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Diez años de violaciones y amenazas

Seis días antes de que Ariel Castro fuera condenado en EE.UU. por violar y secuestrar a tres mujeres y embarazar a una de ellas, la Policía capturó en Bogotá a un hombre que habría cometido crímenes similares contra sus dos hijastras.

Santiago Valenzuela
03 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
 La hijastra de Ernesto Amaya vive con miedo ante las amenazas constantes del hombre que la violó durante 10 años. / Andrés Torres-El Espectador
La hijastra de Ernesto Amaya vive con miedo ante las amenazas constantes del hombre que la violó durante 10 años. / Andrés Torres-El Espectador

Ni siquiera se le quebró la voz cuando la Policía llegó a capturarlo. Ernesto Amaya dijo con firmeza que no aceptaba los cargos, que era mentira, que nunca había violado a sus hijastras. En la noche del pasado 27 de julio se dejó esposar sin mayores complicaciones. El hombre, a disposición de las autoridades habría secuestrado y violado a dos hijastras que desde el año 2000 vivieron con él. La Fiscalía aún no le ha imputado cargos.

Durante el último año, la Dirección de Protección y Servicios Especiales (Dipro) de la Policía estuvo investigando el caso con la Fiscalía. Y dieron con el paradero del sujeto en el barrio El Olivo, localidad de Kennedy: “A raíz de una denuncia de las hijastras iniciamos una investigación que nos condujo a establecer que este sujeto abusaba de dos menores de edad y tuvo dos hijos con ellas, uno en 2005, con la mayor, que en ese entonces tenía 16 años, y otro en 2008, con la menor, cuando tan solo tenía 13. También las privó de la libertad. Y cuando realizamos el operativo de captura nos causó gran preocupación el estado de los niños: al parecer nunca fueron a una escuela y se encontraban encerrados en un cuarto, en un estado de abandono”, explica el general William Salamanca, director de Dipro.

Los investigadores de la Policía han concluido que el sujeto, de 45 años de edad, es oriundo de Caquetá. Además, se sabe que aceptó la paternidad de los dos hijos que tuvo con las menores de edad (así consta en los registros civiles de los niños). De otro lado, se sabe que trabajaba en un negocio de sastre y costura ubicado en el norte de la ciudad. Mientras se resuelve su situación jurídica, el hijo que tuvo con la hijastra mayor está bajo custodia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). El otro menor, de cuatro años, se encuentra con su madre fuera de la ciudad.

Los investigadores del Dipro aseguran que el sujeto era como un “camaleón”, pues ante sus visitas “aparentaba ser amable”. Pero otra es la cara de Ernesto Amaya en voz de la mayor de sus hijastras, que hoy tiene 24 años:

 Emilia*: Yo estuve secuestrada como tal cinco años, pero me sentí secuestrada desde los 11, cuando él empezó a violarme y amenazarme. Yo tenía nueve años cuando mi mamá y mi papá se separaron. Yo vivía en donde mi abuela, en la Mesa Cundinamarca. Venía en vacaciones a mitad de año a ver a mi mamá y en una de esas ocasiones él me violó. Lo primero que me dijo después de abusar de mí fue que iba a matar a mi mamá si yo decía algo y como yo la veía a ella maltratada entonces no dije nada. Me vine a Bogotá y vivir con ellos por dos años, porque en el 2004 mi mamá murió. Los motivos verdaderos nunca los supe. A mí me dijeron que se le había secado un pulmón, pero yo a ella siempre la vi alentada; tenía 33 años cuando se murió.

 Ana, tía de las víctimas :“El 10 de junio de 2004 ella me llamó y me dijo: Ernesto me va a matar, él está detrás de la niña. Murió el 24 de ese mes en la clínica San Blas. Dijeron que había muerto por leucemia, luego que por un aborto. Pedimos una autopsia pero el tipo que estaba con ella dijo que era un tema muy delicado. Él estaba nervioso, temblaba. Se llevó las niñas y la familia no pudo volver a hablar con ellas. No hicimos nada, porque él es peligroso, tiene un hermano en la cárcel. En el funeral se me acercó y me dijo: el último deseo de su hermana era que la cremaran y que la niña más grande se convirtiera en mi esposa. A mi hermana la enterraron en el Cementerio Central, sin ser cremada, para que el señor no perdiera el seguro de vida. Tres años después la sacó y la cremó. No sabemos por qué murió.”

Emilia: Cuando mi mamá murió, mi papá me mandó a vivir a la casa de una tía. Yo entré a estudiar y ese señor empezó a seguirme, no sé cómo sabía dónde estaba yo. Un día, de camino al colegió, me raptó, me subió a un taxi y me dijo que yo iba a ser su nueva esposa. Yo tenía como 16 años. Y ahí fue cuando me sentí secuestrada: no salía, me tocaba cuidar a dos niños pequeños que él tuvo con mi mamá. Me prohibía hablar con mi familia, con la gente, tenía que estar encerrada. El me amenazaba diciéndome que si salía le iba a hacer daño a mis hermanos, que le iba a hacer daño a mi familia. El tiene un hermano que estuvo en la cárcel por problemas de secuestro y a mí me daba miedo. Ese año quedé embarazada.

A mi familia no la veía casi. Vivía alejada porque si lograba ver a alguien de la familia él tenía que estar ahí, sino no. Él siempre estaba encima mío para que yo no fuera a decir nada, para que no hablara con nadie sobre lo que él me hacía.

Cuando mi hermana tenía 13 años quedó embarazada de ese tipo, eso fue entre 2007 y 2008. Ella se fue, se voló, y luego me dijo que el niño era de él. Que él la había violado también. En ese entonces una vecina me ayudaba mucho. Me pasaba comida por una rendija de la ventana, me ayudaba con ropa. Ella me inscribió en el Sena y pude estudiar control y calidad de ropa. Ahí logré que él me dejara salir.

Yo trataba de evitarlo. Él salía a trabajar como a las diez de la mañana y llegaba a las siete de la noche. Era un hombre muy agresivo, me golpeaba, golpeaba a todos los niños. Yo lloraba, le pedía que no le pegara a mi niño. Mi hermana se fue donde mi papá, en una finca. Pero llamaba a la casa a decirle a ese señor que respondiera por su hijo. Él se desentendió del niño de mi hermana y ella lo denunció en la Comisaría de Familia, en la Fiscalía, pero él nunca respondió.

Ella supo de la captura, pero tiene miedo, porque está amenazada. Hablé con ella hace una semana, cuando lo capturaron. Y sé que la familia de él la llamó para que ella se viniera a Bogotá a declarar en favor de él. A nosotras nos da mucho miedo, porque sé que él tiene contactos con gente muy mala, matones y eso.

Entonces yo salí del Sena y sentí que ya tenía un medio económico para defenderme. Me fui a vivir con mis tres hermanos a una casa. Eso fue en agosto de 2011. Él se enteró de que yo estaba saliendo con otra persona y fue hasta la casa en donde yo estaba y me quitó todo. Él decía que si yo no era de él, no era de nadie. Me quitó a mi hijo. Yo busqué al Bienestar Familiar. Les dije que él me violaba y me respondieron que una cosa no tenía nada que ver con la otra, y él se quedó con la custodia del niño. Durante estos dos años pude ver a mi hijo 15 ó 20 días, porque me amenazaba.

Álex (novio actual de Emilia) : Ese señor se lavaba las manos con el Bienestar Familiar. Y ellos no escuchaban, trasladaban el caso de un lugar a otro. Él me llamó a mí y me dijo que le iba a decir al hermano que me matara. Trató de provocarme, me dijo que él había tenido a mi mujer siete años y que en ese tiempo le pudo hacer lo que quiso, que le hizo muchas cosas más, y se reía. Me parece injusto que una defensora de familia diga que una violación no tiene nada que ver con el bienestar del niño. Lo que más me daba rabia es que el hijo de Emilia estaba en manos de ese tipo.

Emilia: Me quitó a mi hijo cuando tenía cinco años. Cuando lo pude visitar el niño me decía: “Mami, ¿por qué mi papi dice que tú no me puedes llamar? ¿Por qué dice que tú ya no me quieres?” El niño era muy apegado a mí pero ese señor trataba de que yo nunca lo viera. Fui a Bienestar Familiar y me dijeron que sería bueno que pusiera la denuncia del abuso en la Fiscalía porque una cosa no tenía nada que ver con la otra, y él seguía teniendo la custodia.

Un día tuve la fuerza de ir a la Fiscalía y denunciarlo. Eso fue el 18 de junio de 2012. Les dije que a mí me daba miedo que él le hiciera algo a mi hijo, incluso matármelo, por que él decía eso, que si yo hablaba de los abusos él lo mataba. El cambiaba mucho de casa y a mí me daba miedo que el niño estuviera desaparecido. Ahora me enteré de que el niño perdió tres años de colegio.

Pasó un año y todo seguía igual. Él seguía amenazándome, y lo peor es que no me decía cómo estaba el niño. Yo me sentía sola, lloraba, no quería y no quiero salir a ningún lado. Me sentía todavía privada de la libertad.

 Álex: Ella ha tenido que pasar por depresiones muy fuertes. Ha tenido intentos de suicidio. Un día el tipo vino a buscarme y me sacó un cuchillo. Ese mismo día él la cogió enfrente de los niños y la agarró a golpes. Ya los niños estaban acostumbrados a que su papá la golpeara enfrente de ellos.

Tía de las víctimas: Mi hermana conoció a ese tipo en una bodega de textiles en el centro. Ella lo involucró en la familia muy rápido. No hubo tiempo ni forma de convencerla de que él no era para ella. Después cambió. Llegaba siempre con la ojos morados o con otros moretones en el cuerpo. Decía “no, es que me caí en una alcantarilla, que me pegué contra la puerta”. Eso nos molestó mucho y por eso peleamos con ella. El señor era terrible: luego de que mi hermana murió fue hasta Tena, donde vive el papá de las niñas, ¡a presentarse como el esposo de la niña mayor!.

Emilia: Tengo miedo y mi hermana también. Lo capturaron pero aún no sabemos si él puede mandar a alguien para que nos haga daño. Yo me quiero ir y quiero que él se pase toda la vida en la cárcel, porque no es justo.

*Nombres cambiados por seguridad de las fuentes

En 2013 se han presentado 3.470 abusos

 

Mientras se define la situación jurídica de Ernesto Amaya en la Fiscalía, el observatorio de delitos sexuales de la Dirección de Protección y Servicios Especiales (Dipro) entregó el último balance de delitos sexuales a menores en lo que va del año. De acuerdo con esta dependencia, en lo que va de 2013, se han presentado 3.470 abusos contra niños y niñas en el país. En la mayoría de casos, se trata de niñas entre 12 y 14 años. De acuerdo con el general William Salamanca, director del Dipro, “esto demuestra una reducción de 1.669 casos en comparación con el mismo periodo en 2012. Con la Fiscalía y la primera dama de la nación estamos buscando contrarrestar estos delitos. Estamos operando con un grupo élite conformado por 600 personas que están comprometidas con la prevención de este tipo de abusos. Sin embargo hacemos un llamado a las familias para que vigilen más a sus hijos y que tengan en cuenta a las personas a las que se los dejan a cargo”.

Por Santiago Valenzuela

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