De Ciudad Bolívar a Nueva York por arte de magia

Seis niños de entre 12 y 17 años viajarán a EE.UU. a contar su historia a través de la magia. El teatro PIT y la conferencia más importante de artes especiales, Performing the World, los esperan.

Camila Guerrero Arciniegas
26 de agosto de 2016 - 10:00 p. m.
Niños de Ciudad Bolívar presentando su acto de magia en escena. / Cortesía
Niños de Ciudad Bolívar presentando su acto de magia en escena. / Cortesía

El Paraíso, un lugar que por su nombre suena prometedor, está lleno de pobreza y desigualdad. En este barrio, ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar, viven seis niños que intentan cambiar esa realidad a punta de magia. Con aros, cuerdas y cartas han logrado consolidar su propio proyecto de emprendimiento, el cual los llevará el próximo mes a presentarse en el teatro Peoples Improv Theater (PIT), de Nueva York.

Hace cuatro años, antes de que Tamara Jiménez, de 14 años; Kevin Zea, de 13; Jefferson Vargas, de 17; Esteban Carrillo, de 14; Edwin Moreno, de 17, y Diego Barreto, de 14, conocieran la magia, sus aspiraciones eran pocas. Algunos pasaban sus días en la casa, ocupándose de las labores domésticas, otros en el colegio o con los amigos en la calle. En parte porque en su barrio había pocos espacios sanos de entretenimiento para los niños. Por eso, cuando Carlos López, su actual profesor de magia, llegó con una mochila al hombro al parque central del barrio, y con la idea de enseñar sus trucos, los seis pequeños fueron los primeros en interesarse.

Las clases de magia empezaron con 20 niños y estaban planeadas para un año. La Fundación Bella Flor, ubicada en el barrio, prestó sus instalaciones. Sin embargo, cuando el profesor Carlos se dio cuenta de que los menores se sentían útiles e importantes cada vez que hacían un truco y que esto los estaba alejando de la inseguridad de las calles, decidió quedarse indefinidamente.

La reacción de los niños fue muy significativa para López, porque años atrás había renunciado a una multinacional en la que trabajaba como ingeniero de sistemas, para perseguir su verdadero sueño: enseñarle a los chicos de las periferias de Bogotá a hacer magia. Y aunque no fue fácil tomar la decisión de abandonar la estabilidad económica que le ofrecía su trabajo, ver los rostros de los pequeños que se unieron a su causa lo llenó de motivación para seguir adelante. Antes de arrancar con las clases, este egresado de la Universidad de los Andes tomó varios cursos de magia en las Vegas (Estados Unidos).

Desde el 2012 para acá, 16 niños han abandonado el programa por razones de desplazamiento o porque sus condiciones económicas los obligaron a cambiar los libros por el trabajo. Como estar estudiando es requisito para continuar con las clases de magia, sólo seis pudieron hacerlo. “La experiencia con estos chicos ha sido fascinante. Cuando empezó el programa, eran tímidos y les costaba sostener la mirada, pero con la magia eso cambió. Se volvieron seguros y ahora pueden presentarse ante más de 600 personas”, dice Carlos López.

Pequeños emprendedores

A medida que los niños adquirían experiencia en el escenario, las empresas donde presentaban su espectáculo de magia los recomendaban. En ese punto, el profesor Carlos y la Fundación Bella Flor los ayudaron a crear su propio proyecto de emprendimiento: una microempresa de eventos que busca entretener a la gente con magia.

“Cuando surgió la idea de formar una empresa que nos permitiría ayudar a nuestros papás con unos pesos y regalarle una sonrisa a la gente con nuestros trucos, la felicidad fue infinita. En nuestro barrio la vida no es fácil. A muchos niños les toca dejar el colegio para ayudar a sostener la casa. Por eso decidimos meterle todo a este proyecto”, dice Jefferson Vargas, uno de los niños magos.

Actualmente, los seis pequeños dividen su tiempo entre el estudio, las clases de magia de los viernes y el trabajo. Los sábados hacen presentaciones para empresas y los domingos trabajan en el restaurante Wings, entreteniendo a los comensales con trucos que sólo requieren un toque de actitud y un par de elementos en sus bolsillos.

Aunque al comienzo fue un reto pararse ante un público, hoy lo dominan con confianza. “Recuerdo que era tímido, me costaba hablarle a la gente, pero la magia me ayudó a creer en mí mismo. Cuando me presenté en el colegio Tibatá frente a 100 personas y las niñas me aplaudieron al finalizar mi acto, me dije: soy capaz de esto y mucho más”, confiesa Edwin Moreno.

Traspasando fronteras

Después de cuatro años de arduo trabajo y preparación, a estos seis niños les llegó la hora de brillar a lo grande. Los organizadores de Performing the World, una de las conferencias más importantes de magia del mundo, que se celebra en Nueva York, los invitaron a contar su historia. A su vez, el teatro PIT, con capacidad para 80 personas y ubicado en la misma ciudad, los invitó a presentar uno de sus actos.

Sin duda, la noticia conmovió a estos pequeños, que por sus condiciones vulnerables jamás esperaron salir del país. “Nunca me imaginé que alguien como yo podría salir siquiera de Bogotá. Se me alcanzó a salir una lágrima cuando nos dieron la visa. Mi familia y compañeros se pusieron felices. Después de esto quiero viajar por todo el mundo cantando y haciendo magia”, dice Kevin Zea.

Las barreras mentales que tenían antes de conocer la magia y de crear su propia empresa parecen haberse esfumado. Llenar de sonrisas el mundo con trucos mágicos, ser arquitectos y cantantes es su nueva apuesta de vida. Ya no creen que ser de un barrio pobre pueda limitar sus sueños. Por el contrario, piensan que esto los motiva a alcanzar todo lo que se propongan.

¿De dónde sacarán el dinero para viajar? Seguro es la pregunta que todos se hacen, pero ellos tienen claro que no hay límites para cumplir sus sueños. A la fecha han recaudado, entre espectáculos y donaciones, $30 millones. Les hacen falta $15 millones para completar lo que necesitan y cubrir alimentación, hospedaje y transporte. Su meta es completar el dinero antes del 22 de septiembre, un día antes del viaje.

Para hacerlo, crearon una campaña contra el tiempo, que realizan por medio de la página de la fundación Magos Sin Fronteras. Si lo consiguen, Tamara, Kevin, Jefferson, Esteban, Edwin y Diego podrán mostrarle a una pequeña parte del mundo de lo que están hechos.

Por Camila Guerrero Arciniegas

 

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