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¿Sufre El Bronx de anomia?

¿Cómo puede llegar a constituirse un poder alterno, en cercanías a las instituciones y edificaciones que representan el poder del Estado y el Gobierno constitucionalmente establecido? Víctor Reyes Morris, profesor de la Universidad Nacional analiza lo ocurrido con el sector conocido como la 'L'.

Víctor Reyes Morris*/ Especial para El Espectador
16 de junio de 2016 - 11:05 p. m.
Con los habitantes de calle dispersos, esta nueva intervención corre el riesgo de que se repita el proceso, siendo su énfasis policial. / Óscar Pérez
Con los habitantes de calle dispersos, esta nueva intervención corre el riesgo de que se repita el proceso, siendo su énfasis policial. / Óscar Pérez

El sector denominado como el ‘Bronx’ en Bogotá, ubicado entre las calles 9 y 10 y las carreras 14, 15, 15a, localidad de Los Mártires, recientemente intervenido por las autoridades policiales, constituye un verdadero ‘espacio anómico’, si entendemos por ello un lugar de transgresión permanente de las normas y se conforma como un verdadero orden social que se organiza con una composición específica.
 
Este contra-orden estaba integrado, en este caso, por un  conjunto  de habitantes de calle que actuaba como una base social  de ‘protección’ o escudo humano del lugar, cuyas funciones además del consumo de alucinógenos, servía de ‘repelente social’,  que hace permanecer al sector como un lugar aislado, una verdadera zona franca de venta y consumo de estupefacientes, incluyendo prostitución como una actividad subsidiaria y otras actividades ilícitas como la venta de armas y de artículos robados.
 
Todo este orden, por demás preocupante, estaba sustentado en un pie de fuerza y control conocido como los, ‘sayayines’, que exhiben niveles de alta violencia y unas jefaturas de clanes familiares, quienes administran, dirigen, financian y se lucran del negocio ilícito.
 
Estos grupos además de la jefatura clánica, funcionan como organización y se denominan ‘ganchos’, que inclusive adoptan nombres particulares de identidad y de marca y administración de territorio conocidas como ‘ganchos de Homero, Morado, Mosco y Manguera’. También se identifican otras funciones como las llamadas “taquilleras” (expendedoras de drogas).
 
Un lenguaje común
 
Igualmente dichas zonas, que han venido expandiéndose en la ciudad como ‘el cartuchito’ en la localidad de Kennedy o ‘Cinco Huecos’ en la calle 13,   desarrollaron un lenguaje propio que algunos consideran un anti-lenguaje y que de todas maneras expresa la manera particular como este orden alterno se articula y establece una matriz de relaciones y jerarquías y las designa con una jerga propia de intercambio y comprensión entre quienes forman parte del entorno.
 
Estos lugares se constituyen como verdaderas ‘zonas francas delincuenciales’, donde se tolera el crimen, a la vista de todos.Estos lugares se originaron por procesos de deterioro de zonas urbanas como el abandono del Centro Histórico en este caso y el desarrollo del policentrismo. Para el caso de ‘El Bronx’, producto de la intervención del famoso sitio denominado ‘El Cartucho’, cuyo proceso parece tener características similares.
 
Con los habitantes de calle dispersos, esta nueva intervención corre el riesgo de que se repita el proceso, siendo su énfasis policial.
 
Los códigos de valores de estos lugares son los de la supervivencia, la lucha por la vida y por la muerte, en medio de un capitalismo salvaje, que incluye a la base social ya mencionada de habitantes de calle, pero a su vez controlada por cuerpos armados que ejercen el monopolio de la violencia, a sueldo, basados en una relación de confianza con los jefes o clanes familiares, que se paga con la vida, su trasgresión conocida como ‘faltoneo’.
 
Una división sexual del crimen
 
En muchos casos quienes expenden la droga son mujeres, conocidas como taquilleras, en una especie de división sexual del trabajo, quizás menos visibles en este oficio que los hombres, a quienes se les asigna más bien la función de control y de ejercicio directo de la violencia.
 
La nueva intervención que por ahora ha tenido un tinte represivo y de atención urgente de menores de edad y de personas vulnerables, se deslinda claramente del fracaso de la ingenua pretensión de la Alcaldía anterior, cuya intervención quiso ser distintiva con la llamada “La ciudadela del cuidado”.
 
Para culminar estos lugares, entonces, se debe contemplar muchos componentes de actuación que incluye desde luego el uso de la fuerza -lo policial- pero que claramente y está advertido, debe ser un conjunto de acciones que involucren principalmente lo social y las alternativas de vida para quienes son la base social y que permita un modelo de actuación que aprenda de los errores del pasado. 
 
Es frecuente en las evaluaciones críticas de estos procesos, que se interviene lo físico, con la Policía Nacional, pero lo económico (el negocio ilícito) sigue intacto, moviéndose en otras partes de la ciudad.
 
*Profesor de la Universidad Nacional. Exconcejal de Bogotá y exrepresentante a la Cámara. Autor del libro “La Anomia. Espacios, tiempos, y conflictos anómicos. Análisis de casos”.

Por Víctor Reyes Morris*/ Especial para El Espectador

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