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El cerebro del SITP

Esta es la historia del hombre que lideró casi toda la estructuración del Sistema Integrado de Transporte Público.

Laura Ardila Arrieta
30 de junio de 2012 - 09:00 p. m.

Cuando tenía 18 años, estaba recién egresado del exclusivo Gimnasio Moderno de Bogotá y acababa de entrar a estudiar Derecho en la también exclusiva Universidad de los Andes, este hombre se fue de paseo con un grupo de compañeros a Girardot. Por el camino se encontró con unos policías que detuvieron a los chicos para revisarles los papeles y, de paso, tratar de aleccionarlos acerca de la importancia de respetar a las autoridades de tránsito:

— Ah, ¿estudian derecho? Alguno debería especializarse en temas de movilidad, no se imaginan el bien que podrían hacer.

Todos se burlaron.

Especialmente este hombre.

Este hombre ahora tiene 37 años y casi no ha pasado un solo día de su vida laboral que no haya dedicado a los temas de tránsito. La movilidad se convirtió en su apellido. No tiene el reconocimiento mediático de expertos, como el mundialmente conocido exalcalde Enrique Peñalosa, pero el ordenamiento urbano también es su obsesión. Y ha sido su tarea.

Fue el último secretario de Tránsito que tuvo Bogotá, en la segunda administración de Antanas Mockus, y desde ese despacho firmó en marzo de 2003 los cinco decretos que intentaron reorganizar por la vía administrativa todo el transporte público.

Después, durante la administración de ‘Lucho’ Garzón, este hombre estructuró buena parte del primer Plan Maestro de Movilidad que tuvo la ciudad y fue el principal asesor de la nueva Secretaría de Movilidad, que reemplazó a la de Tránsito, y se convirtió, por sugerencia de este hombre, en la cabeza de un sector del que forman parte entidades como Transmilenio S. A. y el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU).

Este hombre se llama Javier Hernández López y tuvo todo que ver en el nacimiento del término Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), que la mayoría de bogotanos se han ido aprendiendo a fuerza de titulares de prensa por estos días.

Y no sólo del término. Bogotano, pero nacido en un hogar de costeños (su padre es el excontralor general y exministro sinceano Antonio Hernández Gamarra), fue el gerente designado por el exalcalde Samuel Moreno para terminar de estructurar la idea del SITP, que oficialmente nació como proyecto a través de un decreto de 2006. Bajo esas órdenes lideró las difíciles negociaciones de los contratos con el gremio transportador capitalino.

Unas negociaciones que desencadenaron, a principios de 2010, el que acaso haya sido el peor paro transportador en la historia reciente de Bogotá. Cuatro días de total inmovilización en el transporte público que terminaron con el aumento en la remuneración mensual de los pequeños transportadores, que pasó de 0,8 a 1,5%.

Sorteada esa muralla, este hombre ayudó a la administración a saltar después el obstáculo de las dos licitaciones claves del SITP: la de los operadores que se encargarán de prestar el servicio de los buses y busetas de la ciudad durante los próximos 24 años y la del contratista que tendrá a cargo el recaudo único del sistema.

Javier Hernández López estructuró todos esos contratos. Los 13 de los operadores de los buses, que fueron adjudicados entre noviembre de 2010 y febrero de 2011. Y el del recaudador (del Sistema Integrado de Recaudo —Sirci—), entregado a fines de 2011. Es el autor de ellos para lo bueno y para lo feo. Y léase por feo, principalmente, el asunto de la doble tarjeta para el pago del pasaje que hoy tiene confundido a más de un ciudadano.

El SITP es un sistema integrado de transporte que pretende unir la operación de Transmilenio con la de los buses y, en un futuro, con la del metro y el resto de modos de transporte, incluyendo las bicicletas. La idea contempla un modo único de pago (una tarjeta inteligente), pero resulta que ya existe un recaudador para las primeras fases del Transmilenio, cuyo contrato vence en 2015. Eso quiere decir que en este momento en el escenario están dos empresas con dos tarjetas diferentes que deben ponerse de acuerdo para facilitar la prestación del servicio.

¿Cómo es posible que no se haya previsto semejante situación? Este hombre responde que las dos firmas recaudadoras tienen el deber de buscar un acuerdo que desemboque en una sola tarjeta inteligente para pagar en el SITP. De no lograrlo, advierte este hombre, el Distrito cuenta con las herramientas jurídicas para obligarlos, entre ellas las sanciones, las multas y la caducidad.

Él lo sabe bien, porque ayudó a redactar la letra grande y la menuda. Después de todo, el SITP está basado en los cinco decretos que, siendo secretario de Tránsito de Mockus, firmó para reorganizar el transporte público. Fue en 2003.

Aquellos papeles ya hablaban de acabar con la odiosa guerra del centavo. De crear un fondo para la chatarrización de los buses y busetas viejos. De que las empresas administraran los vehículos y se responsabilizaran de su mantenimiento. De una fiduciaria para tener fondos de reposición. De la reestructuración de las rutas. De un modo único de recaudo y, claro, de tarjetas electrónicas que en principio servirían para identificar los carros ilegales.

Lo de dividir la ciudad por zonas para la prestación del servicio vino después, se pensó cuando este hombre lideraba el equipo jurídico que ayudó a planear el SITP junto con otros comités de pequeños asesores, entre los que se cuentan expertos en finanzas, tarifas y recaudo, durante la administración de Samuel Moreno.

En todo caso, a los decretos de 2003 no se les dio cumplimiento y, por el contrario, éstos generaron una lluvia de críticas y demandas por parte del gremio transportador que argumentaba que Javier Hernández no tenía la competencia para emitirlos.

El entonces alcalde Mockus lo apoyó. Y nada pasó con los procesos ante la justicia hasta 2005, cuando la Fiscalía dictó una medida de aseguramiento en contra del exsecretario en el caso de la expedición de los dichosos decretos. Este hombre tuvo 15 días su casa por cárcel. Hasta que la entidad acusadora archivó el asunto argumentando falta de pruebas.

La historia cuenta que, acabada la era de Samuel Moreno en Bogotá, el primer gerente de Transmilenio nombrado por el actual mandatario Gustavo Petro, llamado Carlos García, le pidió a Javier Hernández que se quedara gerenciando la implementación del SITP. Y que este hombre aceptó el reto de ver el nacimiento de su proyecto hijo desde hace más de 10 años.

Entonces vinieron los trinos en Twitter del alcalde, quien arremetió contra la iniciativa concebida por este hombre, incluyendo los contratos, la remuneración a los operadores, el sistema en general.

Por todo eso, este hombre decidió abandonar el barco en marzo de 2012.

El barco no, el bus. 

Por Laura Ardila Arrieta

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