El poder de la vergüenza

Desde hoy, y por seis meses, personas disfrazadas de conos sancionarán socialmente a conductores que parquean en andenes y vías principales.

Laura Dulce Romero
07 de abril de 2017 - 04:27 a. m.
El poder de la vergüenza

Si algo le ha quedado claro al Distrito es que para cambiar los malos comportamientos de los ciudadanos no son suficientes las multas. Por lo menos, no en la manera como se aplican en Colombia. Pensemos en el caso de los parqueos indebidos y la invasión de los andenes, que hoy están sobre la mesa con la nueva campaña que lanzó el Distrito: “El poder del cono”, que busca sancionar socialmente a las personas que cometen estas infracciones.

A pesar de que se han hecho múltiples campañas que anuncian de los efectos negativos que acarrea esta mala práctica en la movilidad y el endurecimiento de las normas, las personas siguen dejando sus carros en vías principales y se estacionan en las aceras. Sólo en 2016 la Policía impuso 175.718 comparendos por esta infracción que, por cierto, es la que más se comete en la ciudad. Por eso, la Secretaría de Movilidad decidió probar otras formas de enviar el mensaje a los ciudadanos y buscar estrategias que contribuyan a mitigar la problemática.

De eso se trata “El poder del cono”. Aunque es una dinámica sencilla, para la administración es muy efectiva. En resumen, hombres y mujeres vestidos de conos buscan en las calles a los conductores mal parqueados o que invaden el espacio de peatones y ciclistas. Una vez los identifican, con la ayuda de un megáfono, llaman su atención. Con cantos y bailes, les piden que dejen de invadir el espacio público. En ese momento de presión, en el que varias personas que caminan por la zona se detienen a ver el show, al conductor no le queda otra opción que retirarse.

Unas horas después de su lanzamiento, en redes comenzó la discusión. Para algunos, el método es ingenioso y divertido, pero para otros surgió la duda de si es necesario ridiculizar a las personas para que dejen estos malos hábitos y si estas medidas siguen siendo efectivas, pese a que se implementaron por primera vez hace 20 años, en la alcaldía de Antanas Mockus.

José Stalin Rojas, director del Observatorio de Logística y Movilidad de la Universidad Nacional, considera que se trata de una medida desgastada. Si bien resalta la preocupación de la administración por abrirle un espacio a la cultura ciudadana, está convencido de que son estrategias con un buen impacto mediático, pero con alcance limitado. “Sólo funcionan cuando detrás de ellas hay un gran plan que active un profundo proceso de transformación cultural y cuando la cabeza, es decir, el alcalde, se vuelve monotemático con el asunto. Lo que preocupa ahora es que la cultura ciudadana quedó relegada a una secretaría de segunda categoría”.

Rojas señala que no es necesario llegar a la ridiculización para enviar un mensaje. Sí, es cierto que tiene una efectividad indiscutible, pero su efecto es inmediato y es muy difícil saber si a futuro el ciudadano volverá a cometer la misma infracción.

Además, advierte que no es necesario vestirse de payasos ni de conos, y que “entre más natural sea el control ciudadano inducido, las personas pueden adherir las recomendaciones a su cotidianidad con mayor facilidad, pues lo toman más en serio”.

Para otros, los comportamientos se deben transformar desde la base. Richard Tamayo, investigador de la Universidad del Rosario, opina que es válido preguntarse en la coyuntura la manera como las autoridades envían sus mensajes. En esta ocasión se acudió a la burla, pero, ¿es esta la forma deseable? ¿Es la mejor pedagogía? Lo dice porque considera necesario que en este aspecto haya una evolución y no se limiten al imaginario de que los habitantes de Bogotá solo aprenden de esta forma. Espera que no se descarten otras alternativas que por una falta de seguimiento y rigurosidad.

Por ejemplo, ¿qué pasó con los comparendos? La respuesta, según Tamayo, es que no son efectivos porque no se cumplen y los ciudadanos los burlan con facilidad: “Con impunidad ninguna norma funciona. Y eso vale para el mal parqueado, el violador, el asesino”.

El investigador cree conveniente darse la oportunidad de probar si la estrategia tiene efecto, pero aclara: “Siempre y cuando se mida con rigurosidad”. Pero lo más importante es acabar con la impunidad, porque, para él, “educación con impunidad tampoco será la mejor solución.

Por Laura Dulce Romero

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