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El metro hay que evaluarlo y hacerlo bien

Resulta muy importante que no exageremos al hablar de los beneficios sociales de la primera línea de metro de Bogotá simplemente para empujar una decisión favorable.

Darío Hidalgo/Investigador de Transporte Sostenible, Centro WRI Ross para Ciudades Sostenibles.
09 de junio de 2015 - 10:32 p. m.
El metro hay que evaluarlo y hacerlo bien

El Instituto de Desarrollo Urbano presentó una evaluación para el proyecto de la primera línea metro de Bogotá que lo muestra como un proyecto extraordinario. Esta evaluación sigue la larga tradición de muchos megaproyectos a nivel mundial. Como indica Bent Flyvbjerg , profesor de administración de la Universidad de Oxford: en nueve de cada 10 megaproyectos se exageran las bondades y se subestima el precio, resultando en estimaciones costo-beneficio erróneamente optimistas.

El profesor Flyvbjerg denomina este fenómeno “la sobrevivencia de los más débiles”, resultado del gran atractivo de los megaproyectos. A los ingenieros nos encantan las tecnologías novedosas y las grandes obras; a los políticos, su monumentalidad; y todos los demás –desarrolladores, banqueros, abogados, consultores, contratistas, son felices porque “les queda su pedacito”, como lo indica en la revista New Yorker (The Trouble with Megaprojects, Abril 11, 2015).

Siendo la propuesta de la primera línea de metro algo positivo para nuestra ciudad, resulta muy importante que no exageremos simplemente para empujar una decisión favorable. Esto parece ser lo que sucede con la evaluación presentada por el IDU y que algunos académicos, gremios, políticos y medios de comunicación han asumido como cierta, sin revisar su contenido.

Un examen juicioso del experimentado ingeniero y economista Álvaro Pachón, revela que la evaluación está mal hecha. En primer lugar, contabiliza beneficios en tiempo de viaje de intervenciones que van mucho más allá del metro, tales como mejoras en la red de buses y nuevas conexiones de trenes. Los grandes ahorros de tiempo de un sistema integrado de muchos componentes, sólo se contrastan con el costo del metro. En segundo lugar, se hace una doble contabilidad de los beneficios de tiempo de viaje y los eventuales incrementos de precios del suelo. Se hace además uso de parámetros sin solidez estadística para estimar los beneficios de accesibilidad. Existen otros beneficios de difícil cuantificación, por reducción de robos, enfermedades respiratorias y accidentes, que se suman para llegar al total de beneficios. Este monto resulta entonces 5 veces superior a los costos.

Estos no son simples errores de supuestos o de opiniones de “experto contra experto”. Son resultado de una mala contabilidad de costos y beneficios. Por supuesto, no se trata de decir que el metro no vale la pena. Sólo de llamar la atención sobre la evaluación, que como el metro, puede y debe ser bien hecha. Es un importante requisito legal para la aprobación del proyecto por el CONPES, y también será necesaria para la aprobación de créditos de banca multilateral, que exigen este tipo de estudios en el proceso de preparación del proyecto.

Creemos que la evaluación debe ser revisada, mostrando la seriedad y el compromiso de avanzar en un buen proyecto, no simplemente de llegar al punto de no retorno. Como bien indica Guillermo Perry, el problema de movilidad en la capital no se solucionará solo con el metro. Pero será mucho más difícil resolverlo sin él.

Por Darío Hidalgo/Investigador de Transporte Sostenible, Centro WRI Ross para Ciudades Sostenibles.

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