Cuba) se habla cada vez con más frecuencia de las víctimas, las familias de Caminos de Paz sienten que no han sido escuchadas todas las voces. Aseguran que a esa localidad no han llegado los vientos de la negociación. Nadie les preguntó sobre sus historias, ni su opinión sobre el fin del conflicto.

“Creemos que en La Habana se desarrollan unos diálogos de paz mientras aquí nosotros nos morimos de hambre por culpa de la guerra. Aquí la realidad es otra. No estamos enterados de qué se habla allá, nadie nos preguntó cuál era nuestra postura o cómo fueron nuestras historias. Entonces, nos preguntamos, ¿es sólo una fachada para quedar bien? La paz es un maquillaje”, afirma David René Sabogal, uno de los integrantes del colectivo.

Sin embargo, a este espacio también llegan algunos para curar las heridas que ha dejado la guerra y vivir el presente sin resentimiento. Así lo cree una joven de 14 años que pertenece al colectivo y para quien compartir sus recuerdos hace parte de un nuevo comienzo. “Esto nos ayuda a salir adelante, a dejar atrás los recuerdos negativos. Tenemos que hacer memoria, pero desde el perdón, porque de ahí parte todo. Mirar atrás sin dolor, construir un futuro con nuestras tradiciones y costumbres”, dice.

Y aunque algunos no se sienten representados en los diálogos y otros aprovechan este espacio para resarcir los dolores de la guerra, los une el deseo de reivindicar sus derechos. Por eso, el 12 de octubre abrirán el primer centro de memoria histórica de Ciudad Bolívar. “El rector del colegio aprobó un espacio, donde quedaba una cafetería, para adecuar allí nuestro propio centro. Haremos una red con el Centro Nacional de Memoria Histórica, quienes nos han apoyado en este proceso, y con otro que está en Medellín. Hay que narrar lo que por décadas se ha callado”, dice Wilson Muñoz.

Sin embargo, su preocupación por tener que pasar el trago amargo de la impunidad es patente y, a pesar de que el camino de paz que han construido por su cuenta no se labrará en La Habana, esperan que 50 años de guerra no se borren de la memoria de los colombianos y haya para ellos una verdadera reparación.

Según la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la Reconciliación, la localidad de Ciudad Bolívar es donde habitan más desplazados. Alrededor de 28.813 personas llegaron allí entre 2002 y 2012. En total, según el estudio, Bogotá alberga 415.174 víctimas, que corresponden a 98.921 hogares afectados por el desplazamiento forzado. Entre las principales localidades de Bogotá a las que llegan los desplazados, además de Ciudad Bolívar, se cuentan Bosa, Kennedy, Suba y San Cristóbal.

 

 

lauradulce2@hotmail.com

@Lauradulcero

Por Laura Dulce Romero

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