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El hombre que le cargaba la billetera a Galán

Que era uña y carne de Galán, que estaba con él cuando lo mataron en Soacha, porque era su consejero económico y le cargaba la billetera, no como un guardaespaldas sino como un amigo.

Maryluz Vallejo*
14 de junio de 2013 - 09:21 p. m.

Que lloró un año esa muerte. Que salió en el dramatizado de Pablo Escobar, el patrón del mal. Que se fue con otros 35 líderes del Nuevo Liberalismo para el exterior por amenazas de las Farc. Que eligió Estados Unidos, donde a los tres meses de haber llegado le dieron la residencia, y llevaba 20 años sin poder venir por las amenazas, hasta que con la muerte del Mono Jojoy en 2010 vio la posibilidad de volver. Que homologó sus carreras de abogado, economista y contador.

Que ama la docencia y fue profesor de la Sergio Arboleda, de la Central y la Santo Tomás. Que en Bogotá fue 17 veces alcalde local, de Funza tres veces; fungió de concejal de Bogotá, de representante a la Cámara, de cónsul, de embajador.

Que no tiene partido político porque hay que jugar en todos. Que es hijo extramatrimonial de Enrique Gómez y que se llama Álvaro Gómez, como su tío (como consta en la tarjeta del taxi). Que tiene 85 años y se conserva como de 60 porque no bebe, ni fuma, ni rumbea ni trasnocha.

Que una tía suya vivió 123 años, que los Gómez son muy longevos (si no los matan...). Que la mujer con la que compartió 56 años de vida lo engañó al llegar a Colombia, después de todos estos años, ¡con un anciano de 92 años! Que sin embargo, le regaló un apartamento en Mazurén y un carro lujoso porque era la madre de sus dos hijos, que viven en Norteamérica.

Que vino a Colombia hace un mes únicamente para tramitar la pensión y que le salió rápido porque le ayudaron Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe (unidos para este propósito) y Fabio Valencia Cossio, que lo acompañó, pero no en este taxi, que una congresista amiga le prestó para que se entretuviera estos días en Bogotá porque él tiene Mercedes, Porsche, carros de alta gama. Que como ocupó cargos importantes, la pensión le quedó en $19 millones, pero que a él no le importa esa plata porque en Estados Unidos gana más. Sin embargo, en el trayecto paró en una estación de gasolina para ponerle $10.000 de combustible al carro, y al llegar al aeropuerto cobró lo que marcó el taxímetro, $17.000, y recibió gustoso $1.000 de propina.

Cuando supo que yo viajaba a Popayán dijo que era su ciudad natal, adonde no iba desde hacía muchos años, y que ya no iría —aunque adoraba el manjar blanco— porque si terminaba unos asuntos pendientes viajaría a Canadá esa misma noche y nunca más volvería a Colombia. Con este taxista entendí por qué la investigadora mexicana Rossana Reguillo dice que la ciudad se mide no en kilómetros sino en relatómetros. Y agregaría: en “mitómetros”.

 

* Directora de Directo Bogotá y docente de la Universidad Javeriana.

Por Maryluz Vallejo*

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