Publicidad

El efecto mariposa

La protesta contra el levantamiento del pico y placa en Soacha ratifica que la movilidad debe abordarse como un desafío de la ciudad-región, pues las consecuencias de una medida en Bogotá pueden alterar la vida en los municipios vecinos.

Élber Gutiérrez Roa
03 de agosto de 2012 - 09:37 a. m.
El efecto mariposa

Desde mediados de los años 70, cuando los teóricos del caos hicieron célebre la expresión “efecto mariposa” para aludir a las consecuencias que los pequeños cambios en alguna parte de un sistema pueden causar en otro más complejo, los gobernantes han tomado prestado el término para tratar de explicar cuanto fenómeno social y político ocurre en el planeta.

Lo hicieron, por supuesto, los ambientalistas, para lanzar un llamado de alerta ante la desagradecida actitud humana con el planeta en que vivimos. El movimiento de las alas de una mariposa en América podría terminar generando un maremoto del otro lado del hemisferio, debido a la alteración en el ritmo de los vientos, dijeron. ¿Qué no pasaría entonces con la caza indiscriminada, la emisión de gases de efecto invernadero, etc.?

Los economistas también se valieron del enunciado para señalar que, por ejemplo, las crisis de balanza de pagos en las economías de los tigres asiáticos durante los años noventa tendrían efectos nocivos en otras zonas del planeta, incluso si sus mercados no estaban conectados de manera directa.

Pero últimamente hay quienes hablan de efecto mariposa para muchas otras cosas. Basta con revisar el uso de la expresión en el cine, en donde es aplicada hasta para la sicología. Ahora los urbanistas y los expertos en planificación de ciudades la usan con distintos significados. El efecto mariposa, pues, parece estar por todas partes, aunque no logre explicar con suficiencia algunas de las consecuencias para las que es aplicado de manera tan diversa.

Y, guardadas las proporciones, tiene asidero el que se haya tomado prestada la trillada expresión para otros temas. ¿Por qué? Porque aunque los gobernantes insistan en mirar como estrictamente locales los problemas de sus municipios, es innegable que cualquier avance o retroceso en muchos de ellos tiene incidencia indirecta en las regiones vecinas.

Basta recordar que el escalamiento del conflicto armado en los municipios de la periferia terminó incrementando el desplazamiento hacia las ciudades intermedias (primero) y a las grandes capitales (después), generando nuevas dinámicas de población y desafíos en el diseño de políticas públicas (por ejemplo, la necesidad de crear más empleo o viviendas). Así, quienes se hacían los desentendidos con los problemas de las violencias terminaron comprobando que éstas habían llegado hasta las zonas que vanamente se creyeron blindadas.

Uno de los usos locales más recientes que se le ha dado tiene que ver con los problemas de movilidad en los municipios vecinos de Bogotá, innegablemente afectados por cualquier determinación que en la materia tome la capital colombiana. El desfile de buses y busetas por el sector de Bosa, durante la mañana del viernes 3 de agosto es un ejemplo de ello.

Ocurrió porque los transportadores del municipio cundinamarqués se sintieron inconformes ante el levantamiento del pico y placa para el servicio público de buses y busetas. ¿Y por qué fue que el alcalde local decidió quitarlo? Porque en Bogotá también lo levantaron y, dado que buena parte del servicio público en Soacha más que interno es de comunicación con la capital, no tenía sentido que los buses estuviesen guardados dos días cuando los de la ciudad estarían en pleno trabajo. Además, la salida a las calles de toda la flota de transportes eleva los niveles de congestión por exceso de oferta ante una demanda constante de pasajeros.

En últimas, el pico y placa, que en principio era tan cuestionado por los mismos voceros del sector transportador, resultó más rentable de lo que creían y ahora que lo saben no quieren perderlo.

Ese hecho, que parece tan local, tan alejado del día a día de algunos bogotanos, terminó siendo una manifestación más de que el desafío de la movilidad debe abordarse como en las grandes capitales, con un modelo de ciudad región, como un gran sistema en el que es indispensable que todos los subsistemas (los de cada municipio) marchen adecuadamente para evitar una afectación en la vida de millones de ciudadanos. Todo para evitar el caos al que alude en sus orígenes el efecto mariposa.

No basta con la integración de los servicios de Transmilenio, buses y bicicletas en Bogotá. Cada vez se hace más evidente la necesidad de que esa red esté articulada con los municipios vecinos, pues sólo Soacha se acerca al millón de habitantes, la mayoría de los cuales estudian, trabajan o hacen negocios en la capital.

Así fue diseñada la red regional que comunica a París con el centro de Francia (conocida como RATP) y así funcionan también Londres y Madrid, en donde hace muchos años se dieron cuenta de que el aleteo de la mariposa de la movilidad en una municipalidad vecina a la capital era un asunto de todos.

Y de alguna manera fue por esa misma razón que en Colombia se empezó a pensar en la necesidad en llevar Transmilenio hasta Soacha o en diseñar el tren regional, como propuso el exgobernador de Cundinamarca, Andrés González. Pero llevar a la práctica iniciativas de esta naturaleza requiere dejar de lado los centralismos, aprender a trabajar en equipo, meterle planeación a los gobiernos y fortalecer los sistemas de auditoría y control de las obras, tareas complejas en un país acostumbrado a pensar en pequeño y a que mucha gente quiera meterle mano al erario. Mientras tanto, el aleteo de la mariposa nos sigue recordando que de no actuar pronto las consecuencias serán peores para todos.
 

Por Élber Gutiérrez Roa

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar